Capítulo 7- Trampa de alcohol

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La piel de jade de Lan WangJi, mojada por el agua del mar, era un espectáculo digno de verse. Wen Qin trató de ir tras él y disfrutar más de cerca la belleza de su prometido. A lo lejos y desde una reposera, Wei Wuxian miraba el horizonte, intentando que sus ojos no se fueran sobre la tersa piel y los exquisitos músculos de su jefe, que se iba adentrando en el agua mientras trataba de esquivar las salpicaduras de su prometida, que gritaba y saltaba ante el contacto con el agua fría.

—El clima está estupendo, ¿verdad, Wuxian? —le preguntó Jin Meimei, sentada a su lado.

—Sí, es hermoso... —respondió el chico, sin sacar los ojos de Lan WangJi—. Digo, está precioso —se corrigió, algo avergonzado.

—¿Vamos al agua?

Wei Wuxian no lo pensó dos veces, y aceptó la invitación de la chica. No pensaba delatarse delante de su jefe, pero podía observarlo un poco sin que él se diera cuenta. Total, no hacía nada malo si solo miraba.

Wuxian había tenido un par de parejas femeninas, pero cuando conoció a un bello chico, compañero de estudios, se enamoró de él. Esa relación se había terminado, pero marcó para siempre su preferencia sexual. Sabía que pensar en un hombre como Lan WangJi estaba  prohibido: por un lado, su trabajo y su estabilidad económica dependían de él, y aparte estaba comprometido. Con lo rígido que era, si se llegaba a enterar de su orientación sexual, seguro que lo echaba a la calle.

—Pero es tan lindo...

—¿Dijiste algo? —le preguntó Meimei.

—No, no, nada.

Wei Wuxian se quitó la playera, sin darse cuenta de las codiciosas miradas de la chica. Riendo, los dos se metieron al agua.

Lan WangJi no estaba por ningún lado: Wen Qin, sola y cubierta hasta la cintura por el agua que apenas se movía, observaba, pensativa, el mar que el sol de la tarde hacía brillar con intensos tonos de plata.

—¿Dónde está tu novio? —le preguntó Meimei.

La chica frunció el ceño y estiró su mano, señalando hacia el horizonte. Wei Wuxian llegó a ver los brazos de su jefe, que nadaba alejándose de ellos. 

La descortesía de Lan WangJi hacia su prometida avergonzó al secretario: era evidente la falta de interés que su jefe tenía por Wen Qin, y el chico no pudo entender por qué seguía comprometido con ella y no se imponía ante su tío. Intentó distraerla, jugando con el agua y mojando un poco a Meimei, que gritó y la salpicó también a ella. Unos segundos después los tres estaban empapados, tirándose agua y riendo a carcajadas.

—¡Wuxian, vas a ahogarme! —gritó Qin.

El chico, empapado y con los ojos cerrados, tiraba agua para todos lados, intentando defenderse, hasta que notó que ya nadie le tiraba agua a él. Cuando abrió los ojos vio a Lan WangJi, con los ojos cerrados y un gesto de furia: todo ese tiempo lo había estado mojando a él.

—Tú… —gruñó WangJi. Wuxian pensó que la presencia de las chicas era lo único que lo salvaba de morir ahogado a manos de su jefe:

—¡Volviste! —le dijo, con tono alegre, mientras esbozaba la más luminosa e inocente de sus sonrisas.

WangJi resopló mientras le lanzaba una mirada furiosa, pero sus ojos se desviaron al cuello y los hombros de su secretario. No pudo dejar de mirar hasta que llegó a la delgada cintura del chico, que se perdía en el agua. Sus orejas, a pesar del frío del mar, se pusieron rojas, y Wei Wuxian casi se le rió en la cara:

«Tan avergonzado…», pensó. «Si fuera por él, habría venido a la playa de saco y corbata».

WangJi salió del agua y se fue a las reposeras, sin hablarles. Wen Qin se quedó furiosa pero no lo siguió: para disimular, siguió en el agua con Jin MeiMei, y Wei Wuxian, por cortesía, se quedó con ellas.

Un rato más tarde, cuando el sol estaba comenzando a bajar y teñía de rosa las escasas nubes del cielo, los tres salieron del agua y se unieron a WangJi en las reposeras. 

—¿Vamos a pedir unos tragos? —sugirió Meimei, y el secretario aprobó la idea. Qin pidió un trago, y cuando le preguntaron a WangJi qué quería, respondió que una cerveza sin alcohol.

—¿Sin alcohol? —preguntó Wei Wuxian, extrañado.

—No puedo beber, ¿acaso no lo recuerdas? —WangJi le hizo un imperceptible gesto, que hizo recordar al chico que, si quería parecer su amigo, debía conocer ese detalle. 

—¡Es verdad! ¡Me había olvidado! ¡jaja! —La desfachatez de Wei Wuxian era total, y la facilidad que tenía para salir del paso, aún mayor. Después de hacer alguna broma trivial para disimular el momento de confusión, se fue hacia el bar con Meimei. 

Pero Wen Qin los siguió, y cuando el secretario pidió la cerveza sin alcohol para su jefe, ella le dijo que se iba a encargar de llevársela.

—De acuerdo. —Un rato después, los cuatro estaban tomando sus bebidas.

—Que gusto raro tiene esta cerveza… —comentó WangJi, observando su vaso. 

—Es una marca artesanal que venden aquí. Te elegí la que no tiene alcohol. Es un poquito fuerte, pero de muy buena calidad —le respondió Qin.

WangJi, que no sabía nada de cervezas artesanales, la tomó, confiado, y un rato después comenzó a actuar raro. Cuando festejó uno de los estúpidos chistes de Wei Wuxian, el chico se dio cuenta de que estaba borracho:

—Qin, ¿la cerveza de WangJi tenía alcohol? —le preguntó a la chica, que sonrió antes de responder:

—Ustedes no le van a decir nada, ¿verdad? —Después tomó al atontado WangJi de la mano, y tiró de ella para hacer que se levantara de la reposera. El hombre obedeció, pero era evidente que no sabía ni dónde estaba, de tan borracho—. Meimei, te voy a pedir que no vayas a nuestra habitación por un par de horas... —le dijo a su amiga, mientras le hacía un guiño cómplice—. Pueden ir a cenar.

Meimei estaba muerta de risa, pero en Wuxian se encendió una alarma: lo que iba a suceder no era bueno, pero él no tenía idea de cómo hacer para detenerlo.

Mi SecretarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora