Los meses pasaron, y Wei Wuxian pudo obtener su diploma de secretario ejecutivo. No había querido comenzar la universidad primero, porque pensó que si tenía que seguir trabajando para Lan WangJi hasta que se recibiera de contador público, lo mejor era tener el título que lo habilitara para el puesto, y no provocar un problema con el rígido presidente de la empresa: aunque Lan WangJi le aseguraba que su tío no podía degradarlo a auxiliar contable si él no lo permitía, Wuxian lo prefirió así: ya bastante tenía con mantener oculto que ocupaba, sin pagar nada, un apartamento de la empresa, para que encima sus compañeros se enteraran de que no estaba capacitado para ser secretario.
Su vida cambió cuando empezó la universidad: estaba feliz, aunque muchísimo más atareado.
—Wei Wuxian, ven a mi oficina. —Por suerte, los gritos de Lan WangJi ya no iban dirigidos hacia él, aunque a veces le gritaba a otras personas—. ¿Se puede saber qué es lo que te pasa? Me volviste a mandar un informe lleno de errores.
—¡Oh, lo siento, Señor Gerente… Lan WangJi! Lo arreglaré enseguida —Wei Wuxian tenía la tez pálida y unas ojeras azuladas. Parecía a punto de quedarse dormido.
—¿Acaso volviste a desvelarte? —le preguntó WangJi—. ¿Estás preparando otro examen?
—No, no es eso... —mintió el secretario. En realidad casi no había dormido—. Estoy preparando unos parciales, pero dormí bien. ¡En serio!
—Mentiroso. ¡Mira la cara que tienes! —Lan WangJi sabía, por experiencia propia, lo malo que era quedarse sin dormir para estudiar, y lo inútil que resultaba: no se retenía nada con el cerebro cansado—. Así no me sirves. Mejor vete a tu casa y duerme. ¡Pero duerme! ¡No te pongas a estudiar!
—¡No, Señor Gerente! ¡No puedo hacer eso! —replicó el chico—. ¡Tengo que cumplir con mi horario!
—¿Para qué? ¡¿Para cometer un error tras otro, y hacerme perder el tiempo?! ¡Y no me llames Señor Gerente!
—Lo siento, Lan WangJi... —Wuxian se sintió mal por fallarle a su jefe después de todo lo que él había hecho para ayudarlo.
—Solo recuerda una cosa, Wei Wuxian —le respondió WangJi mientras lo apuntaba con un dedo—. ¡Nunca, repito, nunca sacrifiques tus horas de sueño! Si duermes menos, lo que estudies no te va a quedar en la cabeza, tampoco vas a rendir en el trabajo, y todo va a ser doblemente malo. ¡¿Entendiste?!
A pesar de su brusquedad, Lan WangJi tenía razón, y el secretario lo sabía:
—Lo siento... Es que se me vencían los plazos y me desesperé.
—¿Necesitas ayuda? —Las palabras de su jefe, que había cambiado su tono de mandato por otro bajo y algo tímido, hicieron sonreír al secretario, que aún recordaba la cena en su casa, la charla sincera y la alegría que se había instalado en su hogar, con la compañía de WangJi.
—¿El Señor Gerente sabe cocinar? —le preguntó, con picardía.
Lan WangJi lo miró, sorprendido, pero al ver la sonrisa pícara de su secretario, su expresión se aflojó. Esbozando también una sonrisa, le dijo que sí.
—Si el Señor Gerente fuera a cocinar a mi casa mientras yo estudio, tal vez…
—¿Esta noche? ¿A las ocho te parece bien?
La velocidad de la respuesta de Lan WangJi puso tímido a Wei Wuxian, y sus orejas se pusieron un poco rojas, a pesar de lo desfachatado que era:
—Sí. A las ocho está bien...
Esa noche, cuando Lan WangJi llegó al apartamento de su secretario, lo encontró mucho más repuesto después de haber dormido. Se adueñó de su cocina y preparó una cena abundante, mientras el chico caminaba por toda la sala y repetía sus lecciones a los gritos.
—¡Tu método de estudio es totalmente irracional, Wei Wuxian! —exclamó WangJi, para hacerse oír por encima de las voces que daba el secretario—. ¿Caminando y gritando así, puedes memorizar algo? —Pero al rato, a fuerza de oírlo, él también repetía las lecciones, y casi se cortó los dedos de tanto reírse—. ¡Dios mío! Si sigo así voy a aprender a hacer una auditoría —exclamó, mientras Wei Wuxian se moría de risa.
Un rato después, se sentaron a cenar. El secretario, con sus lecciones aprendidas, estaba mucho más tranquilo y pudo disfrutar de los platillos de su jefe:
—Debo confesarle que no le tenía mucha fe, Señor Gerente, pero es un muy buen cocinero. Está todo exquisito… ¡Lo felicito!
Lan WangJi, satisfecho, lo vio devorar su comida con gusto:
—Dime una cosa, Wuxian, ¿hasta cuándo me vas a tratar de usted?
El chico lo observó, un poco asustado:
—Pero, ¡Señor Gerente…! ¡Lan WangJi...! Yo no puedo… ¡Su tío…!
—¡¿Mi tío, qué?! —lo interrumpió WangJi—. ¡Él no puede controlar todo en mi vida! Creo que ya no somos solo jefe y empleado. Somos amigos, ¿no es cierto? Y si a él no le gusta que sea amigo de mi secretario, ¡me importa un cuerno!
¿Acaso el menor de los Lan se estaba rebelando? Wei Wuxian vio un nuevo fuego en los ojos de su jefe mientras hablaba de su tío. Por primera vez, WangJi estaba dispuesto a hacer cumplir su voluntad por encima de las opiniones del mayor.
—Está bien —le dijo—, pero con una condición.
—¿Cuál?
Wei Wuxian suspiró: estaba seguro de que su jefe lo iba a mandar al diablo, pero después de meses de estar a su lado y comprobar la clase de persona que era, le daba pena que no pudiera ser feliz:
—Que no se case con Wen Qin...
—¡Wei Wuxian!
—¡No se enoje, Señor Gerente! —El chico, previendo la indignación de su jefe, lo miró con ojos de cachorro abandonado y le hizo un puchero totalmente falso.
Lan WangJi en la vida había visto semejante atrevimiento, y se le cruzó la imagen del día en que el secretario le tiró el café encima y le arruinó el traje, y encima le había gritado, reclamando el desayuno. No pudo evitar sonreír:
—Wei Wuxian, eres tremendo... Pero no puedo enojarme contigo.
—¿En serio no está enojado? —le preguntó el secretario, con una luminosa sonrisa.
—Estás... estás...
—¿Vas a desistir de casarte con esa mujer?
—¡Wei Wuxian!
—¡Entonces lo seguiré tratando de usted! ¡Y le diré Señor Gerente!
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Mi Secretario
Fanfic-No sé quién se atreverá a tomar ese puesto. Tendremos que buscarte un secretario que no te conozca. Tal vez en otra ciudad... -Lan XiChen se rió de su propia ocurrencia. -Hay alguien. -Lan WangJi no se había olvidado de la soberbia con que lo había...