Bajo sospecha

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Una vez en la estación, le sigo los pasos a los dos oficiales que acompañan a Ana Lucia. El miedo a no saber si va en calidad de detenida o solo debe declarar le ha impedido calmarse o dejar de llorar. Le ha rogado a su amiga no preocupar a sus padres, a mi comunicarme con Lissa.

Tardé en seguirles, tuve que ingresar a la casa de Ana y buscar el expediente del asalto de Ludov. Ella le había anexado los eventos que siguieron luego de su salida de prisión, por recomendación de Lissa. Fue necesario hacerlo luego de que intentara llamar a la prometida de Akim y no obtuviera respuesta.

No va a hacerlo, desde que se enteraron de lo que hice con esa tarta dos cosas sucedieron. La relación con sus esposos se ha normalizado, pero me convertí en su objetivo desde entonces. Por el momento su enojo pasa segundo plano y me centro en Ana Lucia.

 La figura de un oficial impidiendo que siga al grupo me hace detener. Me quedo en silencio viéndolo señalar un punto detrás de mí y advertir. 

—Espera allí. —palabras cargadas de desprecio que no se molesta en ocultar.

—Oblígame —le advierto y  se yergue en su puesto mostrando pecho mientras apoya su mano en la pistola.

—Atrás—advierte sonriente.

Ha eliminado las distancias y fija sus ojos cerca a mi rostro. Mueve sus dedos al rededor de su arma y me insta en silencio a abandonar el círculo en que estoy.

En respuesta le sonrío, lo que esfuma la suya de su desgreñado rostro y los dedos se ajustan a la empuñadura de su armal. El silencio que sigue es  tenso lo rompe de vez en cuando las sirenas a las afueras del lugar.

—¿Hablas mi idioma? —mira a sus compañeros en búsqueda de apoyo y regresa la atención a mí —o eres estúpido… —esto último causa risa en el salón, pero la tensión está en el ambiente.

Hasta que una voz habla en ruso en algún sitio desconocido.

Alguien debería advertirles que puedes desarmar a tres de ellos y asesinarlos sin darle tiempo a los demás a reaccionar—aquel comentario es lo que me  obliga a dar un paso atrás

El cabello rojo y rastros de canas del abogado de Damián Klein ocupa mi campo de visión al interponerse entre el oficial y yo. La sonrisa que me obsequia es tranquilizadora, posiblemente al darse cuenta de que la mia denotaba peligro.

—Es amigo.

Dos palabras que calman al grupo, aunque no lo suficiente para que mi comportamiento no los mantenga alerta. El cuerpo del uniformado se relaja y la mano que hasta hace unos segundos estaba en su arma de dotación baja, cuando el abogado logra que de dos pasos atrás lejos de él.

—Doctor Roger, intente calmar a sus perros —menciona una voz entre la multitud.

El abogado sonríe, aunque no muestra ningún signo de humor. Es posible que se deba a que él hizo parte de mi mundo alguna vez, cuando se casara con la hija del jefe o una de sus hijas contrajera matrimonio con un “Perro como yo”.

—Modere su vocabulario, oficial —le advierte y me ve un instante antes de sonreír —o tendré que pedirle demostrar esa acusación.

—Me temo malinterpretó mi comentario —se excusa el hombre en tono nervioso.

—Eso espero —le advierte girando del todo hacia mí —¿Qué te trae por aquí?

David Rogers, era conocido como abogado, empresario y miembro activo de la iglesia a la que asistía con fervor. Un padre de familia exitoso y modelo a seguir en su comunidad. Su pasado era un secreto a voces, a pesar de que nunca se le ha podido asociar con la mafia, nadie dudaba del lazo que existió o existe entre él y ese mundo.

NIkolái 5to libro saga Angeles o demonios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora