Capítulo 14- Descuidos y errores

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Wei Wuxian, protegido por los hermanos Lan, volvió a su puesto de trabajo.

Cuando tuvo que enfrentarse por primera vez a XiChen, lo miró con vergüenza. Pero el mayor de los Lan le dio la bienvenida como siempre, y el chico se sintió mucho más seguro.

Lan WangJi volvió a su postura de jefe ocupado, pero lo trataba bien y procuraba que nunca estuviera a solas con el Presidente:

—Cuando yo no esté, bajo ningún concepto vayas a la oficina de mi tío. ¿Entendiste? —Lan WangJi le había advertido hasta el cansancio que no se asustara si Lan Qiren lo mandaba a llamar. 

—¡Pero es el presidente de la empresa! —protestó el chico—. ¿Qué excusa voy a poner para no ir cuando me llame?

—Di cualquier cosa: que vas más tarde, que estás ocupado, que tienes que salir... —WangJi no quería perder la paciencia, pero estaba tentado de darle dos o tres sacudones a su secretario para hacer que obedeciera—. ¡No importa! ¡Dile lo que sea, pero no vayas!

—Está bien, te lo prometo —dijo, por fin, Wuxian—. ¿Vienes a cenar a casa esta noche?

WangJi trato de parecer relajado, aunque no estaba seguro de que el chico cumpliera su promesa:

—¿Cocinas tú o cocino yo?

—No lo sé... —A Wei Wuxian se le ocurrió una idea—. Tal vez podamos cocinar los dos.

—Excelente. Lo haremos así... —WangJi disimuló su preocupación con una sonrisa, y salió de su oficina rumbo a la de su hermano:

—XiChen, necesito que me hagas un favor.

—Sí, hermanito, lo que quieras...

Uno de los deberes del menor de los hermanos era ir a hacer trámites bancarios fuera de la empresa, que no podían delegarse porque requerían su firma. A Lan WangJi le pareció llamativo que de la noche a la mañana esos trámites se multiplicaran y lo obligaran a estar varias horas por día fuera de Lan Enterprises, y sospechó que era una maniobra de su tío para apartarlo de Wei Wuxian. Pero nunca se lo había dicho al chico, para no ponerlo nervioso. 

Por eso necesitaba la ayuda de su hermano: XiChen debía encargarse de cuidar a su secretario mientras él no estaba. A pesar de que le había hecho cientos de recomendaciones a Wuxian de que no cediera ante su tío si le pedía que fuera a su oficina, sabía que él no iba a atreverse a desobedecer una orden directa.

—No te preocupes, hermanito. Yo cuidaré a Wei Wuxian.

Más tranquilo, WangJi se fue a hacer sus trámites. Pero sus planes fallaron cuando XiChen se vio obligado a salir de la empresa por otro trámite urgente.

—¡Demonios! Yo aún no puedo salir del banco... —El disgustado WangJi hablaba por teléfono con su hermano—. Lo único que puedo hacer es terminar este trámite y volver lo antes posible a la oficina.

—Esperemos que Wuxian sea fuerte y no le haga caso al tío.

—Sí, ojalá...

Como su jefe temía, unos minutos después de que Lan XiChen abandonó el edificio, Lan Qiren mandó a llamar a Wei Wuxian a su oficina. 

El chico trató de hacerse el tonto lo más que pudo, y le dijo a la secretaría del Presidente que estaba muy ocupado y que iba a ir más tarde. Pero un rato después, sumergido en sus papeles y ya bastante nervioso, vio que la puerta de la oficina se abría, y con terror reconoció la hosca cara de Lan Qiren, que había ido a verlo en persona.

                             ***

Wei Wuxian estaba seguro de haber roto hasta la última regla de la empresa: había tenido una terrible discusión con Lan Qiren, y en un arrebato de ira generada por la homofobia del hombre mayor, lo había insultado.

Cabizbajo, abandonó la oficina antes de que Lan WangJi volviera, porque tampoco sabía cómo iba a reaccionar su jefe al enterarse de lo que había sucedido, cuando le había pedido una y mil veces que no se enfrentara a su tío. Pero al bajar del ascensor en el lobby del edificio, se topó con él, que estaba entrando.

