Capítulo 31- En la prisión

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La sentencia contra Lan WangJi incluía varios cargos: estafa, usura, falsificación y asociación para delinquir. Su tío tenía los mismos cargos, y a pesar de que había jurado que su sobrino mentía, igual lo procesaron gracias a su declaración.

Lan WangJi hasta tuvo la precaución de practicar la firma de su hermano mayor, y cuando le pidieron que la copiara, lo hizo a la perfección, dando una prueba más de la veracidad de su confesión. Como en la primera parte del juicio XiChen había declarado que no recordaba haber firmado esos papeles, aunque en realidad sí lo había hecho por descuido, toda la culpa recayó en su hermano menor. 

Tanto a él como a su tío los esperaba una larga estadía en la cárcel y, por desgracia, los dos fueron a parar al mismo centro de reclusión. Al menor de los Lan no le importaba tener que ver todos los días la cara de su tío: solo esperaba que no le diera problemas en la cárcel. 

Él era fuerte y, dentro de toda su desgracia, estaba contento por haber salvado a su hermano. Pero no quería pensar en Wei Ying: seguramente su amado estaba furioso con él por haberle ocultado sus intenciones, y no tener en cuenta sus sentimientos al inculparse y sacrificar su relación.

Pero su hermano estaba primero: XiChen no podía ir a la cárcel; de eso WangJi estaba seguro. Y se convenció aún más cuando pasó su primera y angustiosa noche en una celda fría y oscura, escuchando gritos y peleas de reclusos, corridas de policías y toda clase de escándalos que, junto con su creciente angustia, no lo dejaron dormir.

Poco a poco, WangJi se acostumbró al movimiento de la cárcel. Aprendió a repeler a los bravucones de turno, y también a identificar y esquivar a los abusivos. Pero no estaba preparado para ver a su tío, que ya no era tan joven, convertirse en víctima indefensa de varios de ellos.

Lan Qiren pasaba sus noches en una celda al otro lado del penal, muy alejado del sitio en donde estaba su sobrino. Su compañero era otro hombre mayor, débil y habituado a los continuos abusos de los reclusos. Algunos de ellos se habían enterado de quién era Qiren, y del dinero que tenía. Ahí comenzaron el acoso, las amenazas y los golpes que recibía por no querer pagar a cambio de protección. 

Un día WangJi se cruzó con su tío en el patio, y observó su rostro magullado. Al ver su expresión que no había perdido la altanería, y su mirada llena de desprecio, pensó que se lo tenía bien merecido.

                            ***

—¡Lan! ¡Ven aquí! —El grito de uno de los guardiacárceles sacó de sus pensamientos a WangJi, que estaba en el patio tratando de caminar un poco antes de que lo volvieran a meter a su celda—. ¡El director quiere que vayas a la enfermería a cuidar a tu pariente, que está internado!

WangJi miró al policía sin responder, y se dirigió a la enfermería: no le gustaba la idea de tener que encargarse de su tío, pero sabía que en ese lugar debía hacer lo que le ordenaran si no quería llevarse un castigo.

Lan Qiren, que se había negado a pagar protección, al fin había recibido una paliza, y tenía un par de costillas fracturadas. Pero aún tenía la fuerza para rechazar a su sobrino:

—¿Qué demonios haces aquí, WangJi? ¡Lárgate!

—Me encantaría irme y no tener que verte la cara, pero tendrás que aguantar, porque tengo la orden de cuidarte —le respondió el menor, con fastidio.

—¡Yo no necesito que me cuide nadie! —El hombre apenas podía levantarse de la cama solo, aunque su orgullo estaba intacto.

—No parece... ¿Se puede saber qué hiciste para que te golpeen así?

—¡Yo no hice nada! —le respondió el mayor, furioso—. Solo son un montón de matones en mi pabellón, que quieren probarme que necesito protección a cambio de dinero, por supuesto. Y para probarme que la necesito, ellos mismos me golpearon.

WangJi sonrió:

—Parece que al final la justicia divina existe...

—¡Vete al diablo, pervertido!

—¡Prefiero mil veces ser lo que soy, antes que ser como tú: un maldito traicionero! ¡¿Cómo fuiste capaz de hacerle algo así a XiChen?!

Qiren, dolorido como estaba, igual explotó:

—¡Soy capaz de eso y de mucho más, porque los odio! ¡A XiChen, a tí y al maldito de tu padre! —Lan Qiren parecía tener los ojos inyectados en sangre.

Su sobrino jamás lo había visto así: recordó que no se le había caído una lágrima en el funeral de su padre, y también el amor y los cuidados tan bien fingidos que les había dado a él y a su hermano. Comprendió que había una parte de la historia de los Lan que él desconocía. Sabía que las respuestas iban a ser dolorosas, pero igual debía preguntar:

—¿Por qué dices que odias a mi padre...?

Una amarga sonrisa curvó los labios del mayor:

—¿En serio quieres saberlo, WangJi? Tu perfecta familia no era lo que ustedes creían...

                         ****

Qiren y su hermano dos años mayor, Jun, iban a la misma universidad. Su padre, único dueño de Lan Enterprises, planeó que sus hábiles e inteligentes hijos tomaran su lugar al frente de la empresa, cuando al fin se recibieran. Los hermanos se querían mucho, y tenían una sólida relación. Soñaban con lograr juntos que la empresa familiar fuera aún más grande de lo que ya era.

Pero el destino se interpuso entre ellos en la forma de una bella chica de la cual Qiren se enamoró con locura. La chica le correspondió, aunque él, tal vez por timidez, nunca le dijo a nadie sobre su relación, y tampoco se mostró muy demostrativo con ella, haciéndola sentir insegura acerca de sus verdaderos sentimientos. 

Unos meses después, en una fiesta de la universidad, la chica conoció a Jun, que era todo lo contrario a su hermano: extrovertido, cálido y demostrativo, cambió su inseguro mundo con su simpatía y su afecto. Ambos se enamoraron, y al final la chica terminó su relación con Qiren y rompió su corazón. 

Pero lo peor estaba por venir, cuando en una reunión familiar, Jun presentó a su novia: cuando Qiren y ella se vieron, la chica le suplicó, con una expresión de sus ojos, que no la delatara. Jun nunca se enteró de que había sido el causante del dolor de su hermano. 

Qiren no dijo nada, y así, en silencio vio casarse con otro hombre a la mujer que nunca iba a poder olvidar, en silencio vio nacer a esos niños que debieron haber sido sus hijos, y en silencio la vio enfermarse y morir. Pero no pudo llorar por ella, porque un odio profundo se había adueñado de él; odio que se trasladó primero a su hermano, y después a esos dos niños que cayeron en sus manos y que no eran sus hijos, sino los hijos de la traición de su madre.

                                                                          ***

Lan WangJi abandonó la enfermería y dio unos pasos inciertos antes de apoyar su espalda en una de las paredes. Sus piernas a duras penas lo sostenían.

Mi SecretarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora