—Pero... —Wei Wuxian no tuvo tiempo ni de replicar, antes de que su jefe se perdiera en la oficina.
¿Lan WangJi, el odioso, le había pedido que llevara pantalones de baño a un viaje de negocios? Por un segundo se le vino a la mente una imagen del hombre dando saltitos en el mar y esquivando las olas, y no pudo evitar lanzar una carcajada:
—¡Pfffffff, jajajaja!
—¡Wei Wuxian!
—Diablos... Me escuchó... —Ahora iba a tener que aguantar otra sarta de gritos de su jefe—. Voy a terminar sordo… —Resignado, entró a su oficina—. ¿Me llamaba, Señor Gerente…?
—¡Deja la pose, Wei Wuxian! ¡Ya me tienes harto! —explotó Lan WangJi, pero después pareció arrepentirse, porque su siguiente frase fue bastante más moderada—. Necesito ayuda con algo...
—¿Ayuda? —Wei Wuxian estaba aliviado, pero su confusión iba en aumento.
—Sí, ayuda. ¡Diablos...! —La consternación de su jefe era evidente—. El fin de semana... no es de trabajo. Tengo que ir a la costa con mi... prometida.
—Oh… Lo felicito, Señor Gerente —respondió el chico, con sinceridad.
—¡Vete a la mierda, Wei Wuxian!
A pesar de los desplantes de su jefe, el secretario había intentado ser amable, y su nuevo insulto le hizo perder la paciencia. A riesgo de acabar limpiando los baños de la empresa, protestó:
—Mire, Lan WangJi... usted es mi jefe, pero eso no le da autorización para faltarme el respeto. Puedo entender que me grite por cuestiones de trabajo, pero no acepto que me insulte. —Wuxian se dio media vuelta y se fue a su escritorio con el paso más digno que sus nervios le permitían, seguro de que en su intento por defenderse había pasado todos los límites con su jefe.
Trató de seguir trabajando y no pensar. Del otro lado de la puerta no se escuchaba nada. Así pasó media hora en la que se comió las uñas esperando la venganza de Lan WangJi:
«¿Ay, por qué abrí la boca? ¡Soy un estúpido!», pensó. Había aguantado un montón de cosas para juntar un poco de dinero e inscribirse en la universidad cuando terminara su curso de secretariado ejecutivo. Y por un segundo de frustración, había tirado su futuro por la borda. Casi se le saltaron las lágrimas cuando la puerta de la oficina de WangJi se abrió:
—Ven aquí, Wei Wuxian.
—Sí, Señor Gerente... —Mirando al suelo, el chico siguió a su jefe.
Lan WangJi se quedó unos minutos en silencio, alimentando el creciente nerviosismo del secretario antes de decir:
—No me gustó nada lo que me dijiste.
—Señor Gerente, yo...
—Cállate. No empeores tu situación.
—Sí, señor... —El secretario estaba tan arrepentido, que por primera vez Lan WangJi pareció disfrutar de su venganza. Pero lo necesitaba para el fin de semana: no tenía tiempo de arrastrar a Wei Wuxian por el barro de la desesperación, como hubiera querido:
—Como te estaba diciendo antes de que me salieras con esa sarta de idioteces, este fin de semana tengo que ir a la costa con mi prometida y una amiga suya. Necesito que vayas con nosotros para acompañar a esa chica.
—Pero, Señor Gerente…, ¿por qué no lleva a un amigo? —Un momento después de hablar sin pensar, Wuxian se dio cuenta de que había vuelto a equivocarse: el semblante de su jefe se oscureció mientras lo miraba como para matarlo:
—¡¿Vas a empezar otra vez, Wei Wuxian?! Yo... —La voz de WangJi se transformó en un susurro—, …no tengo amigos…
Wuxian no escarmentaba: volvió a hablar sin pensar:
—¿Cómo que no tiene amigos? ¡Todo el mundo tiene amigos!
—¡Pues yo no! Por eso necesito que te hagas pasar por mi amigo el fin de semana.
—¡¿Su amigo?! ¡No... no... Ni lo sueñe! —Todo era demasiado bizarro para el secretario: no podía a aceptar semejante disparate.
—¡¿Quieres lavar baños, Wei Wuxian?! ¡Te reduciré el sueldo a la mitad!
—¡Entonces va a tener que buscarse un amigo real!
—¡Wei Wuxian!
Después de negarse un par de veces, el chico se dio cuenta de que WangJi lo necesitaba. Podía haber una oportunidad en esa extraña situación, y él debía aprovecharla:
—Está bien, jefe. Lo haré. Pero con una condición…
Lan WangJi se puso tenso:
—¿Qué demonios estás tramando...?
—Nada, señor Gerente. Solo quiero que me trate mejor, que no me grite todo el tiempo, ni me vuelva a amenazar con degradarme. A cambio, seré su amigo. —Con total desvergüenza, Wei Wuxian le extendió la mano a Lan WangJi—. ¿Tenemos un trato, señor jefe?
WangJi tenía ganas de saltar al cuello de su atrevido secretario, y apretarlo hasta que se le borrara la sonrisa, pero se hallaba entre la espada y la pared: no tenía a nadie a quien llevar con él, y se iba a morir si tenía que aguantar solo a esas dos mujeres. Se mordió la lengua para no insultarlo, y a regañadientes tomó su mano:
—Está bien... ¡Pero no te pases de listo, Wei Wuxian!
—Jamás, Señor Gerente, pero hay algo que debemos discutir. Si vamos a ser amigos, tengo que llamarte WangJi, ¿no?
—¡Lárgate de mi oficina, Wei Wuxian!
—Enseguida, Señor Gerente... —Con una sonrisa de triunfo, el secretario abandonó la oficina de su jefe.
—¡Maldición...! —Lan WangJi le dió un golpe a su escritorio, e hizo volar todos los papeles.
***
—¡No te puedo creer, Wei Wuxian! ¡¿En serio hiciste un trato con mi hermano?! —Lan XiChen estaba rojo de tanto reírse.
—Sí, pero no sé si va a cumplirlo. —El secretario no estaba seguro de durar mucho tiempo en su puesto. Seguramente al regresar del fin de semana en la costa lo esperaría un nuevo trabajo en Lan Enterprises: barrer la acera del edificio.
—No te preocupes por eso. Mi hermano es demasiado recto como para incumplir una promesa. Jamás lo haría. Quédate tranquilo, que seguro va a hacer lo imposible por no reprenderte a cada rato... —XiChen comenzó a reír de nuevo, y contagió al secretario:
—Espero que tenga razón, Señor Gerente...
—¡Vamos, vamos, Wei Wuxian! Si eres amigo de mi hermanito, también eres mi amigo. Para tí soy XiChen. —El mayor siguió riendo con ganas, sin hacer caso a las protestas de su ahora nuevo amigo.
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Mi Secretario
Fanfic-No sé quién se atreverá a tomar ese puesto. Tendremos que buscarte un secretario que no te conozca. Tal vez en otra ciudad... -Lan XiChen se rió de su propia ocurrencia. -Hay alguien. -Lan WangJi no se había olvidado de la soberbia con que lo había...