Caballeros al rescate

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—Te has vuelto paranoico —reto a mi mascota que tira las orejas hacia atrás ante mi reproche— no hay nada allí, lo viste.

Su comportamiento es anormal desde hace varias horas. Con exactitud, desde que el auto que trajo a Ana Lucia se marchó, desde entonces, no deja de gruñir en dirección al jardín vecino.

—Estás perdiendo el toque —me mofo de él que mira hacia el jardín vecino con insistencia —no hay nadie allí y no puedo ir sin parecer acosador. Somos nuevos en el barrio y en el país, manejar un bajo perfil es lo más inteligente.

Le doy una última mirada a la casa de al lado, con la duda rondando mi cabeza. Sé que está en casa, la vi llegar en ese auto, pero al salir solo iba la trigueña. Llevo dos meses siendo su vecino y hasta el día de hoy no hemos coincidido, salvo aquel día. Ella estaba demasiado nerviosa y deseosa de ingresar a su casa para querer entablar una conversación. Sin mencionar que Dante tenía hambre.

Decidí dejarle a ella ser agradecida. Dentro de mis teorías, se presentaría con una tarta o cualquier cosa comestible. Así lo veía en las películas de América, al parecer, no solo mentían en ser héroes, también en hospitalidad. El único que le pagaron en especies fue dante, que acabo consumiendo el pavo en su totalidad. Lo vi por la ventana como el miserable sé engullía sin remordimientos todo ese manjar.

—Al auto —le ordeno y no tengo que llamarlo dos veces. —Atrás —ordeno, pero me desobedece y se queda a mi lado —¿Por qué pierdo mi tiempo? —le riño y me ignora, conserva la vista fija en la casa.

La empresa ha aumentado en contratación, eso nos obliga a emplear a más personal y conlleva a que mi trabajo aumente. No me quejo, me gusta mantener la cabeza ocupada y lejos de mis recuerdos como parte de los cincuenta. Desconozco como lo llevan los demás, a mí me resulta difícil casi todo el tiempo adaptarme a esta vida.

Y, no es que añore ser parte de un grupo cotizado o el poder que me generaba ser miembro de él. Era todo lo que había realizado por años y en lo que era bueno, mi trabajo en los clubes era por diversión y coger gratis, no por dinero.

El fuerte se convirtió en mí salvavidas, la forma que tuve de tomar impulso y no mirar atrás. ¿Quién era antes de pisar la zona del mayor? Un ladronzuelo, que dividía su tiempo entre trabajar en los clubes y robar.

En ese sitio y rodeado de hombres tan o más dañado que yo, vi la luz. Me planteé interrogantes sobre mi vida y lo que quería de ella en adelante. Forje mi carácter, lo hice con los cimientos de lo que fue mi niñez y me hice a una familia.

Una cosa estaba clara en mi cabeza, no viviría en las calles nunca más. Había encontrado mi lugar en el mundo, en donde no era señalado, abusado o menospreciado.

Puedo decir sin temor a equivocarme que un guerrero no nace, ni se hace. Se crean entre sí a través de las pruebas, daños, errores, sufrimientos y la habilidad para conquistar su fallar.

Soy la prueba latente de ello.

El barrio se encuentra ubicado en una zona alta, desde algunos puntos de la calle puede verse partes de la ciudad. En las noches las imágenes son geniales para postales. El sitio es tranquilo, sin vecinos molestos o curiosos, salvo a Ana Lucia, no he conocido a nadie más.

Empiezo el descenso con Dante con las orejas alzadas, permanece en ese estado por tanto tiempo que no me sorprende cuando se lanza a la calle con el auto en movimiento y regresa sobre sus pies.

— Te atrapo y te llevo a castrar —le advierto deteniendo el auto y saliendo tras él.

Descubro fue un excelente momento para toparme con los primeros vecinos, un par de ellos se quedan sorprendidos al ver su carrera hacia la casa. La gran mayoría sonríe ante la imagen mía intentando seguirle el paso. Se pierde en el jardín de la vecina y me detengo a mitad de camino.

NIkolái 5to libro saga Angeles o demonios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora