Quinto año "Un guardapelo"

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Primer mes, diciembre 1994, Hogwarts.

Amada Amelia:

El baile de invierno se acerca, y como somos tan considerados, encantadores e inteligentes, compramos algo para ti antes de partir.
Sabemos que Quejicus hablará contigo sobre acuerdos políticos y alianzas que te podrán parecer innecesarias, así que no tendrás opción e irás al baile, por favor, espero que puedas perdonarnos por dejarte sola con todos esos problemas.
Esperamos que no consigas a un idiota como acompañante o habremos invertido dinero a la basura.
Te veremos pronto, querida.
                                  Te ama Remus y hocicos.

Amelia suspiró entre temblores una vez que terminó de leer la carta, era la caligrafía de Sirius, una cursiva elegante y fina.

Ella los extrañaba, tanto que dolía su pecho. En ocasiones, cuando su mente le hacía una mala jugada, cuando las paredes de su cuarto se volvían extrañamente asfixiantes y lo único en lo que podía pensar era en el constante peligro, en la línea delgada que significaba las vidas de ambos en esos momentos, lanzaba esos pensamientos hacía el fondo de su mente, hacía esa neblina que cada día se volvía más resistente, más espesa y difícil de traspasar.

No quería pensar en los malos momentos que probablemente estaban enfrentando, tanto Sirius y Remus podían ser golpeados, torturados, heridos o hasta asesinados... Ella despertaba gritando y sudando cada noche, la misma pesadilla, los mismos tormentos.

Una lágrima rebelde se derramó por su mejilla.

Pansy y Blaise se acercaron a leer la pequeña nota junto a la caja adornada de colores esmeralda y un listón plateado, en silencio envolvieron a su amiga en un abrazo cálido y necesario. Ambos habían aparecido en su habitación desde la mañana, una vez el sol había salido por completo, ellos se encontraban afuera de su puerta con ropa, maquillaje y objetos necesarios que los ayudaría a alistarse para el baile.

—¿Quieres hablar sobre eso? —le preguntó Blaise, suave y comprensivo.

Ella negó con la cabeza. Aún si hubiese querido contarles todo sobre las misiones de Remus y Sirius, aún confesando lo que el profesor Dumbledore quería que se convirtiera y sobre el entrenamiento de Snape, no podía.

Dumbledore y su profesor de pociones fueron claros al respecto: Amelia era libre de decirle a quien se le daba la gana lo que ella quisiera, podía ir con el ministro y explicarle la situación en la que se encontraba, pero sería peligroso, porque nadie más lo entendería.

Nadie sería capaz de entender el sacrificio que ella tenía que dar si aceptaba ser doble agente, no comprenderían el porque se aferraba tanto a proteger a su hermano y a todo aquel inocente en guerra. Por eso no se permitió decir ninguna palabra, ellos ya tenían un lado al cual defender, estaba escrito desde que ellos llegaron al mundo, no los culpaba.

Pero tampoco podía confiar en ellos, no sabía de lo que eran capaces, aún teniendo ese cariño en su pecho por ambos, no se arriesgaría a perder a alguien importante para ella, a ser el motivo de torturas y muertes.

Ellos insistían, sus rostros llenos de preocupación y cierta desesperación por querer entrar a su vida, por ganar su confianza. Sabía que sería un proceso largo, de lo que no estaba segura era de la terquedad de Blaise y Pansy para aferrarse a su amistad con Amelia.

—No es nada. —ella dijo.

—¿Le llamas nada a tus pesadillas? —intervino Blaise, colocando ambas manos en sus caderas acusatorio —, ¡Y que todo el tiempo estás molesta, ni siquiera el idiota de tu novio puede sacarte una sonrisa!

The kingdom of nothing. [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora