Capítulo 3- Deberes de familia

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—Señor Gerente, el señor Presidente desea verlo. —El tono impersonal de Wei Wuxian contrastaba con el enojo que aún se veía en sus ojos. Había recibido varios gritos de su jefe, por un descuido menor.

—¿Terminaste ese informe que redactaste mal?

Wuxian se preparó para los gritos de Lan WangJi:

—Aún no, señor Gerente. En media hora lo tendré listo.

Como supuso, su jefe se enfureció de nuevo:

—¡¿Media hora?! —exclamó—. ¡Tal vez a ti te sobre media hora, pero a mí no! ¡Si eres tan inútil como para no hacer un informe a la primera, es tu problema! ¡Quiero ese informe en mi escritorio en diez minutos! —Wuxian suspiró, tal vez un poco más fuerte de lo que debía, porque tuvo la mala suerte de que su jefe lo escuchara—. ¿Por qué suspiras? ¡¿Acaso te estoy molestando, Wei Wuxian?!

—No, señor Gerente. Lo siento. 

Las disculpas impersonales y frías de su secretario, sumadas a sus miradas llenas de resentimiento, sacaban de quicio a Lan WangJi: había hecho todo lo posible por bajarle los humos y humillarlo, para vengarse de su trato cuando le derramó el café encima, pero parecía que nada era suficiente para asustarlo. En algún momento había pensado en hacer efectiva su amenaza de mandarlo a limpiar los baños, pero ya no tenía muchas opciones: no quedaban secretarios disponibles para él en la empresa. Cuando salió de su oficina para ir a la de su tío y pasó por la antesala dónde estaba el escritorio de Wei Wuxian, lo miró de reojo: el secretario tecleaba a toda velocidad en la computadora, y ni levantó la vista. Su indiferencia sacó de quicio a Lan WangJi, que volvió a gritarle:

—Regresaré en quince minutos, ¡y quiero ese informe sobre mi escritorio cuando vuelva!

—¿Y si vuelve en quince minutos, para que lo quiere en diez? —murmuró Wei Wuxian, sin darse cuenta. Su jefe, que ya se dirigía a la salida, se dio vuelta despacio y lo enfrentó:

—¿Qué dijiste?

—Yo no hablé, señor Gerente... —Wei Wuxian tenía el suficiente descaro como para no entrar en pánico ante una situación así, y se quedó observando a su jefe, con aire inocente.

Los ojos color ámbar de Lan WangJi despedían fuego cuando dio dos pasos hacia el escritorio de su secretario, y golpeó los puños sobre él:

—No tientes a tu suerte, Wei Wuxian... —Sabía que su mirada y su tono de voz hacían que todos bajaran la cabeza. Pero su secretario no lo hizo:

—Lo siento, señor Gerente —le respondió, con el tono impersonal que tanto le molestaba a WangJi: no había forma de doblegarlo.

—¡Deja de decirme que lo sientes! ¡Tú no lamentas nada ni te importa nada! ¡Maldición! —Lan WangJi salió de la oficina después de dar un m portazo, y dejó a su secretario bastante sorprendido por su reacción:

«¿Y a éste qué le pasa ahora?», pensó. 

WangJi no estaba tan enojado con Wuxian, pero sí estaba molesto por lo que se le venía: no quería ir a la oficina de su tío, aunque no tenía más remedio.

—¡Pasa, sobrino querido, pasa! —Lan Qiren era afectuoso con sus sobrinos, pero a su vez inflexible en cuanto al orden que había establecido para su familia. La desobediencia a sus ideas era impensable.

—Tío... —WangJi se sentó al otro lado del escritorio del mayor—. ¿Querías verme?

—Sí. Hoy estuve hablando por teléfono con Wen Qin, y me dijo que hace mucho que no la invitas a salir. Ella es tu prometida, sobrino. No puedes descuidarla de esa manera.

Wen Qin era la hija del dueño de una importante cadena de bancos de la ciudad. Un gran partido, según Lan Qiren. Él mismo se había encargado de hacer los arreglos con el padre de la chica, que aceptó encantado, sobre todo porque su hija también había aprobado el noviazgo: Lan WangJi era todo lo que una mujer podía desear: era bello, altísimo y delgado, con una piel blanca como el jade, cabello oscuro, y unos ojos que parecían atravesar todo lo que miraban. Su sola presencia en una sala enmudecía a la gente, y aunque todos sabían que tenía un carácter difícil, Wen Qin estaba dispuesta a domarlo.

Por el contrario, WangJi había sido obligado por su tío a aceptar ese noviazgo que no quería, y con el tiempo comenzó a sentir un profundo desagrado por la chica: odiaba su temperamento infantil y caprichoso, su tendencia a querer adueñarse de la situación e intentar ordenarle qué hacer, pero lo que más odiaba era que se le viniera encima e intentara abrazarlo y besarlo. A WangJi no le gustaba entrar en contacto con la gente, y menos con esa mujer:

—Lo siento, tío. Es que entre los estudios y el trabajo no me queda tiempo de nada.

—Suponía que me ibas a responder eso, por lo que hice unos arreglos para ustedes. Aquí tienes. —Qiren le extendió un sobre—. Pasajes de avión para el viernes a la noche. Hice reservas para dos noches en un hotel en la costa.

—Pero, tío...

—No te espantes. No van a ir solos. Qin irá con su mejor amiga, y tú puedes invitar a alguien. No queremos que la gente haga comentarios si ustedes viajan sin compañia… —La pícara sonrisa de su tío le dio un poco de fastidio a Lan WangJi, pero lo disimuló bien. Maldiciendo para sus adentros, tomó el sobre y salió de la oficina luego de despedirse de su tío. Ahora tenía que pasar un fin de semana con esa fastidiosa chica, y de seguro con una amiga igual a ella. Iba a sufrir por partida doble. Debía pedirle ayuda a su hermano:

—XiChen, tengo un problema...

—¿Qué te pasó, hermanito? 

—El tío me programó un fin de semana en la playa con Wen Qin...

—Ufff... qué mal — musitó XiChen—. ¿Y qué vas a hacer?

—Nada, Voy a tener que ir. Es una orden del tío...

XiChen negó con la cabeza mientras miraba a su hermano: WangJi era tan rígido y estructurado, que para él era inconcebible desobedecer a su tío, aunque tuviera que condenarse a vivir al lado de alguien que nunca iba a querer.

—WangJi... ¿vas a ser infeliz toda tu vida solo por ser obediente?

—Déjalo así, hermano. No hagas las cosas más difíciles. —El menor cambió de tema, porque ya no quería seguir escuchando una verdad que para él resultaba demasiado amarga—. ¿Vendrás conmigo?

—Lo siento, hermanito, pero este fin de semana no podré salir de la ciudad. ¿Por qué no invitas a Wei Wuxian?

—¡¿Eh?! ¡¿A mi secretario?!

XiChen observó la espantada cara de su hermano con una sonrisa:

—Convengamos en que no tienes demasiadas opciones… —WangJi tenía varios compañeros de estudio y algunos conocidos dentro de la empresa, pero ninguno que le agradara lo suficiente como para considerarlo su amigo. Pero debía llevar a alguien.

—Diablos…

                          ***

Lan WangJi entró con prisa a la antesala de su oficina. Wei Wuxian se sobresaltó por la brusquedad con que abrió la puerta:

—Señor Gerente, el informe está sobre su escritorio.

—Muy bien —Wangji se dirigió a su oficina con la misma brusquedad con la que había entrado, pero un paso antes de pasar por su puerta se detuvo—. Vamos a hacer un viaje de negocios. Salimos este viernes a la costa y volvemos el domingo. Lleva ropa informal... y algo para ir a la playa... —Un poco avergonzado, se metió a su oficina y dejó a su secretario con la boca abierta y los dedos congelados sobre el teclado.

Mi SecretarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora