primera cita

699 71 0
                                    

—¿A dónde vamos, David?

—Te dije que era sorpresa —me observó de reojo.

—¿Ni una pista?

—No, tendrás que esperar.

Bufé en respuesta.

Nos dirigíamos a nuestra cita, pero no tenía idea de a dónde era. Solo sabía que nos estábamos alejando un poco de la ciudad y cada vez había menos ajetreo.

Después de dos horas viajando, estaba comenzando a impacientarme, porque si, la ansiedad era mi segundo nombre.

—¿Cuánto falta? —proteste.

—Dos horas más.

—¿¡Qué!? No dijiste que era tan alejado...

—Por algo te dije que te traigas un bolso con ropa de más —hablo de lo más tranquilo.

—No me llevas al medio de la nada para asesinarme, ¿Verdad?

—¿Crees que si soy un asesino te lo diría así, sin más? —se rio, ladeando la cabeza.

—Más te vale no serlo. Sé cómo defenderme.

—¿Ah, sí? —ironizo.

—Aja.

Ni tú te la crees.

—Ya, en serio. Para cuando lleguemos nos tendremos que volver.

—¿Y quién dijo que íbamos a volver?

Lo miré estupefacta. Seguro bromeaba ¿No?

Me dispuse a observar por la ventanilla el paisaje verde. Mientras más dejábamos la ciudad, más árboles podía visualizar.

Tenía un nudo instalado en mi estómago. Las dudas me carcomían por dentro.

¿Había estado bien en aceptar esta cita?

¿Había sido ingenua de nuevo?

Tal vez él solo quería otro encuentro sexual...

¿Pero yo qué quería?

Demasiadas dudas, pero ninguna respuesta que me ilumine.

A pesar que quería dejarme llevar, no podía. Tenía que evaluar todas las opciones que podían salir mal.

En este momento sentí envidia por David, se lo veía tan calmo y despreocupado.

Éramos tan diferentes.

¿A caso no estaba nervioso? Porqué yo moría de los nervios. Me mordería las uñas, pero no quería demostrarme tan ansiosa.

Becc en este momento me daría una hostia para que me calmara. Ella me daba claridad en momentos dónde se me nublaba la mente y no sabía cómo actuar.

Te necesito, Rebecca Johnson.

Ya cállate de una vez.

—¿Sara? —pronuncio sin quitar la vista de la carretera.

—¿Mmmh? —abrí los ojos de inmediato.

¿Me había quedado dormida?

—Llegamos —detuvo el coche.

Cuándo nos bajamos, más allá de las copas de los árboles, logré visualizar una pequeña playa escondida.

—¿Vamos? —me tendió la mano. La acepté un poco dudosa.

Empezó a correr así que tuve que seguirle el paso cómo pude ya que corría demasiado rápido.

Nos detuvimos al adentrarnos a la playa.

El amor vs el zodiacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora