Una vez que nos despedimos del inquilino de la supuesta “cabaña embrujada”, emprendimos el camino de vuelta al campamento.
Los restantes equipos ya estaban allí y sus miembros nos miraban con caras estupefactas. A diferencia de sus trajes llenos de barro, las caras tiznadas, los cabellos revueltos y las expresiones de agotamiento extremo, nuestro pelotón lucía tan fresco como una lechuga, y se pavoneaba como si acabara de regresar de un balneario de aguas termales.
—¡No es posible que ellas hayan ganado! —se quejó un muchacho moreno con la cara rasguñada y el pelo en todas direcciones.
Nora le mostró su reloj de pulsera que mostraba la prueba irrefutable y agregó:
—Las batallas, nene, se ganan con inteligencia, no con fuerza bruta.
Varias personas aplaudieron la contesta de Nora.
Entonces llegó el intimidante momento de la condecoración.
Ante una muchedumbre que nos miraba con una mezcla de envidia y admiración, Erik fue mencionando nuestros apellidos para hacer entrega de las medallas.
—Sargenta Ramírez.
Di un respingo al escuchar mi apellido. Respiré hondo y, rezando para no tropezar por el camino, me acerqué al centro donde me esperaba Erik.
Él me dedicó una media sonrisa y colocó con suavidad la medalla en un punto cercano a mi corazón que parecía querer salirse. Por fortuna, los aplausos a mis espaldas encubrieron el momento en que él se inclinó para decirme:
—Te ves preciosa con traje de militar.
Abrí los ojos como Hedwig, la lechuza de Harry Potter. Es obvio que a él no le importaban el momento ni el lugar.
—Anjá, sí, muy bonita toda esta ceremonia —dijo Caterin en alta voz cuando todas tuvimos nuestras insignias—. ¿Pero dónde está la recompensa monetaria?
Una explosión de risas nos llegó desde la multitud.
Erik, fingiendo decepción, pero sin poder reprimir la risa, exclamó:
—¡Qué materialista se ha vuelto el mundo!
Mi cuerpo se sentía como si hubiese corrido un maratón.
Después de la ceremonia habíamos ido directo a los lavabos. Nora y yo íbamos juntas todos los días, porque yo no era capaz de hacerlo sola. Me horrorizaba la idea de que algún chico despistado pudiese entrar por error en el baño de mujeres mientras me duchaba. Tendría que abandonar el campamento al día siguiente por no poder aguantar la vergüenza.
Había llegado la noche y con ella el cansancio acumulado del día. Nora, que aún conservaba algo de "chakra" (energía), optó por ir a pasar el rato a la sala de videojuegos en compañía del tal David, con el que al parecer había hecho buenas migas. Ella nos había sugerido ir a la taberna a celebrar y gastar nuestra recompensa, pero yo la persuadí para que reserváramos ese dinero hasta su cumpleaños, el lunes de la semana próxima; y el resto de las chicas, ya sea porque les parecía una buena idea o bien para que Nora las dejara descansar por hoy, accedieron.
Vanesa y Melisa escribían en sus laptops. Caterin leía creepypastas con audífonos puestos. Y en cuanto a mí, estaba embebida en la lectura del PDF de una novela que Melisa había publicado en Wattpad.
Era una historia de amor muy bonita en la que un exintegrante de una banda de pop conocía a una chica amante de las películas románticas. El protagonista era tierno, tímido y bondadoso; todo lo opuesto al novio de Melisa.
Me pregunto si los autores conciben sus historias sobre aquello que no poseen en la vida real. Debe de ser esa la razón por la que muchas de mis escritoras favoritas de romance adulto estaban solteras, divorciadas, e incluso algunas habían impuesto demandas contra sus exmaridos. A veces, las mejores historias de romance rosa nacían de un corazón roto o solitario. Lo que sí era innegable, es que Melisa tenía un don para las letras.
—¡Esto está genial, Melisa! —lo decía en serio—. ¿No has intentado publicar por tradicional?
—Ese sería mi mayor sueño. —Suspiró—. Pero en este país la literatura juvenil de romance no es para nada apreciada por las editoriales. Lo he intentado un montón de veces, y siempre recibo la misma respuesta, si es que la recibo: “Esta historia no se corresponde con la política editorial”.
Sabía a lo que se refería. Yo misma había tenido que renunciar a mi sueño de ser editora de libros juveniles por esa razón.
—¿Y si publicas en el exterior? —sugirió Vanesa, que había interrumpido su escritura para atender a nuestra conversación—. En países como España y México la literatura de romance juvenil tiene mucha difusión y muchas editoriales la priorizan.
—Sí, pero no creas que es tan fácil —lamentó Melisa—. Las editoriales reciben todos los días demasiados manuscritos. Así que, por cuestiones de tiempo y prioridad, seleccionan aquellos cuyos autores hayan publicado antes... o tengan muchos seguidores en las redes sociales. Yo no cumplo ninguno de esos requisitos todavía. Abrirse un espacio en este mundo es difícil. Se necesita más que solo escribir.
Permanecimos unos segundos en silencio, meditando sobre la cruda realidad que no te contaban en las escuelas.
Melisa negó con la cabeza como autorrespondiéndose y agregó en alta voz:
—No estoy de acuerdo con lo que dijo el excombatiente de que “somos unos blandos”. En realidad, es más como esa frase de Baepsae, mi canción favorita de BTS: “Nuestra generación lo ha tenido difícil, mi maestro nació con cuchara de plata”.
Vanesa sonrió por la referencia a su grupo musical preferido.
Un silencio volvió a tomar el mando de la conversación. Por lo general, cuando el diálogo era entre más de dos personas, no me incomodaban tanto los silencios, porque no me sentía tan presionada a romperlos. Sí, lo sé, yo tenía mis serios problemas mentales.
—¡Ey! —saltó Vanesa—. ¿Qué les parece si creamos nuestro propio blog? Solo de nosotras cinco. Eso podría darte visibilidad en Internet y Caterin podría garantizarnos su público de Booktube.
La aludida permanecía ajena a nuestra conversación, absorbida por los sonidos de sus audífonos.
—Esa… no sería una mala idea —concordó Melisa—. ¿Pero sobre qué lo haríamos? ¿Y qué nombre le pondríamos?
—Ya pensaremos un nombre entre todas —dijo Vanesa cada vez más emocionada con la idea—. Trataría sobre todo lo que nos gusta: libros, series, música, anime, todo.
—A mí me gusta la idea —apoyé.
Escribir era una de las actividades que más amaba hacer. Y, por extraño que pareciera, me gustaba la sensación de que mis escritos llegaran a más personas. Estar detrás del papel me confería una especie de protección.
—Por mí también está bien —asintió Melisa.
—Yo también me apunto a eso —opinó Caterin, haciendo que nos sobresaltáramos.
—¿Pero tú no estabas escuchando música? —la cuestionó Melisa.
—Tenía los audífonos apagados —explicó ella—. Me gusta saber lo que la gente dice cuando piensan que no los escucho.
Melisa le arrojó su almohada.
—¿Sabes que eso es una forma de stalkeo, verdad?
—Lo sé —contestó ella sin vestigio de remordimiento.
Nora llegó unos minutos más tarde y cuando le comentamos la idea sentenció con voz solemne:
—Vamos a conquistar Internet.
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¿Fangirl? Siempre (#PGP2024)
Novela Juvenil💜¿Hay una edad límite para ser fangirl? 🚫"Ya estás muy mayorcita para esas cosas", "Pon los pies en la tierra", "Baja de la nube", "El fanatismo no te va a llevar a ninguna parte" son las frases que estoy acostumbrada a escuchar, y puede que me l...