Capítulo 20- Malentendidos

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—¡¿Qué haces aquí, Lan WangJi?! —preguntó Wuxian, con frialdad, mientras cerraba apresuradamente su bata.

Aquella piel que había visto años atrás en la playa y el cabello húmedo de Wuxian, recién salido de la ducha, colmó la imaginación de WangJi de imágenes perturbadoras: el agua corriendo por su cuerpo; el vapor de la ducha, sus manos sobre él… Intentó mirarlo a la cara y decirle algo, pero la voz no le salió.

—¿No piensas hablar? —le preguntó Wei Wuxian, tratando de que no se notara lo apenado que estaba.

—Yo... ¿Por qué fuiste a mi casa? —WangJi hubiera querido preguntarle por qué justo había elegido un momento en el que no estaba, para ir a su casa, pero no se atrevió. 

—Sólo fui a entregarle unos datos a tu hermano.

—Él ya me dijo lo que le diste. —WangJi recordó repentinamente el motivo de su visita—. ¿Qué te traes entre manos, Wei Wuxian? ¡No se te ocurra incriminar en otra cosa a mi hermano!

—Piensa lo que quieras. Ahora vete, que tengo que descansar.

—No. —WangJi quería saber de una vez por todas por qué Wei Wuxian se había vuelto la clase de persona que era. Sostuvo la puerta que el menor estaba intentando cerrarle en la cara, y entró a la habitación. El menor retrocedió, sorprendido:

—¡¿Se puede saber qué demonios estás haciendo?!

—Quiero saber la verdad. Si yo te prometí que te cuidaría, ¿por qué te fuiste? ¿Y por qué ahora nos tratas como tus enemigos, si no te hicimos nada?

—Yo vine a hacer mi trabajo.

—¡Tú viniste por tu venganza! ¡Planificaste ésto con todos los detalles, y seguiste adelante aunque sabías que ibas a perjudicar a XiChen...!

—Puede ser...

—¡¿Pero qué te pasa, Wei Wuxian?!

—Wei Ying. Ahora soy Wei Ying. —Wuxian no quería mirarlo: la confusión y el dolor de los ojos de WangJi eran difíciles de soportar—. Tuve que olvidarme de todo y empezar de cero. Hasta me cambié el nombre para que no me encontraras. Eres un Lan, el sobrino de mi peor enemigo. Tú y yo ya no podíamos ser amigos…

—¡Pero qué dices, Wei Wuxian... Wei Ying! —WangJi estaba cada vez más confundido—. Sabes que yo también corté con él. ¿De qué me estás acusando?

—De lo único que puedo acusarte… —Wei Ying estaba seguro de que entre él y WangJi ya no había perdón ni vuelta atrás. No quería volver a verlo y reavivar su dolor: debía cortar su vínculo con él en ese instante—, …es de tener la misma sangre que Lan Qiren...

—¡Wei Wuxian…! —Lan WangJi lo miró, dolido. No pudo leer en la fría expresión del chico el dolor, la soledad y la pérdida que había soportado durante largos años, y por qué había construido una coraza a su alrededor, alejando a todo el mundo, incluso a él. Tampoco pudo leer en esa mirada que, oculto muy adentro del corazón de Wei Wuxian, yacía un amor apasionado y doloroso, que el chico intentaba olvidar con todas sus fuerzas:

—Será mejor que te vayas.

WangJi ya no volvió a mirarlo mientras abría la puerta de la habitación. Podría haberle dicho un montón de cosas antes de irse, pero ya nada valía la pena. El fuerte portazo retumbó en los oídos de Wuxian, que dio unos tambaleantes pasos hacia atrás, hasta que logró sujetarse de algo.

                        ***

Wei Ying desayunaba con Li Zhang, que hablaba con entusiasmo de sus hallazgos en la auditoría:

—¿Te das cuenta, muchacho, de lo que hiciste aquí? Descubriste una maniobra importantísima: estafas, usura, y vaya a saber cuántas cosas más van a surgir después de la investigación policial. ¡Vas a recibir un ascenso! 

Wei Ying apenas lo escuchaba, sumergido en su mundo. Casi no había podido dormir después de la difícil charla con Lan WangJi. 

—Es mejor así...

—¿Lo qué es mejor así? —le preguntó su jefe, extrañado porque el chico no parecía contento a pesar de su gran logro. 

—Nada, Li Zhang. Nada...

—Es más difícil cuando se transforma en algo personal, ¿verdad, muchacho? —El mayor sabía, por experiencia, que las venganzas a veces se daban vuelta y lastimaban al propio ejecutor.

—Nada resulta como uno lo planea. En mi caso, lo que yo quería se cumplió en parte. Pude descubrir una maniobra delictiva, pero no relacionar a Lan Qiren con los delitos más graves, y terminé perjudicando a sus sobrinos...

—Tampoco te preocupes por eso. El delito de Lan XiChen es económico, y primario. Si logra probar que actuó de buena fe por confiar en su tío, tal vez ni siquiera vaya a la cárcel. Pero el otro sobrino no tiene nada que ver con Lan Enterprises... ¿En qué lo perjudicaste?

—En nada… —Wei Wuxian luchó para que no se le saltaran las lágrimas, pero Li Zhang pudo notar su tristeza. 

Un par de días después, el trabajo de los auditores había concluido, y se estaban preparando para marcharse de la ciudad. El mayor pidió un taxi para ir al aeropuerto, y Wei Ying lo acompañó, en silencio. Sumergido en sus pensamientos, el menor no se dio cuenta de que el taxi dobló en una esquina y se desviaba de su ruta. 

—Deténgase aquí —dijo Li Zhang, de pronto. Estaban frente a un edificio de oficinas que tenía un cartel en la entrada: 

«LZ, publicidad y marketing».

—¿Qué es esto? —preguntó Wei Ying, mirando, extrañado, a su superior.

—Es la empresa de Lan WangJi. Entra ahí, chico, y aclara las cosas con ese hombre, o vas a arrepentirte toda la vida.

                          ***

—Señor Lan, hay un caballero afuera, que desea verlo.

Wei Ying no sabía qué hacía en la oficina de Lan WangJi. Solo había obedecido a Li Zhang y había entrado allí como hipnotizado, y ahora soportaba como podía su mirada llena de reproches. 

—¡Wei Wuxian…!

—Yo... Lan WangJi... Me estoy yendo de la ciudad...

—¿Qué haces aquí?

—Yo... quería despedirme... —Wei Ying se arrepintió dos segundos después de decir esas palabras, e intentó huir.

—¡Espera! —el grito de Lan WangJi lo dejó congelado en su sitio—. ¡No te vayas!

—Pero... Yo destruí todo... —Wuxian no se atrevió a enfrentar a ese hombre y ver otra vez su rechazo. Pero WangJi no quería rechazarlo: había sentido en su voz algo de aquel chico del pasado, y se levantó de su escritorio para ir a su lado:

—No, todo no...

Wei Wuxian se abrazó a él con fuerza, y descargó sobre su pecho toda la angustia que había acumulado por años.

Mi SecretarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora