"Dar masaje a..."😳

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  El pastel de Nora estaba saliendo muy... muy caro.

  La situación parecía sacada de una novela de romance histórico; pero una versión muy rara de ella. Erik y yo paseábamos por el campamento como un par de enamorados en medio del cortejo, mientras Nora, nuestra "chaperona", nos seguía la pista unos metros detrás, lo suficientemente lejos como para darnos un poco de privacidad, pero lo suficientemente cerca para cerciorarse de que yo cumplía todas sus diabólicas órdenes.

  Mientras tanto, yo trataba de evitar los lugares bonitos que pudieran dar rienda suelta a la imaginación de mi amiga, pero todo en aquel campamento lucía como el "sitio perfecto para la escena del beso".

  Apresuré un poco el paso y arrastré a Erik conmigo para bordear lo más rápido posible la romántica zona de la fogata, en torno a la cual se situaban unos graciosos bancos en forma de troncos de árboles, pero Nora fue más rápida. Miré el aparatito que mostraba la nueva orden.

"Pedir sentarse a Erik"

  ¡Demonios, lo sabía!

  Le extendí la orden a mi compañero y nos dejamos caer en uno de los asientos cercanos a la fogata apagada. Nora nos vigilaba desde la lejanía.

  ¡Beep! Escucharía este sonido en sueños por días.

  "Contar chiste"

  Al menos esa era fácil. Tenía un chiste preparado para cualquiera de esos absurdos juegos de retos que se hacían en las fiestas escolares. A veces tocaba contar uno y yo me aseguraba de tener alguno listo para nunca quedarme en blanco.

—Ehm... Erik... aquí va un chiste. Adivina que es lo que tiene ojos y no ve, tiene pico y no pica, tiene alas y no vuela, tiene patas y no camina.

  Él estuvo un rato pensando pero al final negó con la cabeza.

—Me rindo. ¿Qué es?

—Un pajarito muerto —le revelé.

Erik llenó sus cachetes de aire hasta que no pudo reprimir más la risa y estalló:

—¡¿Qué clase de chiste macabro y perturbador es ese?!

—Fue un chiste que me contó mi padre cuando era niña —dije entre risas.

—Pues debiste de haberte portado muy mal.

—Pero al menos te reíste.

—Sí. Para no llorar.

  Tuve que llevarme las manos al estómago de tanto reír. Esto no estaba tan mal. De hecho, podría decir que estaba disfrutando el momento.
Otro pitido salió del artefacto en mi mano:

"Decir cumplidos sobre su apariencia"

El nivel de complejidad había subido.

Vacilé. A fin de cuantas era solo un juego y Erik lo sabía.

—Tienes una... sonrisa hermosa.

Tragué en seco, esperando su respuesta.

Él me sostuvo la mirada por unos segundos y sonrió:

—¡Me gusta este juego! Digo, me parece un poco creepy que tu amiga nos esté espiando y que te esté enviando órdenes; pero mentiría si dijera que no lo estoy disfrutando.

—Me alegra que al menos uno de los dos lo esté haciendo —dije con sarcasmo—, además de mi amiga, claro.

Como si la hubiese invocado, sonó otro mensaje:

"Dar masaje en los hombros"

  ¡¿Qué?! Nora se estaba pasando. La busqué con la vista. Desde aquí no podía distinguir bien sus rasgos pero sabía que estaba regocijándose de su victoria. Hice una negativa con la cabeza en su dirección pero ella se limitó a hacer un gesto similar a soplar las velitas de un pastel para recordarme nuestro trato. ¡¿Por qué había tenido que ser tan despistada al punto de olvidarme de su cumpleaños?!

  Por suerte recordé que en el videojuego, cuando un Sim se sentía incómodo con las aproximaciones de otro Sim porque no tenían suficiente confianza, solo tenía que rechazarlas. Me aferré a esa carta.

—Escucha —me giré de nuevo hacia Erik—, te intentaré dar un masaje en los hombros, y tú, como buen Sim ofendido, me lo vas a negar, ¿está bien?

El asintió.

—"¿Quieres que te dé un masaje?" —formulé con tono sobreactuado y con las manos casi sobre sus hombros para que Nora viera mis supuestas intenciones.

—Sí claro —aceptó él y rápidamente se giró para darme libre acceso a su espalda.

  Me quedé en shock. Ese no era el plan. Podía ver a Nora a lo lejos desternillándose de la risa.

  ¿Qué debería hacer a continuación? Bueno, no tenía más opción.
Respiré hondo y posé mis manos sobre sus anchos y tonificados hombros. Comencé a hacer mi intento de masaje y los latidos de mi corazón empezaron a acelerarse.

—¿Por qué no me rechazaste? —lo cuestioné entre dientes.

  El giró un poco la cabeza y acortó la distancia entre nosotros. Mi rostro casi rozaba con su perfil. Dijo casi en un susurro:

—Porque creo que nuestra barrita de interacción está lo suficientemente en verde para aceptar un masaje.

No aguanté más y solté una risa. Es verdad, la situación era creepy. Pero no estaría siendo honesta si dijera que no me estaba divirtiendo.

Un sutil beep, como un ligero latido, sonó otra vez:

"Invitar a dar un paseo en bote."

¿Fangirl? Siempre (#PGP2024)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora