Capítulo 26- Falta de confianza

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Lan Qiren había jugado muy bien sus cartas: decidido a acabar con la reputación de Wei Wuxian, le había hecho una denuncia ante la empresa de auditorías, alegando que el chico lo había investigado para buscar pruebas de delitos económicos, pero que su trabajo no tenía validez por sus problemas personales contra él. Había aportado como prueba la suspensión de tres días después de que Wei Wuxian lo había insultado, y aparte, aunque no tenía la seguridad pero sí la corazonada de que algo había entre él y su sobrino, deslizó en la denuncia lo de la relación amorosa trunca como otro motivo de Wuxian para estar enojado con él.

El comienzo del romance entre él y Lan WangJi era un secreto que solo sabían cuatro personas: ellos dos, XiChen y Li Zhang, y nadie había hablado. Pero el menor no tenía modo de saberlo y, creyendo que Lan WangJi lo había seducido por venganza, solo pudo maldecirse por haber sido tan tonto de caer en la trampa de ese hombre, que había sido capaz de conquistarlo y acostarse con él, con la intención de traicionarlo.

Wei Ying se sentía horrible. Se odió por ser tan débil y seguirle el juego a Lan WangJi, sabiendo que aún estaba enojado con él por incriminar a su hermano:

—¡Soy un completo idiota! ¡Solo me usó para vengarse...!

Cuando llegó a su apartamento, con una caja que contenía las pertenencias que había sacado de su oficina, se volvió a sentir igual a aquella vez, más de cuatro años atrás, cuando, solo e indefenso, se había tenido que enfrentar al mundo casi sin armas. Pero ahora peor: seguro de que lo iban a despedir después de la investigación, su legajo iba a quedar manchado, y su carrera, inútil. Iba a tener suerte si podía trabajar en algún sector de servicios. 

Aún le quedaba algo de dinero que tenía ahorrado; por unos meses podría seguir manteniendo a sus padres. Pero después no tenía idea de qué iba a ser de sus vidas, aunque de lo que sí estaba seguro era de que no quería saber nada de los malditos Lan: bloqueó y luego eliminó los contactos de XiChen y de WangJi. Llorando de rabia, intentó borrar todos los indicios que pudieran conectar su vida con la de los Lan. Pero no pudo desconectar a su cerebro, que aún recordaba la pasión y la entrega de Lan Zhan, y su amor tan bien fingido, sin poder creer en la maldad que podía albergar ese hombre.

                        ***

WangJi sabía que Wei Ying trabajaba mucho, y prefería no molestarlo durante el día. Esperaba a la noche, que era el momento en que podían hablar tranquilos. Una noche el chico no lo llamó, y cuando él intentó comunicarse no pudo hacerlo. Al día siguiente le pasó lo mismo y, nervioso, comenzó a enviarle mensajes que tampoco obtuvieron  respuesta. 

A esa altura estaba más que preocupado, e hizo lo único que se le ocurrió: llamar a Li Zhang. Pero cuando le preguntó al mayor si Wei Ying estaba bien, todo se volvió una pesadilla:

—¡¿Todavía te atreves a llamar para preguntar por Wei, Lan WangJi?! ¡Qué cinismo!

—¡Espera! ¿Qué...? —Pero el hombre le cortó el teléfono, y ya no volvió a atenderlo.

WangJi no tenía forma de averiguar algo, y en un momento de desesperación buscó el número de la empresa donde trabajaba Wei Ying. Sabía que era un atrevimiento de su parte, pero ya no tenía opciones. Le pareció extraño que lo derivaran con un funcionario que le hizo un montón de preguntas, sin decirle qué había pasado con su pareja.

Lan WangJi mantuvo un obstinado silencio, sin responder las extrañas preguntas que intentaban indagar en el pasado de Wei Ying como su secretario, su relación con sus familiares, y hasta alguna pregunta más personal acerca de ellos dos.

Algo malo había ocurrido, eso era evidente, y ese funcionario de la empresa de auditorías no estaba dispuesto a decirle nada. WangJi le cortó el teléfono con un movimiento brusco, y luego llamó a su secretaria:

—Necesito que me saques un pasaje de avión, urgente.

Al otro día, cuando Li Zhang estaba en su oficina de la empresa de auditorías y vio entrar a Lan WangJi, se dio cuenta, por su rostro desencajado, de que tal vez él no había sido el responsable de la desgracia de su aprendiz.

—¡¿Dónde está Wuxian?! —WangJi dio un sonoro golpe con su mano abierta, en el escritorio del mayor, que saltó por la sorpresa:

—Tranquilízate, —le respondió—. Te lo explicaré todo…

                         ***

WangJi estaba furioso:

—¡¿Pero cómo Wuxian puede pensar que yo sería capaz de hacer algo así?! ¡¿Es estúpido o qué?! ¡Dame la dirección de su apartamento, Li Zhang!

—Es inútil. No quiere abrirle a nadie. Yo voy todos los días, y siempre me grita a través de la puerta que me vaya, que no necesita nada...

—¡A mí me va a abrir o le voy a tirar la puerta abajo! ¡Dame la dirección!

                        ***

Wei Ying solo quería dormir. Hacía varios días que estaba así: casi no había comido, y estaba empezando a debilitarse. Pero eso no le importaba. A veces sentía la voz de Li Zhang que le gritaba a través de la puerta, y él le decía que se fuera, sin dejarlo pasar. No quería hablar con nadie.

Pero ese día, todo fue distinto: unos estruendosos golpes a su puerta lo hicieron saltar del susto, y al mismo tiempo escuchó unos gritos furibundos:

—¡Wei Wuxian! ¡Abre la puerta!

«No puede ser...», pensó el chico, confundido. 

—¡Voy a contar hasta tres y tiraré tu puerta abajo, Wei Wuxian!

«¿Es Lan Zhan...?».

—¡Uno!

«¿En mi apartamento...?».

—¡Dos!

«Pero...».

Nunca sintió el número tres, solo un golpe aún más fuerte, y su puerta, aunque no cedió, hizo un ruido terrible: un golpe más de esos la arrancaría de cuajo. Wei Ying refirió abrir, dispuesto a enfrentar a ese maldito y echarlo, si podía.

Pero no tuvo tiempo de nada: apenas abrió la puerta, Lan WangJi se abalanzó sobre él y lo inmovilizó contra una de las paredes de su apartamento:

—¡Wei Wuxian! ¡¿Qué demonios le pasa a esa cabeza tuya?! ¡¿Cómo pudiste pensar que yo iba a traicionarte?!

—Lan Zhan...

—¡No me llames así! ¡Ya no tienes derecho a usar ese nombre! —Furioso, WangJi lo soltó, y el chico se tambaleó y casi se fue al suelo.

Recién ahí WangJi pudo notar el lamentable estado en el que se encontraba: pálido y ojeroso, bastante más delgado, Wuxian era una sombra con unos ojos nublados por las lágrimas. Toda su furia se evaporó al instante:

—Wuxian... —Cuando por fin se acercó a él para sujetarlo, el chico se aflojó y los dos cayeron juntos, sentados en el suelo.

Tan disgustado como él, WangJi lo levantó y lo ayudó a llegar hasta un sillón. Wuxian ya no tenía fuerzas, y no podía ni mirarlo: el hecho de que su pareja hubiera ido tras él y que ahora estuviera en su casa, reprochándole, con el rostro endurecido, su falta de confianza, lo hizo comprender que se había equivocado. Su disgusto se iba de a poco, pero luego se instaló en él el miedo: Lan Zhan difícilmente iba a perdonarlo esta vez.

Mi SecretarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora