Capítulo 21- Maniobras del destino

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Cuando Wuxian comenzó a hablar, ya no pudo detenerse:

—Yo quería quedarme, Lan WangJi, ¡no sabes cuánto lo quería! Pero tu tío conspiraba contra mí, y cuando por fin logró que perdiera el control y me suspendió, me di cuenta de que no iba a parar hasta despedirme y manchar aún más mis antecedentes laborales…

—Wuxian… Cálmate.

—¡No pude hacer otra cosa más que irme, WangJi! Aunque se me rompió el corazón… Me instalé en una ciudad lejana y me cambié el nombre para que no me encontraran. Pasé muy mal, pero estaba decidido a estudiar y trabajar para culminar la carrera, y de a poco logré mejorar, por lo menos en lo económico…

Lan WangJi lo abrazó más fuerte, pero el chico era como una compuerta abierta, soltando a borbotones todo lo que llevaba atorado en el corazón: 

—Todos estos años esperé mes tras mes tus mensajes, pero no los podía responder porque no quería que me buscaras. Estaba seguro de que un día te ibas a cansar y no ibas a escribir más, pero nunca pensé que aguantarías tanto tiempo, aunque igual me dolió cuando enviaste tu último mensaje. ¡Me sentí tan solo, y te extrañé tanto…!

Lan WangJi suspiró, sin soltarlo:

—Wuxian... Yo te habría protegido si te hubieras quedado conmigo...

El chico se separó de él para mirarlo a la cara, mientras se secaba las lágrimas con un poco de brusquedad.

—¿No lo entiendes? ¡No podías protegerme! ¡Tu tío hacía lo que quería, incluso mandarte a trabajar a la calle, primero a ti y después a tu hermano, para que yo me quedara solo! ¿Cuánto tiempo pensaste que iba a aguantar  la presión y los insultos de ese hombre? 

—Ese fue un error de nuestra parte. Nunca se me ocurrió que el tío podría sacarnos a los dos al mismo tiempo… —musitó WangJi, que había levantado los brazos para volver a sujetarlo, pero ante sus palabras lo soltó y miró al suelo, abatido—.  Lo siento mucho, Wei Wuxian. Tienes razón. No supe protegerte... 

—Ya no pienses en eso. Todo es demasiado difícil. Yo... yo debo irme, o perderé mi vuelo. —Wei Ying pensaba que aunque existieran sentimientos entre ellos, cuando llegaran los juicios contra XiChen y  Lan Qiren iba a ser llamado a declarar, y así añadiría otro motivo para que Lan WangJi lo detestara. Trato de salir de la oficina.

—No. —WangJi lo sujetó por los hombros. No iba a dejarlo ir con tanta facilidad.

Wei Ying se revolvió, incómodo, y trató de zafarse, pero el agarre era muy fuerte y apenas logró moverse:

—¡¿Qué estás haciendo?! ¡Suéltame! ¡Debo irme…!

Pero las manos que lo sujetaban de los hombros lo atrajeron y comenzaron a recorrer su espalda; Wuxian perdió toda la capacidad de resistir. Como hipnotizado, observó aquellos ojos que parecían reflejarse en los suyos, acercarse lentamente a su rostro, y se aflojó entre los brazos que lo sujetaban, al sentir la calidez y la ternura de la boca de Lan WangJi sobre la suya.

                          ***

Wei Ying iba en el taxi rumbo al aeropuerto. Li Zhang lo había visto salir con prisa de las oficinas del menor de los Lan, y subir al vehículo sin decirle ni una palabra. Pero su rostro era un mar de expresiones: una tenue sonrisa, un ligero rubor, y cada tanto una sombra que empañaba la poca felicidad que parecía expresar.

Lan WangJi no había querido soltarlo, y lo apretó contra él para darle el beso más dulce y tierno que había recibido en su vida. Su cerebro se nubló, y solo pudo pegarse más a su cuerpo y responder al beso con todos los sentimientos que tenía reprimidos.

—Debo irme... El avión... —A duras penas, perdido en la apasionada boca de WangJi, recordó que su superior aún lo esperaba en el taxi.

—¿En serio debes irte? —La pregunta, dicha en un susurro, estaba llena de deseo. 

Wei Ying se dejó llevar por el momento, y le prometió que regresaría:

—Terminaré lo que tengo pendiente en mi ciudad… y volveré…

Lan WangJi aún no lo había soltado, y cuando el chico le dijo que podía volver, lo abrazó aún más fuerte y volvió a buscar su boca:

—Promételo... —le dijo, entre besos.

—Te lo prometo...

                         ***

Los siguientes días fueron una vertiginosa sucesión de noticias: XiChen le dio los papeles a su abogado, que hizo investigar a Shuei Fan. Todo lo que Wei Ying había averiguado, era cierto: esos dos hombres no eran amigos, y Shuei le debía mucho dinero al mayor de los Lan.  Estaba metido hasta el cuello, y era el mejor candidato para confesar todo lo que sabía a cambio de una reducción de su pena.

—No te ilusiones, Lan XiChen —le explicó el abogado—, que el testimonio de este hombre sirva o no, depende de lo que sepa y de qué tanto esté dispuesto a confesar. Por ahora su único crimen es pedir dinero a un prestamista, un delito económico que puede arreglarse con el pago de una multa. Pero tal vez haya algo más en ese vínculo comercial que tienen.

                      ***

Wei Ying estaba en su oficina, distraído a pesar de la cantidad de trabajo que tenía: le había prometido a Lan WangJi volver a su ciudad, pero ahora no estaba tan seguro de querer cumplir esa promesa. Se había dejado llevar por un momento de pasión, y aunque aún recordaba los labios de Lan WangJi sobre los suyos, intentó mantener su cordura y pensar fríamente si era lo mejor seguir a su corazón.

Pero no tuvo oportunidad: Li Zhang entró a su oficina con una carpeta:

—Wei, tenemos un nuevo trabajo.

—¿Ah, sí? ¿Cuál es?

—Hay que auditar la empresa de Lan Qiren y ese socio que le debe dinero. Debemos volver. Ya reservé un vuelo para mañana.

El chico suspiró: aunque él no quisiera, el destino estaba jugando sus cartas.

Mi SecretarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora