Ingreso el último recipiente y cierro la bolsa térmica con lo que planeo sea el almuerzo de Nikolái. Imagino su rostro cuando vea la sorpresa que le tengo preparada. Tuve que adelantar varias horas al despertador, valía la pena si él lo disfrutaba. En medio del almuerzo de ayer salió a relucir lo difícil que resultaba ese acto en su trabajo.
Conociendo lo glotón que era resultaba difícil imaginarlo a él en ayunas, pero así era. No dio detalles sobre donde trabaja, un sitio que llamaba “la mansión”. Un espacio con terrenos extensos que debía cubrir con sensores y cámaras de vigilancia. La hora de merendar le daba en zonas apartadas. Ir resultaba pérdida de tiempo y el atraso en sus labores.
Su deseo de culminar ese trabajo cuanto antes, le obligaba saltarse las horas de comer. Necesitaba estar al frente de una situación que según sus propias palabras “Se le estaba saliendo de control”. Ante la pregunta de en qué momento saca tiempo para alimentarse, respondió:
«—Por eso cuando puedo lo hago el doble.»
Nikolái, cuidaba de su familia, de mí y Dios sabe cuántas personas más. Ni él o nadie hacía lo propio con su humanidad. Le quise dar solución en vista de que él ha hecho tantas cosas por mí. Mi sonrisa se amplía al recordar nuestra salida a la playa y suspiro como tonta apretando la bolsa contra mí.
Todo sería mágico y perfecto si fuera la conducta de alguien enamorado. No lo era y cuanto antes lo aceptara, mejor. Lo que él sentía por mí era amistad y cariño, nada más.
El recordatorio, qué no he llamado a casa, me hace salir de mi ensoñación y tomar el móvil. Me ubico en el sillón frente a la ventana y dígito el número de mamá.
Mientras el teléfono repica, observo a Dante salir al jardín. Su dueño lo deja pasear antes de salir a trabajar, son un equipo disparejo, pero leales uno con otro. Mi corazón se detiene al verlo salir con el móvil en manos y sonriente.
—¿Diga? —escucho lejano a alguien decir, mi alma, cuerpo y corazón están deleitándose con la imagen de mi vecino, sin camisa en su porche.
Estoy enamorada de él, no hay manera en que pueda conquistarle. He intentado de todo, y me ha sido imposible.
—¿De quién? Y para una Edevane no hay imposibles.
La voz de mi hermana me trae de vuelta a la realidad con la vergüenza de saber que dije aquello en voz alta. El silencio qué acompaña ese acto tan bochornoso lo rompe los latidos de mi corazón en sintonía con la risilla de Natalie del otro lado.
—No hablabas conmigo ¿Me equivoco?
—Buenos días —logro decir cuando encuentro mi vos y su risa persiste —me hablaba a mí.
—No me extraña, también lo haces dormida, eres un peligro para ti misma. —ambas reímos tras eso.
Solo yo tenía el defecto de delatar mis travesuras, dormida. Por fortuna, quien las escuchaba era mi compañera de aventuras y cómplice de ellas.
—¿Quién es? —guardo silencio a esa pregunta—puedo ayudarte, tengo mis trucos, un matrimonio qué lo confirma.
Al que le has fallado, quise aclarar. No obstante, guardo silencio, la charla es amena y me recuerda a los viejos tiempos, antes que yo lo echara todo a perder. Natalie era mi mejor amiga e inseparables. Cargo a cuestas el peso de ser la culpable de que la primera vez que se habló de divorcio en su hogar, fue por mi culpa.
—¿Estás allí? —pregunta y me aclaro la garganta.
—Sí.
Escucho su respiración seguida de los ruidos de una puerta cerrarse. Ella ha salido de la casa y cierro los ojos imaginando que soy yo la que estoy allí contemplando esa hermosa vista.
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NIkolái 5to libro saga Angeles o demonios.
Mistério / SuspenseNikolái nunca ha estado en la legalidad, tampoco ha tenido un hogar, dos cosas a las que debe enfrentarse tras la disolución de los cincuenta. Tiene un empleo, la oportunidad de soñar con una nueva vida y el peso de un pasado doloroso. Ninguno de e...