—Gracias a Dios que no traes café, Wei Wuxian... —le dijo WangJi, sonriente.

Pero el chico no le devolvió el gesto, y susurró, nervioso:

—Perdón, Lan WangJi... —Sin mirarlo, pasó a su lado, rumbo a la salida. Necesitaba caminar y respirar aire fresco. Pero sobre todo necesitaba estar solo.

No llegó a dar ni diez pasos fuera del edificio, cuando sintió la voz de su jefe, detrás de él:

—Wei Wuxian… ¿Por qué saliste así? ¿Qué pasó?

—Por favor, Lan WangJi... Necesito estar solo...

—No. Dime lo que pasó.

—¡Por favor…!

—No, te dije que... —Pero WangJi no llegó a terminar la frase cuando lo sorprendió el grito de su secretario:

—¡¿Será posible que me dejes en paz?! ¡¿Qué diablos está pasando con ustedes, que me presionan de un lado y del otro?! ¡Tu tío vino a verme a mi oficina porque yo me negué a ir a la suya! ¡Discutimos bastante fuerte, y lo insulté! ¡Me suspendió por tres días, y podría haberme echado con todas las de la ley! ¡Ya te dije todo lo que tenías que saber! ¡¿Ahora puedo irme?! 

Lan WangJi no tenía la culpa de lo que le había sucedido, pero el chico estaba tan nervioso y disgustado, que le escupió las palabras a la cara como haciéndole un reproche, mientras su jefe lo observaba, abatido:

—Lo siento, Wuxian… Fue mi culpa por dejarte solo. Prometí defenderte, y no lo hice...

—¡¿Y tú crees que yo soy tan poca cosa como para no poder defenderme a mí mismo?!

—Yo no quise decir eso. Me consta que eres una persona muy luchadora, pero por desgracia mi tío tiene mucho poder, y de eso era de lo que quería defenderte.

Wei Wuxian suspiró:

—Ahora ya no importa... Mi legajo laboral se manchó con este incidente, y ya no puedo hacer nada al respecto.

—Pero...

—No, Lan WangJi... Esta vez soy yo el que te pide que dejes las cosas así, y no te enfrentes con tu tío. Ese hombre es poderoso como tú dices, pero también es inteligente, y buscó la manera de que yo me metiera solo en este lío.

—Buscaremos la forma de solucionar esto, Wuxian…

—Vuelve a la oficina, WangJi, y no hables con tu tío, porque empeorarás las cosas... Cuando me sienta mejor, te llamaré.

Sin esperar su respuesta, el secretario se dio media vuelta y siguió caminando. No quería que su jefe notara su angustia.

Lan WangJi lo observó mientras se iba, sintiendo que no podía hacer nada por él. En ese momento no lo sabía, pero iba a arrepentirse de haber respetado la decisión de Wei Wuxian de dejarlo solo. El chico nunca lo llamó, y al tercer día después de su suspensión, a la hora en la que debía presentarse para comenzar a trabajar, un delivery le llevó un paquete a Lan WangJi: eran las llaves del apartamento que le había prestado a su secretario, acompañadas de una carta:

«Siento despedirme así, WangJi, pero no sería capaz de hacerlo si estuvieras frente a mí. No puedo obligarte a que te enfrentes a tu tío, ni que te arriesgues a que se entere de tu secreto solo para defenderme. Tampoco puedo vivir bajo tanta presión, yendo a trabajar todos los días sabiendo que el Presidente me insultará y humillará a su antojo. No me busques en la ciudad donde viven mis padres, porque no voy para allá. Pero estaré bien, no te preocupes. Tú me dijiste que yo era una persona luchadora, y es lo que voy a intentar hacer de ahora en más: luchar para salir adelante. Quiero que sepas que atesoro tu amistad, y te pido que también seas fuerte y no te dejes manipular. Vive tu vida, Lan WangJi, sin que nadie te dicte cómo hacerlo. Wei Wuxian».

La carta y las llaves se escaparon de las manos de WangJi, y cayeron al suelo.

Mi SecretarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora