Como era costumbre, mi rutina durante los fines de semana era estar en casa y descansar de aquellas tareas agotadoras realizadas durante la semana. Y es que ser profesora de párvulo era un trabajo hermoso, pero sin duda agotador.
Mi sistema de autocuidado se basaba en ver series, dormir, leer u ordenar mi departamento. Pero ese fin de semana, justamente no tenía intención de realizar ninguna de las cosas que hacía usualmente. Había despertado distinta, con deseos de hacer algo fuera de lo común.
Me levanté, tome ropa nueva y me bañé. Dejé que el agua cayera sobre mi cuerpo y cerré los ojos, disfrutando de la calidez de esta. No siempre amanecía meditabunda, pero la semana junto a los niños me había dejado sin ánimos pues, la reunión de apoderados había sido todo un caos.
No tomé desayuno. Sequé mi cabello, tomé mi chaqueta y salí de casa rumbo al parque central de New York. Ese día, quería estar sentada y contemplar el panorama en el parque. Caminé calma, observando a mi alrededor los árboles, los perros jugar con sus amos y los niños junto a sus padres.
En mi vida había deseado tener un hijo, pero el destino quería algo distinto para mí. Ser párvulo aplacó aquella tristeza que albergaba en mi interior al enterarme que no podría ser madre. Aquella serendipia, me destrozó. Fue entonces, que me dediqué a enseñar, sabía que era mi destino y en cierta forma, también mi frustración.
Me senté en un balcón que yacía vacío. Al otro lado, permanecía una pareja de ancianos riéndose por lo bajo. Disfrutaban de la compañía del otro. Frente a mí, un par de niños jugando con su padre quien alentaba a uno de ellos a lanzar la pelota hacia a él. El niño lo hizo, dándole de lleno sobre el cuerpo de su padre, quien cayó al suelo con la pelota agarrada entre los brazos. Ambos niños saltaron y fueron hacia él, riendo y jugueteando.
Sonreí para mí al ver aquella escena. Seguí observando. Los arboles danzaban y con ello botaban pequeños pétalos de las flores que criaban. Tomé una entre mis dedos y la observé con curiosidad.
—¡Tío! —Gritó un niño. Alcé la mirada y vi como aquel hombre que creía ser el padre de los niños, ser acercaba a mi lugar pero sin dejar de ver a los pequeños. —¿Te acobardas ante tus sobrinos? Te hemos ganado. —Rio el muchacho.
—Bah, yo solo los iba a ver cómo jugaban. No estaba en mis planes unirme al juego. —Dijo el hombre. —Aprovechen el día que en dos horas los tengo que devolver a su mamá.
Los niños rieron entre sí. Uno tomo el balón y lo pateó, mientras el otro, iba tras ella.
—Niños. —Dijo finalmente el hombre. Se sentó a mi lado un tanto agitado. Percibí su mirada, más yo sonreí, asintiendo. —¡Pedro! No tan lejos. —Le reclamó el hombre. —Ya sabes que tu mamá me dijo que...
—Que le dijeras si no te obedecíamos. —Le respondió el otro muchacho, completando la frase. —Creí que éramos amigos, tíos.
El hombre río.
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Pedro Pascal - Joel Miller || One Shots
FanfictionPedro Pascal || Joel Miller here One Shots