Capítulo 1- El café derramado

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Wei Wuxian corría hacia su trabajo, mientras intentaba mantener el equilibrio con un vaso de café y un sándwich, su desayuno improvisado.

Siempre se levantaba temprano: le gustaba aprontarse con tranquilidad, darse un largo baño caliente y desayunar tranquilo en su pequeño apartamento de los suburbios, para emprender el viaje hacia las oficinas de Lan Enterprises, el lugar en donde trabajaba como auxiliar contable desde hacía seis meses. Pero ese día las cosas se habían complicado: cuando la alarma de su celular sonó, la apagó y se volvió a dormir. Despertó veinte minutos después, y su tranquila rutina se fue al diablo:

—¡Voy a llegar tarde! —Se levantó de un salto y corrió a darse una ducha rápida. Cuando terminó de vestirse y recoger sus cosas, ya era la hora de salir: si demoraba un minuto más, iba a perder el transporte público. 

Una hora después bajó del autobús. Aún le quedaba recorrer tres cuadras hasta llegar a su trabajo, pero faltaban quince minutos para entrar, así que decidió comprarse un café y algo de comer: no quería ayunar hasta el mediodía.

La cola en la cafetería era más larga y lenta de lo habitual; parecía que todo el mundo se había confabulado para comprarse algo esa mañana. Impaciente, Wuxian miró su reloj. Ya había pagado por el pedido, y no quería irse antes de que se lo entregaran: no podía desperdiciar un dinero que no le sobraba.

Con el desayuno, por fin, en la mano, y un escaso minuto para marcar su tarjeta, logró entrar al hall de Lan Enterprises, con tanta mala suerte que en su carrera se dio contra la espalda de un hombre que había entrado delante de él, pero que caminaba sin apuro.

—¡¿Pero qué te pasa?! —le gritó, sin importarle las miradas de la gente que transitaba por el hall—. ¡¿Cómo te cruzas así delante de la gente?!

El hombre se sorprendió al escuchar su reclamo y la incómoda sensación del café, que mojaba su espalda y goteaba desde su saco hasta el suelo, pero se  quedó en silencio. 

—¡Demonios! ¡Ahora me quedaré sin desayunar! —volvió a exclamar Wuxian, sin fijarse en la sombría mirada del hombre—. ¡Debes pagarme lo que gasté en ese café y en el sándwich!

 La respuesta que recibió no fue muy amigable:

—Tú debes pagarme la tintorería. Acabas de arruinar mi traje.

—¿Tu traje? ¡¿Encima te atreves a exigir que pague por la limpieza de tu traje, cuando lo que sucedió fue tu culpa?! ¡Qué descaro! —Ya era tarde: Wuxian no podía quedarse a reclamar nada y, furioso, dejó al hombre parado en medio del hall y se fue a su oficina, sin darse cuenta de las horrorizadas miradas de algunos funcionarios de Lan Enterprises, que se habían detenido a ver la escena.

                            ***                                      

Wei Wuxian siempre había querido ser contador público, y se había matriculado en la universidad de su ciudad natal. Con la mitad de la carrera cursada y un título intermedio de auxiliar contable, su familia había sufrido un duro revés económico, y ya no pudieron seguir apoyándolo. El muchacho tuvo que interrumpir sus estudios y salir a buscar trabajo para ayudar a sus padres. Su ciudad no ofrecía puestos importantes, o por lo menos ninguno con un buen sueldo, y al final él había optado por mudarse a la capital, en donde podía mantenerse solo.

Su intención inicial había sido matricularse en la universidad de la capital, pero entre el alquiler del modesto departamento que había conseguido, y sus gastos personales, no le sobraba mucho dinero, y no pudo continuar con su sueño. Aconsejado por uno de sus compañeros de trabajo, había comenzado  un curso de secretariado ejecutivo, puesto que era un poco más difícil de conseguir pero que pagaba más que el de auxiliar contable. Aún le quedaba un año para finalizar el curso, y después pensaba, si tenía suerte, retomar su carrera.

                          ***

                                                             

El presidente y accionista mayoritario de Lan Enterprises era Lan Qiren, quien a pesar de rondar los cincuenta años, nunca se había casado, pero crió a sus dos sobrinos, Lan XiChen y Lan WangJi, que habían perdido a sus padres siendo aún pequeños.

Sus dos sobrinos resultaron ser muy inteligentes: el mayor, XiChen, era analista informático, y se había encargado de modernizar la empresa, añadiendo servicios digitales. Era uno de los dos gerentes ejecutivos, junto con su hermano menor, Lan WangJi, que aún  estudiaba administración de empresas. Lan Qiren no tenía preferencias por ninguno de los dos: los hermanos nunca sintieron que el hombre tratara a uno mejor que al otro, y a pesar de ser un hombre severo, los había educado bien.

XiChen era alegre y carismático. Tenía gran facilidad para hacer amigos, cosa que le faltaba a su hermano menor, que era frío al punto de no lograr que alguien se le acercara sin que su actitud le provocara miedo. Ya había perdido a varios secretarios por su personalidad impulsiva e intimidante. La última, una mujer algo mayor pero con mucha experiencia, había soportado su carácter, hasta que un día estalló y le dijo cuatro verdades a la cara, antes de abandonar la empresa.

—WangJi... ¿Ahora qué hiciste? —le reprochó XiChen.

El menor lo miró con sus profundos e intimidantes ojos color ámbar. Pero para su hermano la mirada se suavizaba, y el mayor podía ver los sentimientos que no le demostraba a nadie:

—XiChen, hermano... Buscaré otro secretario.

—No sé quién se atreverá a tomar ese puesto. Tendremos que buscar a un secretario que no te conozca. Tal vez en otra ciudad... —XiChen se rió de su propia ocurrencia.

—Hay alguien. —Lan WangJi aún recordaba la soberbia con la que un empleado de la firma lo había tratado cuando le tiró encima su café. Había averiguado su nombre con el jefe de personal. Así supo que se desempeñaba como auxiliar contable en la empresa, pero que también estudiaba secretariado ejecutivo.

—¿Sí? ¿Quién es? —le preguntó su hermano.

—Se llama Wei Wuxian, y creo que será un buen secretario. —WangJi sonrió, pero sus ojos parecían de hielo: por fin iba a tener su venganza.

Mi SecretarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora