Una despedida de soltero en Las Vegas se sale de control, una borrachera termina en una habitación de hotel sin recordar nada.
Exactamente eso le sucedió a nuestros pequeños personajes, un famoso cantante y un millonario; despiertan sin recordar el...
He planeado durante todo el vuelo lo que haré y le diré para no perderlo. No estoy dispuesto a dejarlo pasar, a dejar que nuestras responsabilidades se lleven por delante lo que tanto nos ha costado reconocer e iniciar. No quiero despertar un día arrepintiéndome de haberlo dejado ir. No quiero que pase el tiempo y me reproche a mí mismo el no despertar a su lado.
Al recoger las maletas me encuentro con el chofer que él ha enviado y el cual me lleva a la casa; mejor dicho, a la mansión. Al palacio donde vive mi príncipe encantado; aquel que me ha embrujado con su mirada gris en aquel amanecer que creí que era una pesadilla, pero que a las pocas semanas se convirtió en mi sueño, uno del que no tengo ni la más mínima intención de despertarme. Repaso en mi mente las palabras que he preparado para lo que le tengo que decir y solo espero que acepte cenar conmigo esta noche. He arreglado todo con Rosse y solo espero que el plan funcione.
Pocos minutos después Yeyon aparca el coche y con esta sensación de nervios que es mucho peor que la primera vez que me subí a un escenario, entro a la enorme casa y comienzo a buscarlo, pero claramente no está en esta área de la casa. Sin muchos preámbulos subo al segundo piso y camino hacia lo que es nuestra habitación y espero que lo siga siendo. Entro sin golpear y al verlo me quedo boquiabierto. Lleva puesto un traje negro con un escote al frente que se convierte en el centro de mi imaginación.
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—Buenas noches principe. Digo sonriente y el al verme me hace una radiografía de pies a cabeza.
—Buenas noches... ¿Me he perdido de algo? Pregunta algo confundido.
—Puede que de algo. Digo sonriente.
—Te ves muy guapo con ese traje color negro, y esa camisa blanca desabrochada deja ver el universo que se esconde detrás de esa tela. Comenta y no me queda más que acercarme a él, tomarlo por la cintura y mirarlo a los ojos.
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—Tú también te ves deslumbrante. Comento mirándolo a los ojos y luego recorro su cuerpo con mi mirada.
—Se supone que tú y yo deberíamos hablar... Dice algo nervioso.