Capítulo 34- El tiempo cura o mata

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La secretaria de Lan WangJi salió de su oficina, apresurada y con los ojos agrandados por el espanto. Detrás de ella aún se escuchaban los gritos de su jefe:

—¡¡Eres una incompetente!! ¡¡Mi café está frío!!

Ya habían pasado varios secretarios por su oficina, y ninguno le había durado más que un par de meses. Los secretarios varones, indignados por sus destratos, lo abandonaban, y las chicas entraban en crisis nerviosas al no poder cumplir con las exigencias de ese hombre que descargaba sobre ellos una lluvia de gritos e improperios ante el más mínimo error.

Lan WangJi estaba furioso: su trabajo estaba atrasado, y su nueva secretaria, que era aún más incompetente que la anterior, no solo no hacía bien sus tareas sino que le traía el café a la temperatura incorrecta:

—¡Maldición! ¡¿Será que en este mundo no hay un secretario como la gente?! —volvió a gritar, sumergido en sus papeles.

—Bueno, eso sería cuestión de buscar con perseverancia... —Sonriente, Lan XiChen le respondió desde la puerta.

—¡Hermano! —Wangji saltó de su asiento y corrió a abrazarlo—. ¡Volviste!

La alegre y clara carcajada de XiChen fue un bálsamo para el corazón de su hermano menor.

—¡Y menos mal que volví, antes de que se acaben los secretarios del país! 

Hacía mucho que WangJi no sonreía, casi desde que se había ido su hermano, un año atrás. Su regreso le devolvió parte de la alegría.

—¿Y qué has estado haciendo todo este tiempo, hermanito?

—Levantando mi empresa, XiChen. Cuando salí de la cárcel estaba casi en la ruina, pero por suerte he progresado. Ya estoy al mismo nivel que antes.

—¿Solo trabajo, hermanito, y no has hecho más nada? —El mayor lo miró con una sonrisa pícara.

—No tengo tiempo para otras cosas —respondió WangJi, cortante.

XiChen volvía con la intención de arreglar sí o sí la vida de su hermano:

—¿No tienes tiempo, o no tienes el coraje?

—¡XiChen!

—Ya, ya, hermanito, no te enojes. Luego vamos a hablar más tranquilos de ese tema, pero ahora tengo una sorpresa para ti... 

—¿La trajiste?

—¡Por supuesto que la traje! Y ya mismo te la voy a presentar. —El mayor salió y volvió unos segundos después llevando de la mano a una bella muchacha—. Te presento a JianLi, mi novia...

—¡Qué tonto eres, XiChen! Ya conozco a tu pequeño hermano por videollamada... —JianLi era bella y simpática, y había hablado varias veces  con su cuñado, a la distancia. Lo saludó con afecto, como si lo conociera de toda la vida, y el menor le correspondió con el mismo cariño, feliz de que su hermano mayor por fin había encontrado el amor.

Los tres salieron a almorzar, y allí se pusieron a conversar de la estadía de la pareja en el extranjero, y alegraron mucho a WangJi al comunicarles su intención de instalarse de nuevo en la ciudad.

Pero tanto XiChen como JianLi, que sabía la historia de Wei Ying porque su novio se la había contado, venían con la intención de hacer que se reconciliaran. WangJi no lo sabía, pero XiChen, durante ese año  en el que había estado en el extranjero, no había perdido el contacto con el que aún consideraba su cuñado. Después de varias charlas sinceras habían podido recomponer su amistad, y el mayor supo que Wuxian estaba solo y que nunca había vuelto a formar pareja. WangJi se había transformado en un ogro huraño que no dejaba que nadie se le acercara. Aunque nunca se lo había preguntado, estaba seguro de que él también había permanecido solo todo ese tiempo.

Mi SecretarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora