Capítulo 10- Comienzo de una amistad

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El apartamento de Wei Wuxian quedaba lejos de todo: desde el aeropuerto, el chofer demoró casi una hora en llegar al suburbio donde vivía. Lan WangJi no hizo ningún comentario, pero el barrio se veía oscuro y de aspecto peligroso. 

—Gracias por traerme, Señor Gerente... —Wuxian, que recordando todas las burlas que le había hecho a su jefe el fin de semana, no estaba muy seguro de poder conservar su puesto, lo saludó sin mirarlo a los ojos.

—Mañana puedes entrar un par de horas más tarde. Yo tampoco voy a llegar temprano. Descansa, Wei Wuxian...

El secretario no supo qué responder: estaba demasiado asombrado de que su jefe se hubiera despedido de él con tanta amabilidad:

«Seguro que mañana vuelve a ser el mismo ogro de siempre», pensó.

Pero al otro día, cuando se presentó a trabajar, lo esperaba otra sorpresa: Lan WangJi demoró un rato más en llegar, y él aprovechó para preparar el café y la agenda al gusto de su jefe. Cuando llegó, él ya lo estaba esperando, listo para leerle sus tareas del día.

Después de darle un sorbo a su bebida, mientras escuchaba, WangJi sacó un sobre de su bolsillo, y se lo entregó. El chico se quedó sin saber qué hacer:

—¿Qué es esto, Señor Gerente?

—Anoche noté que vives demasiado lejos de la empresa, y los traslados largos restan fuerza de trabajo. —Su jefe no lo miró mientras le hablaba: parecía avergonzado a pesar de que sus palabras sonaban cortantes—. Eso no nos sirve.

Wei Wuxian se alarmó: ¿Acaso Lan WangJi pensaba despedirlo? Pero dentro del sobre había un juego de llaves y una tarjeta con una dirección. Confundido, miró a su jefe, que terminó de aclarar sus dudas:

—Hay un apartamento que pertenece a la empresa, en donde funcionaban unas oficinas, pero que ahora está desocupado. Puedes vivir ahí.

—Señor Gerente, yo vivo en los suburbios porque es lo mejor que puedo costear. Le agradezco sus intenciones, pero no puedo pagar un apartamento cerca del centro…

Lan WangJi levantó los ojos y resopló, impaciente:

—Wei Wuxian… A veces pareces inteligente, y otras un completo despistado. ¿Crees que voy a alquilarte ese apartamento? ¡Te lo estoy ofreciendo!

—Pe...pero, señor… —exclamó el chico, espantado—, ¡yo no puedo aceptar eso…!

—Sí puedes, y lo harás —replicó WangJi, con tono firme—. Ya no discutas conmigo, Wei Wuxian. ¡Y deja de decirme Señor Gerente, que suena como si tuviera edad para ser tu padre!

—Sí, sí... Lo siento, Lan WangJi... —Al secretario se le estaban por saltar las lágrimas, pero para evitar ponerse en evidencia con su jefe, después de agradecerle salió con rapidez de su oficina. WangJi esbozó una sonrisa de satisfacción.

Sentado ante su escritorio y luchando por no llorar, Wuxian observó la dirección escrita en el papel. El apartamento que su jefe le ofrecía quedaba a cinco cuadras de la empresa. Iba a ahorrarse el alquiler, el transporte, e iba a ganar muchísimo tiempo para él. Y por sobre todas las cosas, ahora tenía dinero para ir a la universidad. 

Ya no pudo contener las lágrimas.

                         ***

Wei Wuxian no podía más de la curiosidad, y cuando llegó su hora de descanso, salió caminando de la empresa y recorrió las cinco cuadras que lo llevaban a la dirección en donde se encontraba el apartamento. Era amplio y luminoso, y estaba en un barrio tranquilo; no como el suyo, en donde lo habían asaltado un par de veces.

Wei Wuxian sabía que todo eso se lo debía a la generosidad de su jefe. No se había creído el cuento de que le prestaba el apartamento para que no perdiera fuerza de trabajo. Había escuchado la triste historia de Lan WangJi, y pudo darse cuenta de que no era ese ser hosco y enigmático que aparentaba ante los demás. XiChen también había aprobado la decisión de su hermano, y animó a Wuxian a dejar sus inseguridades de lado y mudarse. 

El primer día que fue a la empresa, caminando las cinco cuadras que la separaban de su nueva vivienda, llegó feliz y relajado: las cosas iban a ser muy diferentes en el futuro.

En su antiguo apartamento tenía una cocina adosada, demasiado pequeña como para hacer algo que no fuera calentar comida o agua. Pero ahora tenía una buena cocina, y se le ocurrió una idea: debía agasajar a su jefe para agradecerle el gesto.

                          ***

—Lan WangJi... 

El gerente levantó la vista de la computadora y observó a su secretario con curiosidad: el chico se retorcía las manos como si no supiera dónde esconderlas.

—Dime…

—Yo… quiero agradecerle que me prestara su apartamento, y pensé en invitarlo a cenar. Quiero… cocinar para usted.

Lan WangJi sonrió, y sus ojos se suavizaron:

—¿Tú cocinas, Wei Wuxian?

—¡Sí, señor! —El chico se infló de orgullo—. No es por vanagloriarme, pero me considero un muy buen cocinero.

Lan WangJi volvió a sonreír:

—Muy bien. Habrá que comprobar si eres tan buen cocinero como dices...

—¡Excelente, Señor Gerente…, digo, Lan WangJi! Será mañana a la noche, entonces.

                            ***

Wei Wuxian se encontraba en la cocina cuando sonó el timbre. Era su jefe, que había perdido un poco de su aura imponente: parecía algo indeciso y tímido, parado en la entrada, como esperando que le permitieran pasar. Su actitud le hizo gracia al chico, que le hizo un gesto de invitación:

—¡Adelante Lan WangJi! ¡Bienvenido a su casa! —le dijo, en tono de broma.

—Qué tonto eres... —WangJi se rió, y pudo distenderse. Le extendió al chico un par de botellas de vino—. Recordé que en una de las cenas del fin de semana en la playa, pediste esta marca. Espero que sea un vino apropiado para la cena...

—¡Oh.. es ideal, Lan WangJi! Yo me permití comprarle algunas cervezas sin alcohol...

El hombre observó el apartamento, que se veía hogareño y acogedor gracias al toque de Wuxian:

—Hiciste un gran trabajo. Está todo muy lindo...

—Gracias. El lugar es precioso, y no creo que pueda devolverle el favor que me está haciendo.

—Bueno, si me gusta tu comida puedes volver a invitarme...

Los dos se rieron a carcajadas, y para el momento en el que Wei Wuxian sirvió la cena, el ambiente entre ellos se había distendido.

Conversaron mucho mientras comían: Lan WangJi le contó que había tenido una discusión bastante fuerte con su tío, y que por el momento su noviazgo con Wen Qin estaba en suspenso, y Wei Wuxian le habló el problema de su familia, causado por la repentina bancarrota de su padre, y sus deseos de seguir con sus estudios.

—...pero si te recibes de contador, Wei Wuxian, voy a perder a mi secretario…

—Igual para eso falta mucho. Pero debe prometer que cuando tenga un secretario nuevo no lo dejará sordo con sus gritos… —Envalentonado por el vino, Wei Wuxian le había hecho un chiste que en otro momento habría desatado la furia de su jefe.  Pero Lan WangJi se rió de la ocurrencia de su secretario:

—Haré lo que pueda, pero no te prometo nada. Tal vez al principio sí le grite un poco...

La broma de su jefe hizo al chico estallar en unas contagiosas carcajadas. 

Mi SecretarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora