¿Voy o no voy?🤔

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Caminaba por el pasillo como si me hubiese succionado un dementor. La noche anterior había tenido que hacer un esfuerzo quimérico para terminar el infernal adelanto de tesis para mi tutor, y había perdido todo rastro de humanidad en el proceso. Aun así, había tenido que agarrar fuerzas de donde no las tenía porque mi "tan oportuna" amiga Nora me suplicó que nos encontráramos esa mañana en la facultad.

No había rastro de ella en aquel lugar. La facultad estaba desierta. Los pocos estudiantes que sobrevivieron a Los juegos del hambre de la carrera universitaria hasta quinto año, ahora estaban en sus casas enfrascados en sus tesis, mientras yo estaba aquí perdiendo el tiempo.

Saqué el móvil para llamar a mi amiga cuando de repente sentí que alguien se acercaba por detrás:

—¡Buh!

—¡Ah! —Di un respingo que provocó la carcajada de Nora—. ¡Oye! ¡No hagas eso! No me gusta.

—Por eso lo hago —contestó ella entre risas—. Está bien. Lo siento. No voy a volver a hacerlo, te lo aseguro —prometió en un tono que dejaba entrever que ni ella misma se creía sus palabras.

—¡Te cortaste el pelo! —exclamé en cuanto caí en la cuenta de que su larga melena rizada ahora le caía sobre los hombros.

—Sí, ya era hora de un cambio de look. ¿Te gusta? —preguntó ella, deslizando su mano por el cabello con un aire de orgullo.

—Me encanta —dije con honestidad. Creo que ni con un corte radical de pelo, mi amiga dejaría de lucir preciosa. Su piel era de un hermoso color canela oscura, y sus expresivos ojos tenían el tono de los granos de café recién tostados.

De repente recordé que ella no había querido contestarme las llamadas ayer.

—¿Tú no estabas molesta conmigo?

Nora no me perdonaba que yo defendiera a mi novio, y aún más, que me hiciera eco de sus palabras.

—Ya no. Eso es capítulo pasado. Ahora estamos escribiendo el siguiente —canturreó mientras me arrastraba hasta nuestro banco favorito de la facultad.

En aquel asiento nos habíamos conocido, y en él compartimos nuestros secretos más íntimos, discutimos, fangirleamos y nos animamos mutuamente cuando suspendimos un examen. Aquel banco solitario podría contar nuestra historia en la universidad.

—Tienes unas ojeras horribles —observó ella.

—Tesis —contesté como si esa palabra fuera la explicación a mi estado decadente, pero no lo era. Después de la "charla" con mis padres, Javier me llamó para hablar un rato. La conversación no hizo más que herir mis ya maltratados ánimos.

—Tranquila. Todos estamos igual —La vocecilla de Nora me devolvió a la realidad—. Mira lo que me escribió ayer "Don Quijote" —se refería a su tutor de tesis (solíamos identificar a cada profesor con un mote).

Se aclaró la garganta para comenzar la lectura en tono sublime:

—"Estimada y sapiente señorita Nora. Excúseme, jamás osaría atribuir a la nesciencia o peor aún, a la pereza, la ausencia de una declaración del vasto corpus que le permitió encauzar los meandros de su, a ojos experimentados, prolija investigación. Siento no poder servirla más pues me hallo decumbente. Saludos cordiales."

Estallé en una sonora carcajada.

—¿No podía solo decirme que me faltaba poner la bibliografía? —Puso los ojos en blanco.

—Don Quijote haciendo honor a su mote.

Era la primera vez en esa tétrica semana que algo me hacía reír. Desde luego mi amiga tenía ese extraño poder.

¿Fangirl? Siempre (#PGP2024)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora