Habían pasado unos años desde aquel día en que Wei Wuxian, suspendido de su trabajo por Lan Qiren, planeó irse de la ciudad antes de que Lan WangJi se diera cuenta de sus intenciones. Con su dolor a cuestas, y sin saber qué iba a ser de su vida, se mudó a una ciudad lejana en donde intentó comenzar de nuevo. Lo primero que hizo fue cambiarse el nombre: pasó a llamarse Wei Ying, para evitar que WangJi lo rastreara.
Decidido a culminar sus estudios de licenciado en contaduría, que ya llevaba por la mitad, había vivido casi en la miseria, alquilando un pequeño y ruinoso cuarto y ahorrando en lo que podía para pagarse la carrera, mientras trabajaba como asesor contable en una empresa automotriz.
En la universidad había conocido a Li Zhang, un conocido auditor público, que había ido allí a dar unas charlas. El hombre mayor notó la inteligencia y capacidad de trabajo del chico: le dio su tarjeta y le dijo que lo llamara cuando estuviera recibido.
Ya con su título, Wei Ying fue a ver al hombre, que le consiguió un puesto en la empresa de auditoría de la cual era encargado, y que trabajaba para el gobierno. Al ver su profesionalismo y entrega al trabajo, Li Zhang se dio cuenta de que no se había equivocado con él, y lo convirtió en su asistente y aprendiz. Después de un año, Wuxian había progresado en todos los sentidos: ya no tenía problemas económicos y podía ayudar a sus padres, y también se había transformado en la mano derecha de Li Zhang.
Pero no era feliz: sabía que iba a romper el corazón de alguien a quien quería mucho, porque desde hacía años estaba planeando su venganza: cuando a la oficina de auditorías llegó la orden de investigar a Lan Enterprises, porque habían descubierto las maniobras corruptas de un funcionario del gobierno, que en su confesión dijo que recibía sobornos de varios empresarios, entre ellos Lan Qiren, para avisarles con anticipación que iban a ser auditados, el chico vio su oportunidad. Solo por el soborno podían inculpar al Presidente, pero Wei Ying y Li Zhang iban por más: querían saber qué negocios fraudulentos ocultaba. Wei Ying tenía intenciones de poner a Lan Enterprises de cabeza y buscar hasta en los últimos rincones algo que le sirviera para mandarlo a la cárcel.
Lamentó que Lan XiChen se hubiera transformado en el dueño de la mitad de la empresa, porque ya no le importaba nada: su único deseo era ver a Lan Qiren destruído, aún a costa de destruir a Lan Enterprises en el proceso.
En los días que siguieron, hizo que le trajeran hasta el último estado contable de la empresa, y encontró unas cuantas incongruencias: Lan Enterprises iba a tener que pagar varias multas, pero el contador no encontró nada para acusar al Presidente. Tal vez el hombre estaba haciendo sus negocios afuera.
Wei Ying tenía que hacer algo que no quería: entrevistarse con Lan XiChen, el otro dueño.
***
El mayor de los hermanos Lan sabía que se estaba haciendo una auditoría en su empresa, pero se había despreocupado: lo suyo era la informática, y su tío siempre se encargaba de los asuntos administrativos. Si tenía que firmar algún papel, iba cuando lo llamaban.
—Señor Gerente, uno de los auditores está aquí para entrevistarse con usted —le avisó su secretaria.
—Hazlo pasar —le respondió XiChen. Cuando vio entrar a Wuxian a su oficina, se asombró primero y después se puso feliz:
—¡Wei Wuxian...! ¡Eres tú!
—Ha pasado mucho tiempo, XiChen... —El chico lo saludó a su vez, algo cortante.
—Pero, ¿tú eres uno de los auditores? Entonces, ¿lograste recibirte?
—Sí. Ahora soy contador público.
—¡Vaya! ¡WangJi se pondrá loco de alegría cuando se entere! —XiChen extendió la mano hacia su celular con intención de llamar a su hermano, pero Wei Ying lo detuvo con un gesto:
—Prefiero que él no se entere de que estoy aquí.
—Pero, ¡Wuxian…!
—Solo estoy de paso; en pocos días volveré a mi ciudad, XiChen. No le avises. Es mejor así.
Lan XiChen miró a Wei Wuxian sin poder creer en lo que le pedía. El chico ya no era el mismo: su sonrisa cálida y sus ojos llenos de chispas ahora eran una mueca de compromiso y una mirada fría y huidiza.
—¿Qué te pasó, Wei Wuxian...?
No recibió respuesta a esa pregunta, pero sí un pedido que sonó como una orden:
—Necesito acceder a tu computadora, Lan XiChen.
***
Lan WangJi estaba en su oficina, cuando su celular sonó: era el número de la oficina de XiChen.
—¿Qué necesitas, hermano? —preguntó.
Pero no le respondió el mayor, sino su secretaria, que apenas podía hacerse entender por los sollozos:
—Señor WangJi… El Señor Gerente...
—¿Qué pasa? ¡¿Dónde está mi hermano?!
—Vino la policía, señor... y lo detuvieron...
Wei Ying había descubierto por fin el secreto de Lan Enterprises, pero no era precisamente lo que esperaba: desde hacía años, la empresa se dedicaba a hacer préstamos de dinero con intereses altísimos. Eso configuraba un delito penal: la usura. Pero, por desgracia, todas las pruebas de la acción delictiva apuntaban a XiChen. Lan Qiren no había firmado un solo documento que lo involucrara en el delito; su sobrino, en cambio, había firmado varias autorizaciones para efectuar préstamos.
WangJi, desesperado, trató de conseguir abogados e investigadores que probaran que su hermano era inocente, pero con los resultados de la auditoría y las pruebas del acto delictivo, las puertas de Lan Enterprises se cerraron para hacer una búsqueda a fondo, y nadie pudo acceder a sus archivos.
Lan XiChen quedó detenido e incomunicado.
***
Lan Qiren estaba solo en su casa. Desde hacía días, no tenía otra cosa que hacer más que pensar en la forma en que su vida se había dado vuelta. Su lucrativo negocio se había visto interrumpido por Wei Wuxian, ese don nadie que había logrado encumbrarse hasta un puesto en donde podía representar un peligro para él. Por lo menos se había cuidado bien de que su nombre no quedara asociado con algún delito: XiChen era demasiado confiado y no leía lo que firmaba.
La intención de Qiren no era que su sobrino terminara en la cárcel –pagaba un buen dinero para que le avisaran cuándo lo iban a auditar, y así esconder todo rastro de su negocio paralelo–, pero nunca se esperó que descubrieran las maniobras del funcionario corrupto.
***
Lan WangJi no quiso ir a ver a su tío, porque sabía que era inútil: solo iba a recibir destratos, y no lograría nada que sirviera para ayudar a su hermano.
Lo único que podía hacer era hablar con el auditor que había encontrado las pruebas contra XiChen, y tratar de decirle lo que sabía. No estaba seguro de lograr algo, pero no podía hacer otra cosa:
—Wei Ying. Así se llama ese hombre. Debo localizarlo.
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Mi Secretario
Fanfiction-No sé quién se atreverá a tomar ese puesto. Tendremos que buscarte un secretario que no te conozca. Tal vez en otra ciudad... -Lan XiChen se rió de su propia ocurrencia. -Hay alguien. -Lan WangJi no se había olvidado de la soberbia con que lo había...