Exorcizando miedos

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Ana Lucia, seguía alterada por la perdida de su embarazo e inestable. Siendo justos, ni yo lo había logrado, no esperaba ser padre, sin embargo, saber que lo tuve y perdí, era difícil de manejar. Físicamente, logró superar la etapa crítica, faltaba lidiar una batalla emocional.

Por todo aquello, sus padres y yo, acordamos mantener en secreto el incidente en casa de los Tarasov Kelly. Se me iba bien mentir, después de todo, mi niñez y adolescencia sobreviví gracias a eso.

Quiero reconocer que aquellos que experimentaron dificultades, fueron sus padres, pero lograron superar obstáculos. Ana estaba demasiado ansiosa por salir del hospital y no prestaba atención a ciertos detalles.

Con la firma de la salida y ella haciendo equipaje, ayudada por su madre, la espera llegó a su final. La enfermera detrás del cubículo me sonríe al entregarme el documento.

—¿Tiene los datos del terapeuta?

—La doctora O´hurn, los pasó anoche.

—En ese caso, no que da más que desearles pronta recuperación —el tono de voz es amistoso y su sonrisa, genuina —espero verlos pronto en control prenatal.

Lo dice viendo mi mano izquierda, que sostiene el par de zapatos infantiles y he ocultado de Ana para no dañarla. Lo guardo en el saco sintiendo sus ojos fijos en mí.

—Gracias por todo.

Doy media vuelta sin esperar una respuesta y avanzo de regreso a la habitación de Ana Lucia. En la entrada de la habitación y en lo que parece una disputa de pareja, se encuentra su hermana y esposo.

—¿Por qué no podemos irnos esta noche?

Gustavo, su esposo, pasa las manos por su cabeza con desesperación. Es un hombre corpulento, de pocas palabras y sonríe todo el tiempo, poseedor de una paciencia única para con su esposa. Una mujer que no se caracteriza por ser paciente y en este instante, hace gala de ese defecto.

—Quiero estar en la casa, mañana —le riñe —¿Por qué no se puede?

Con una mano empuñada que blande en su rostro como si fuera una espada y la otra en sus caderas. Verla en esa postura bélica y su esposo sumiso, me hace cuestionar sobre si sería buena idea aquello del matrimonio. No obstante, Ana no tiene el mismo temperamento que su gemela.

Natalie Edevane, es una bruja temperamental, testaruda, Gustavo lo más cercano a un ángel.

—Fue mi idea—le salgo al paso entregándole el documento a su esposo.

Gustavo suspira aliviado huyendo al interior de la habitación, dejándome a merced de su mujer. Habla y gesticula sin control, en un gesto de autoprotección anulo su voz, me cruzo de brazos permitiéndole desahogarse. Una vez lo hace, agotada, junta sus cejas y aprieta los labios.

Un gesto casi idéntico al de Ana cuando está por reír, aunque esta bruja no sea dada a ello. En vista que espera por respuesta y en un acto de buena fe, decido ser paciente y dar mi opinión.

—La oscuridad es el mejor aliado de los delincuentes. Un viaje de doce horas por carretera, sin más compañía que los ocupantes de ese bus —empiezo a decir —la reacción policial es poco efectiva en las noches y eso cualquier delincuente lo sabe. Sin contar que, es posible estén camuflados dentro de los pasajeros.

—¿Cualquier delincuente? —repite enarcando una ceja, es increíble que, de todo cuanto dije, ella solo haya captado eso. —¿Tiene experiencia?

—¿De qué otra manera estaría seguro si no fuera así? Las vías de Moscú y Kiev, no es muy diferente de New York o cualquier ciudad. —Finalizo sosteniendo su mirada, esa que en algún momento se sorprende y da un paso atrás.

NIkolái 5to libro saga Angeles o demonios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora