Con la recuperación de Ana y su inminente salida del hospital, había llegado el momento de ubicar en el calendario nuestro viaje. Lo antes posible, ya que su familia no estaba dispuesta a irse sin ella. Seis días eran poco tiempo para conocer a los Edevane, nuestras conversaciones eran limitadas y la mayoría giraba en torno a su hija.
Por el momento, puedo decir que su mayor virtud y fortaleza es la unión familiar, con el orgullo bordeando terrenos altos y justos. Aunque, también, silenciosos y desconfiados.
Adoraban a Ana Lucia y cuidaban de ella, a tal punto que no he tenido tiempo en soledad. Tenía que aceptar estar a su lado, con los tres chiquillos en la habitación, Gustavo, Natalie o cualquiera de sus padres.
—Nunca solo, por mandato de su madre.
Aníbal Weber, sonríe y las arrugas de su rostro se acentúan aún más. Se hizo habitual nuestras mañanas de café, antes de salir a ver a Ana. Me acostumbré a sus consejos, tirones de oreja. Él, por su parte, ignora todos mis defectos e insiste en hacer un caballero de mí.
—Es difícil para un padre dar a tu hija a un desconocido, para una madre es tres veces peor.
Cruzado de piernas, con una taza de café en sus manos, ve el sol salir en el horizonte. Su esposa nos acompañó hasta hace unos minutos, se excusó diciendo que había olvidado algo en la hornilla.
—Ana estuvo mucho tiempo sola y nunca hubo problemas.
—¿Y las consecuencias fueron? —cuestiona abriendo sus manos —la culpa los carcome. Esa niña estuvo mucho tiempo a merced de esa descarada y ellos confiados.
—Y yo cargo con las consecuencias.
—Son padres buscando la manera de reivindicarse
Al darle un sorbo a mi bebida, descubro es el último y me quedo contemplando el fondo de la taza. Ella está renuente a viajar, le ha puesto miles de peros a ese viaje, no es algo de lo que hemos hablado, como dije su familia no nos da mayor privacidad. Es su padre, quien ha visto en ella comportamientos nerviosos, cada que le nombran la visita al pueblo.
—¿Qué sucede?
—Pensaba en el viaje a casa de Ana —confieso y soy observado con curiosidad —ella no quiere ir.
—¿Temes que recaiga? —afirmo y junta sus manos en el regazo. —existe una herida que no ha sanado y solo en ese lugar puede hacerlo. Necesitará de la ayuda de todos, pero —apunta su dedo índice izquierdo hacia mí —principalmente de ti.
—Estoy con ella. —el anciano niega y la presencia de su esposa le impide hablar.
La señora Weber ocupa el sitio que ha dejado libre hace unos minutos. Sostiene en sus manos un arreglo floral con tarjeta incluida. Hay rastros de su jardín en aquella gama de colores vividos, un solo vistazo es suficiente para saber que a Ana le encantaran.
—¿Puedes dársela por nosotros? —me pide.
—Adora su jardín, siempre decía al verla, regar o pasar por el frente de su hogar, que su sueño era tener uno igual.
Ella se cruza de brazos y tuerce los labios en una mueca que puede interpretarse de muchas formas. Diversión, enojo, confusión y hasta odio.
—No captaste la indirecta, ella te enviaba datos de lo que quería, pero contigo como protagonista—se mofa sin pudor alguno de mí.
—No soy jardinero y desconozco de flores ¿Cómo le haré un jardín? —rueda los ojos y su esposo le da un ataque de tos, mientras ella tamborilea sus dedos en la mesa.
—El día que los hombres entiendan a las mujeres, se acaba el mundo.
—O el día que ustedes sean más exactas en los pedidos —refuto en calma —¿Qué mierda sé yo de flores, tierra y colores? ¿Por qué no pudo ser directa?
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NIkolái 5to libro saga Angeles o demonios.
غموض / إثارةNikolái nunca ha estado en la legalidad, tampoco ha tenido un hogar, dos cosas a las que debe enfrentarse tras la disolución de los cincuenta. Tiene un empleo, la oportunidad de soñar con una nueva vida y el peso de un pasado doloroso. Ninguno de e...