Capítulo 33- Los costos del amor

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Lan WangJi había recuperado su libertad unas semanas atrás, y se hallaba en la oficina de su empresa, cargado de trabajo: trataba de levantar de nuevo el negocio, que casi había colapsado en los meses en que había estado en la cárcel. 

Sus extensas jornadas de trabajo lo ayudaban a no pensar en todo lo que había ocurrido: después de hablar con él en la cárcel y enterarse de los viejos enconos que tenía Lan Qiren contra su madre, Wei Ying volvió a su ciudad y a su trabajo con la única intención de presionar una investigación más exhaustiva sobre la empresa farmacéutica asociada a LanShuei Inc, lugar que se había revisado pero del que no se había hallado algo fuera de regla.

Wei Ying se había quedado con un mal sabor de boca, seguro de que allí se escondía algo. Pero en ese momento no había podido hacer nada, porque el juicio se centraba en los préstamos que solo se realizaban a través de Lan Enterprises. 

Al chico le parecía extraño que, habiendo encontrado bastantes irregularidades en los pagos de impuestos de la empresa de los Lan, la otra empresa formada con Shuei Fan tuviera todos sus impuestos al día. 

Cuando por fin, y gracias a su insistencia, se le hizo una investigación más profunda a la empresa farmacéutica, se descubrieron una cantidad de cosas: en ese lugar se escondía el principal negocio de Lan Qiren, que incluía estafas y transacciones fraudulentas con medicamentos, que le proporcionaban enormes ganancias al venderse con sobrecostos astronómicos.

Shuei Fan ya no pudo ocultarse: perdido como estaba, y enfrentado a una larga pena en prisión, confesó todo para achicar su sentencia. Él sabía que Lan Qiren había manipulado a su sobrino mayor, y que le había hecho firmar documentos que XiChen no había leído, porque confiaba  en él.

También salió a la luz la traición de la madre de los hermanos Lan. El corazón de WangJi se rompió al saber que ese secreto, que él no quería que su hermano supiera, había sido revelado por Wuxian para establecer una razón del odio de Qiren hacia sus sobrinos.

Lan WangJi fue liberado a pesar de que le había mentido a la corte, y por eso obtuvo una buena reprimenda del juez, aunque no se levantaron otros cargos contra él porque ya había estado unos meses en la cárcel, y porque se entendió que todo lo había hecho para proteger a su hermano. Lan XiChen también quedó libre de culpa, porque se consideró que había sido una víctima de su tío. Qiren enfrentaba largos años de cárcel por la acumulación de crímenes, y ahora iba a estar solo para meditar sobre sus acciones, y tal vez con el tiempo aprender a perdonar.

Cuando el menor de los Lan salió de la cárcel, solo su hermano lo esperaba en la salida: Wei Ying, sabiendo que había destrozado a todos los Lan por igual con tal de cumplir con su cometido de liberarlo, se había marchado de la ciudad sin atreverse a verlo.

A XiChen le había caído muy mal la decisión de su hermano de ocultar un secreto tan terrible, y para colmo de males se había enterado de todo en pleno juicio. Aunque después de una larga charla con WangJi pudo entender sus razones, embargado por la pena y la culpa, utilizó el dinero que le quedó después de la venta de su parte de la ya casi liquidada Lan Enterprises para irse del país: no se encontraba en condiciones de enfrentar su pasado, y creyó que lo mejor era poner tierra de por medio y comenzar de nuevo. La despedida con su hermano fue dolorosa: el menor le hizo prometer que algún día volvería:

—No lo sé, hermanito. En este momento no sé qué voy a hacer con mi vida, pero quiero irme lejos.

—Voy a extrañarte mucho, XiChen. Por favor, mantente en contacto.

—Lo haré. No te preocupes.

Finalmente el mayor se marchó, y su hermano menor se quedó con la sensación de que aunque el tiempo pasara y las heridas se fueran sanando, las cosas nunca iban a ser como antes.

                           ***

En la oficina de auditorías del estado, al principio no habían podido comprender la insistencia de Wei Ying de buscar maniobras fraudulentas en la empresa farmacéutica. Pero después de que se descubrieron los importantes delitos financieros y penales que se cometían en ese lugar, el prestigio del joven auditor se fue hasta las nubes. 

—He perdido a mi asistente... —le dijo Li Zhang, sonriente, mientras levantaban una copa de champagne en la reunión que habían organizado sus compañeros para celebrar su ascenso. 

—Tú tienes mucha más experiencia que yo, y siempre voy a necesitar de tu consejo, Li Zhang...

—Yo puedo saber, pero tú tienes un olfato impresionante para descubrir los fraudes, y eso en nuestro trabajo se valora aún más que la experiencia. —El hombre tenía una duda, y aprovechó la charla para tratar de averiguar—. Y sin ánimo de cambiar de tema, ¿cómo está Lan Zhan? 

La cara de Wei Ying cambió al instante: nunca le había dicho a su ahora ex jefe que había actuado en contra de los deseos de su pareja, y que nunca más había vuelto a verlo desde aquella vez en la cárcel, cuando WangJi le había contado su secreto familiar.

—Supongo que bien —le respondió, con la voz apagada—. No lo sé.

—¿Pero qué pasó, muchacho? ¿Acaso están peleados?

—Nuestra relación se terminó, Li Zhang. —Su enronquecida voz lo delató, y el mayor pudo ver cómo se sujetaba las manos, para evitar que temblaran.

—Ven, vamos para afuera. —El mayor lo tomó de un brazo, para sacarlo de la oficina—. Debes contarme todo lo que pasó.

Después de que Wei Ying le confesó toda la destrucción que había provocado en la familia Lan por su deseo de liberar a WangJi, y que se había enterado de que XiChen se marchaba del país porque, a pesar de todo, el mayor de los hermanos Lan había tenido el gesto final de llamarlo para despedirse, Li Zhang solo pudo observarlo con asombro:

—Aunque tus motivos fueron buenos, ¡qué maldito lío que hiciste, Wei Ying!

A pesar de su tristeza, Wuxian le respondió al mayor, con voz firme:

—Lan Zhan está libre. Eso es lo único que debe importarme.

                         ***

Tarde en la noche, Lan WangJi llegó a su casa, a la que solo iba a dormir. Pasó por el costado de su sala prácticamente sin mirarla. No quería recordar los momentos en que su familia había estado allí, ni las risas de los cuñados que festejaban una broma o competían para ver quién bebía más. Todo eso se había terminado. 

Ya no tenía familia; la soledad era su única compañera.

Mi SecretarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora