Capitulo 3

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Regulus Black salía con frecuencia de casa a altas horas de la noche, nadie cuestionaba a dónde iba o que hacia, pues no era incumbencia de nadie. En especial de su esposa, a ella le importaba en lo más mínimo lo que el hiciera con su vida, nunca preguntaba a dónde iba ni a qué hora regresaba. Lo observaba desde el balcón salir a hurtadillas, sin mencionar algo la mañana siguiente.

La única alma en aquella casa con la inquietud de ver a su padre salir tan frecuentemente, era la pequeña de los Black. Por las mañanas miraba con gran atención a su padre, preguntándose que era lo que le demandaba quedarse despierto la mayor parte de la noche, algo que siempre negaba a su única hija, cuando lo cuestionaba, pero las manchas negras bajo sus ojos no la podían engañar, eran una clara prueba de lo poco, ó nulo que era su descanso. Sea lo que fuera, era demaciado importante para su padre como para posponer la hora de dormir.

Recordaba la primera vez que lo vio salir y la frecuencia con la que lo hizo después de ello, recordaba algunas ocasiones verlo tan aprisa que olvidaba cerrar la puerta principal, recordaba verlo por las mañanas, casi siempre peor que la vez anterior, recordaba verlo por la tardes tendido en un sofá al azar casi inconsciente, algunas veces parecía estar muerto. Y talvez así se sentía Regulus.

Tantas preguntas recorrían la mente de la pequeña, todas y cada una sin respuesta. Solo un pequeño detalle, uno minúsculo: la respuesta de todo, y estaba justo frente a ella, pero era demaciado inocente como para entender que aquel collar, al que se aferraba tanto su padre era el responsable de todo, aquel que lo estaba consumiendo poco a poco, que si seguia manteniéndolo por más tiempo podría matarlo.

Pensó que podría controlarlo, que podría destruirlo de una vez por todas, pero cada vez que lo intentaba era peor a la anterior. Era como si tuviera vida propia (irónicamente) pero era un regalo y no estaba dispuesto a que alguien más se arriesgará a realizar algo que a él le correspondía.

Trató por múltiples veces de destruirlo, leyó cada libro de artes oscuras que se cruzó por su camino para poder entenderlo y con un poco de suerte hallar la respuesta. Trato no solo de leer sobre aquella especialidad, estudió herbologia, pociones, transformaciones sin éxito alguno; talvez si se hubiese interesado por las criaturas mágicas habría encontrado una pista.

No fue hasta mucho después, cansado y casi consumido hasta los huesos, que decidió pedir ayuda al mejor mago que alguna vez conoció, Albus Dumbledore. Había escuchado sobre lo que el hijo de Lili Evans había hecho con la camara secreta, y por un "extraño presentimiento" supo que lo que destruyó esa noche era lo mismo con lo que había cargado todos esos años. Sabía que era el comienzo de algo, y el fin de otro. Estaba completamente seguro de ello y sabía que Albus se encargaría de destruir el guardapelo de Salazar Slytherin.

Las horas seguían corriendo sin noticia alguna acerca de Alice, Edward y Bella. El resto de la familia reunida se mostraba sumamente inquieta ante la evidente falta de los mencionados. Tan solo un par de horas que Cedric y Dorian hicieron acto de presencia en la casa Cullen, en Forks. La última llamada de Alice alertó a los magos haciéndolos llegar a Forks lo más rápido posible, como si su presencia fuese a cambiar algo.

Todos y cada uno de los presentes ocupaba su lugar habitual en la estancia, todos excepto uno. Desde el momento en que llegó había permanecido de pie, solo dando vueltas por el lugar tratando de matar un poco de tiempo, por momentos se detenía, pero siempre volvía a su andar. Nadie sabía lo que pasaba por su mente y para ser sinceros, a nadie le importaba, cada uno tenía su mente ocupada en una persona en específico.

- Dorian, cariño. Por favor siéntete un momento, me pones nerviosa - llamó dulcemente a la mencionada logrando capturar la atención de todos.

- Lo lamento, Esme - se disculpo tomando un lugar al lado de Cedric, tan solo un segundo después estaba nuevamente de pie, sus pasos más apresurados que los anteriores.

- Dorian, ven conmigo - está vez la llamó Cedric, logrando que por fin se mantuviera quieta, o eso parecía.

- ¿Cuánto más tardarán? - su pie se movía con nerviosismo haciendo que el sofá temblará.

- Sea el tiempo que tengan que tardar, debes relajarte - su mano izquierda dió a parar a la pierna temblorosa de la joven, intentando mantenerla un poco más calmada.

El sol pronto dejo escapar sus rayos de sol inundando las habitaciones con su peculiar brillo. Las aves cantaron a primera hora del día, recordándole a aquellos madrugadores que un nuevo despertar acababa de comenzar. El arrollo dejaba deleitar su fino sonido de el agua chocar contra las rocas. Las flores volvían a renacer y su belleza florecer.

El día era perfecto. Tan perfecto que olvidó el porque estaba en aquel lugar, tan solo una mirada al exterior la hizo olvidar todas sus penas, todos sus problemas, todas sus carencias. Ya nada importaba, solo la vista esplendorosa que reflejaban sus ojos. ¿Acaso algo podía arruinar tal vista?

Edward y Alice habían regresado por la noche, después de dejar a Bella en su casa. La familia estaba impaciente por Edward quien relataba lo sucedido, cada uno atento observaba cómo sus manos viajaban de un lugar a otro, como sus ojos brillaban al mencionarla, como las comisuras de sus labios formaban pequeñas sonrisas. Estaba enfermo, y no había cura para el amor. Un amor enfermo…

Tan solo estaba ahí, parada, sin hacer nada físicamente. Su mente limpiaba cada impureza restante, su cuerpo liberaba las endorfinas que tanto pesaban, ya no dolía. Estaba en limpieza extrema. Las sensaciones de estrés, pesadez, dolor y preocupación desaparecieron. Eso era todo lo que un amanecer podía curar.

- ¿Estás mejor? - pronunció después de un minuto a su lado.

- Ciertamente no sé que pensar, solo estoy segura de estar en paz total.

- Entonces… ¿Quieres entrar o quieres tomarte otros segundos más?

- Creo que entre más rápido mejor, o no?

- Entonces entremos.

- Cedric, por favor no sueltes mi mano.

- Jamás lo haría.

Aro Volturi había entrado en la mente de Edward, le causaba tanta intriga su relación con Bella, pero había un punto oscuro, uno no tan lejano de ellos dos. Su curiosidad fue más allá de Bella, quien ya no era tan importante en ese momento, su atención la había capturado Dorian junto a Cedric, ¿Podría ser…?

Los Cullen habían revelado el secreto a tres humanos y eso ameritaba la muerte para el clan completo, pero Aro no estaba dispuesto a perder algo tan valioso como Dorian. Quería conocerla y con astucia hacerla parte de sus filas.

Ordenó ejecutar a el clan entero de no ser que los tres fuesen convertidos, solo así se les perdonaría el haber quebrantado la regla más importante de los vampiros. Claramente fue una noticia no muy agradable para dos personas en especial, Cedric y en primer lugar, Dorian.

La realeza había acordado hacer una pequeña visita a finales del mes, para así obtener una respuesta final.

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¿Es el agua o la agua?

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