una sorpresa inesperada (parte dos)

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Repase mentalmente mi vestimenta, que no era para nada formal. Pero no era cómo si Ricardo reparara en esas cosas triviales, ¿verdad?

—Te matare —murmure entre dientes sin mirar a David.

—¿No te gusto la sorpresa? —enarco una ceja este.

—¡David!

Di una última respiración profunda antes que, finalmente, Ricardo llegara a nuestro lado.

—¡Ricardo! —exclamo un sonriente David cuando se posiciono frente a nosotros.

¿Se conocían?

—¿Cómo has estado, chaval? Hace años que no te veía —lo miraba asombrado, y no podía culparlo, la verdad— Y tú debes de ser Sara, ¿no? —poso su vista en mi, logrando que mi cuerpo se tense levemente.

—Es un gran placer conocerlo —sonreí abiertamente, reprimiendo las ganas de ponerme a dar saltitos de la emoción.

Ya luego le reprendería a David por no haberme dicho nada antes. Me habría encantado prepararme mentalmente antes de conocerlo; por algo no me agradaban las sorpresas.

—Tutéame, chavala. No estoy tan viejo —dejo escapar una sonora risita.

—No quise...

—David me ha dicho que pintas, ¿es eso cierto? —me observo con gran expectación.

Vacile un momento antes de responder.

—Sí, pero, no es la gran cosa... —sonreí apenada—, creo que David te ha hecho perder el tiempo —mire de soslayo a David al decir eso ultimo.

—Eso no es verdad —corrigió este—. Créeme cuando te digo, ¡que es la puta ama en lo que hace! —dijo con gran seguridad mirando a Ricardo.

Lo mire con sorpresa ya que no me esperaba que dijera algo como eso.

—Me gusta tu humildad, Sara. Eso es algo que un artista nunca debe olvidar conservar.

—¿Artista? —mi expresión perpleja lo hizo carcajear.

—He visto una de tus pinturas, y la verdad no parece ser solo un pasatiempo, pero no voy a forzarte a decir algo que no sientes. Solo quiero que sepas que si decides mostrar tu arte al mundo, te aseguro que muchas personas lo amaran tanto como este muchacho parado a tu lado lo hace —observo a David con orgullo—. ¿Sabías que se esforzó en contactarme? Quería que te conociera y viera tu talento.

Sus palabras me dejaron muda. Quería hablar, decir lo que sea, pero nada parecía dignarse a salir de mi boca.

—¿Nos dejas a solos un momento, chaval?

David asintió, y antes de marcharse, me lanzo una última mirada de disculpa.

—Acompáñame, cariño —Ricardo comenzó a caminar por el extenso pasillo de la galería.

Se detuvo al llegar al final de este; había un banco donde cabríamos a la perfección los dos. Me invito a tomar asiento con la mirada, lo cual accedí de inmediato.

—¿Que sientes cuando deslizas el pincel sobre el lienzo?

Su pregunta me tomo desprevenida, pero sabía con certeza la respuesta a esa interrogante.

—Siento liberación. Es como... —me interrumpí para buscar las palabras adecuadas—, si dejara fluir mis sentimientos retratándolos en ese lienzo en blanco. Cuando comienzo a dar el primer trazo dejo a mi mente expresarse en total libertad, solo el lienzo y yo; yo y el lienzo. El no puede juzgarme, y yo tampoco juzgo lo que mi mente quiere proyectar justo en ese momento. Es una conexión con mi interior que no podría describir con exactitud.

El amor vs el zodiacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora