El sol en lo alto brillaba como nunca; las olas chocaban contra las rocas y el sonido del mar, era espléndido. Me estiré sobre la arena y sonreí bajo la sombrilla que me proporcionaba sombra. Eran las mejores vacaciones que Pedro me pudo haber regalado para nuestro aniversario.
El caribe había sido una opción, pero ir a Brasil, había sido su sorpresa.
—¿Cómo te sientes? —Me preguntó Pedro, despertándome del trance que vivía al sólo escuchar los placeres de la naturales. Noté que posó su mano en mi vientre y yo de inmediato posé la mía sobre la suya. El ser en mi interior se movió, haciéndonos reír. —Se sienten bien por lo visto.
—Ajá. No puedo negar que esto ha sido una buena elección. —Me incliné con cuidado, siendo ayudada por mi acompañante. Me quejé un poco pero logré sonreír plácida. Llevaba ocho meses de gestación y salir del país hacia mi anhelado sueño había sido una decisión un poco arriesgada, considerando los viajes y mis malestares matutinos. La pequeña dentro de mí no nos daba tregua.
—Me tienes que avisar si sientes algo anormal. —Advirtió el actor. Asentí y besé sus labios para que se sintiera seguro de que le avisaría si sentía algo extraño. —Ven, vamos a probar el agua.
Dejamos en orden nuestro lugar y caminamos por la arena. Era cálida, no quemaba. Lo cual era una bendición puesto que mi capacidad sensorial se había disparado tras haber quedado embarazada. El aroma del mar era una esencia peculiar, algo indescriptible. Y la calidez de esta al posar mis pies sobre el agua, era aún más sensacional.
Me aferré al brazos de Pedro y caminamos hacia dentro del mar, lo justo y necesario para disfrutar del sol y la calidez del agua.
El viaje lo habíamos realizado solos hasta el momento, pero su hermana se unió a nosotros días después junto a sus sobrinos. Pedro y Bruno estaban bastante expectantes con el nacimiento de Rose. Y a decir verdad, la familia en general ya quería conocerla. Me sentía querida, bastante como para haber soñado algún día, compartir mi vida con Pedro Pascal.
—¿Te acuerdas cuando nos conocimos? —Me preguntó.
—Cómo olvidarme del día en el que me dijiste que sabias bailar, y lo que obtuve, fue un sinfín de pasos inventados. —Reí. —La expresión de tu hermana, aun la recuerdo.
—Es la misma de siempre cuando sabe que quiero hacer reír a quienes quiero.
—¿Me querías en ese entonces? Nos estábamos conociendo recién hace cinco minutos antes de tu súper baile. —Dije y Pedro carcajeo.
—Cuando te vi, lo supe. No me preguntes cómo, ni cuando, ni por qué. Pero, lo supe y ya. —Se encogió de hombros. Y es que de cierta forma, había sido bastante extraño nuestro destino.
El matrimonio de mi mejor amiga había sido anunciado por ella misma en una comida familiar que sus padres habían realizado para celebrar sus cincuenta años de matrimonio. Hasta ese entonces, la cantidad de años que llevaba la pareja me hizo imaginar mi vida con alguien por unos minutos. Me era imposible creer que dos personas distintas podían sobrevivir juntas por tantos años. Pero era el caso del matrimonio Adler. Mi amiga, ese mismo día anunció su casamiento junto a su prometido. Quienes ya llevaban diez años juntos.
El matrimonio fue especial. Pese a la gente que no conocía, Lux Pascal se hizo presente y a su lado, su hermano. Mi historia comienza ahí, con un Pedro bastante animoso, caballero y atento. No dudó en invitarme a bailar, y luego de ello, las conversaciones hasta que el matrimonio dio su fin en la madrugada. No me acostumbraba a la idea de seguir socializando con personas que sabía no volvería a ver, pero Pedro al saber que Lux era amiga de mi amiga, logró conseguir mi número y llamarme.
—Bueno, creo que la química no tiene explicación. Hiciste un buen trabajo en conquistarme, por cierto. —Reí. —Ahora, esta pequeña de aquí será quien te robe el corazón. —Mencione, posando mi mano en mi vientre.
—Ambas. A ti te conocí primero. —Besó mi frente. —¿Nada extraño? —Preguntó nuevamente, preocupado por mi salud.
—Nada, Pedro. Tranquilo. Aún falta un mes. —Volví a reír.
Salimos del agua y nos dirigimos hacia el hotel donde nos hospedábamos. Lux había dejado una nota mencionando que había salido con los niños a conocer más lugares.
—¿Javiera estará bien sin los niños? —Inquirí.
—Está bien. Me ha enviado un mensaje. Se encuentra bien. —Sonrió. —¿Qué se te antoja? Tenemos... déjame ver. —Se acercó a la nevera. Mientras buscaba algo para poder comer, la pequeña en mi interior comenzó a moverme y con ello, un dolor se alojó en mi interior. Solté un pequeño gemido, respirando profundo para contener el malestar. Pedro aún seguía buscando, más yo no le podía prestar atención a lo que me decía.
—P-Pedro... —Murmuré. —La niña....
—La niña. ¿Qué pasa con la niña? —Seguía buscando.
—Ay dios. —Me quejé. —Cariño, vamos a tener que ir al hospital.
—¿Qué? ¿En serio? —Se acercó rápidamente y me sostuvo para no caer. —Un mes, ¿eh?
—Los doctores programan. —Me quejé. — Los niños eligen...
Me alisté lo que más pude. Pedimos un taxi y no dirigimos hacia el hospital más cercano recomendado por la muchacha de recepción. El dolor era fuerte, pero ello reconfortaba al saber que ese día podría conocer a nuestra pequeña. Pedro llamó a Lux quien llegó minutos después junto a los niños. Me ingresaron a la sala de preparación. Las contracciones eran monstruosas. Me quejé y lloré.
—Tranquila, cariño. —Me decía Pedro, haciéndome cariño en la espalda. Me abracé a él y volví a gemir.
El tiempo en la sala de preparación fue leve pues, el doctor había comunicado que ya estaba lista para poder entrar a la sala de partos. Ingresé con todo el dolor retumbando en mi cuerpo, pidiéndole a todo los dioses que todo cesara.
Sentí la mano de Pedro tomar la mía y fue cuando supe que debía dejar a mi cuerpo reaccionar. El llanto de la pequeña resonó en la sala y yo, me olvidé de todo dolor. Agotada, comencé a llorar. La pequeña fue puesta en mi pecho y yo no pude ser más feliz.
Rose Pascal llegó al mundo un mes antes de su nacimiento programado. Como si el destino fuese sabio, nos dio el placer de conocer a nuestra pequeña en la misma fecha de nuestro aniversario número diez junto a Pedro. Sana y hermosa, con unos ojos cafés tan hermosos como el de su padre y una tez trigueña, la pequeña fue el motivo por el cual el celular del actor no dejaba de sonar con felicitaciones de familiares y amigos.
—Te amo. —Me dijo. Sus ojos brillaban. Miró a nuestra hija que yacía en sus brazos durmiendo. —Las amo.
—Y nosotras a ti. —Sonreí. Cerré los ojos y me dejé llevar por el sueño.
Lo que parecía iba a ser un día entre playa, arena y sol, fue uno totalmente diferente. Pedro y yo, acabábamos de convertirnos padres por primera vez.
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Pedro Pascal - Joel Miller || One Shots
FanficPedro Pascal || Joel Miller here One Shots