Juego de niños

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Un fuerte dolor de cabeza me hace despertar, siento mi cerebro a punto de explotar y las muñecas adormecidas. Somnoliento intento sentarme en la cama, pero algo me lo impide. Tiro de lo que frena mi movilidad y los huesos de mi mano protestan. Con recuerdos vagos de la noche anterior abro los ojos.

Paso revista a mi alrededor volviendo a tirar, esta vez con más fuerza. El acabado rojo y dorado, las máscaras coloridas encima del tocador, son conocidos. Un tercer intento por liberarme tiene el mismo final y una revisión fugaz me dice lo que impide mi movimiento.

Estoy esposado, desnudo y por fortuna a puertas de los cuarenta años. La primera vez que estuve en una situación parecida tenía diez y toda la inocencia que esa edad me lo permitía. En la adultez llegaron situaciones similares, pero en un contexto más excitante.

¡Centrado!

La luz por la ventana proyecta rayos de sol que alcanzan hasta mis piernas, señal que ha amanecido.

¿Qué hice ayer? Una pregunta que parece sacada de un guion de alguna novela. Visité el club de siempre en donde, al parecer y según el acabado, me encuentro aún. Pedí a la puta que recién iniciaba, una botella de vodka y un servicio especial. El barman abrió la botella frente a mí, me sirvió una copa y con ambas cosas subí a la habitación asignada.

Lugar seguro, territorio de políticos, altos mandos oficiales y ejecutivos. Una de las dos razones por la que lo escogí. Lo segundo era un simple capricho. Una puta de estrato bajo me recordaba a la mujer que me vomitó a este mundo. Hacerlo con una de ellas y su mezcla de olores baratos me la hacía recordar.

Observo las esposas en mis muñecas y el sitio en el que estoy atado. La cama es en madera, aun así, no podré romperla de la manera en que lo estoy intentando. Busco en mi banco de imágenes el momento en que pude ser drogado, de qué manera y con qué.

El para qué lo sabré cuando me libere.

Acerco la mano en el trozo de madera en que reposa una de las esposas, la sostengo con fuerza y las imágenes de esa habitación empiezan a tener sentido.

¿Después? La chica ingresó con una copa en sus manos, mencionó algo sobre tener los mismos gustos. Lo hizo, al notar que había traído la botella del mismo licor que ella tomaba en ese instante. La dejó justo al lado de la mía, después de eso no tengo registro de cuál tome. ¿Izquierda o derecha? La mía estaba vacía cuando la dejé...

¡Allí estuvo el jodido fallo! Con esa certeza tiro de la madera que sostengo con fuerza.

La pieza cruje ante el tirón de mi mano partiéndose en dos. Las imágenes de la noche anterior llegan, llenando mi alma del odio que requiero para ir por la segunda.

Ya en libertad, me siento en la cama liberándome de las molestas piezas de metal. No sería un ladrón, aunque rehabilitado, si no supiera las artes ocultas de liberación.

Poseo en mi haber un conjunto de experiencias que me han servido en algunas ocasiones. Madres y hermanos posesivos, esposos celosos, policía y hasta militares enojados. Casi todos acababan conmigo escapando por alguna ventana, cubierto por una sábana y/o desnudo.

Busco en mi habitación mi ropa, pero no hay rastros de ella, asi que no solo fui drogado, también robado. Ese pensamiento me hace levantar y avanzar al baño, en donde con sorpresa noto reposan, las llaves de mi auto, billetera, celular.

El dato más intrigante en todo esto, es que la billetera está intacta. Tarjetas y dinero, se encuentran allí en la misma forma en que la conservo.

El ruido en mi móvil me hace verlo un instante y leo el mensaje que titila en la pantalla. La vida me dio la suerte de ser huérfano, pero yo quise joderlo al querer una familia.

NIkolái 5to libro saga Angeles o demonios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora