"Vamos a darnos un ⌛"

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                           ⏳  🗓

—¿No puedo hacer nada para que cambies de opinión? —preguntó Javier. Sus ojos eran como pozos insondables de los que, aún pasados diez meses de relación, no había podido vislumbrar el fondo.

  Estábamos sentados en un banco, en el parque de los bajos de su casa, donde habíamos pasado muchas tardes.

—Es que... ya lo decidí —contesté—. Quiero ir al campamento.

Hubo un silencio. Él apenas me miraba. Tenía la vista fija en el grupo de palomas que picoteaba semillas en el suelo del parque.

—Estás dejando pasar la mejor oportunidad, Claudia —me recordó, tratando de conservar el rostro inmutable; pero su manera de contraer la mandíbula desvelaba su frustración interna. Al menos había aprendido a leer su rostro.

—Yo sé pero... ¿no has tenido esa sensación de que tienes primero que cerrar un capítulo, para poder seguir con tu vida? Necesito ir allá primero.

—Entiendo tu punto, nena, pero vas a romper el plan, un buen plan, de los mejores en mucho tiempo. —Arrojó al suelo unas semillas para las palomas.

  Javier tenía 28 años. Estaba en esa etapa en la que piensas que tu vida está corriendo demasiado deprisa y aún no has hecho ni la mitad de las cosas que querías. Yo, en cambio, con cinco años menos, todavía no sentía esa sensación de apremio. Habían aceptado nuestra solicitud para un curso de verano en España sobre Gestión de proyectos. Más que por el curso, él me había convencido con la idea romántica de compartir intereses y vivir juntos por un mes en una ciudad y un país que no era el nuestro. El plan era partir a finales de julio. Pero ahora...

—Lo siento, Javier. Pero ahora mismo tengo un caos en la cabeza. Tengo que organizar mis ideas. Saber realmente qué es lo que quiero. Y... no sé... siento que este campamento me va a ayudar a descubrirlo.

De repente, dijo una frase que no venía a cuento:

— ¿Vas a "seguir tu propio camino ninja"?   

—¿Mi qué?

—Es una frase de un anime. —Sonrió y noté algo en sus ojos que no había visto antes: ¿nostalgia?

—¡¿Tú?! ¡¿Viendo anime?! —preclamé—. Mentiroso. ¿Es en serio? ¿Y por qué nunca me lo dijiste? Sabes que a mí también me gusta el anime...

—Eso fue cuando era niño, Clau —respondió con desgano tirando otra semilla—. Y ya no es algo que me interese.

  Era triste descubrir que ni siquiera diez meses eran suficientes para conocer a una persona. Cuando yo intentaba hablarle a Javier de mis animes y libros favoritos, él solo pretendía escucharme por dos minutos y luego cambiaba el tema. Por eso me extrañaba ahora que hiciera una referencia a una serie.

—Aunque no lo creas —Tenía la mirada perdida—, a mí también me hubiese gustado quedarme así para siempre. Hacer maratones de películas y series, faltar a la universidad por haberme quedado jugando Dota hasta las 4 de la mañana... ¿Crees que no? Esa vida es muy rica. Pero yo no la puedo tener. Ya no. Tengo que estudiar, trabajar, mantener a mi familia... y yo no veo mal que veamos una serie o una película de vez en cuando, pero no que tu vida o la mía se conviertan en eso.

  Lo entendía un poco. El curso en España también le iba a dar la oportunidad de buscar ofertas de empleo allá. Él y yo estábamos en diferente sinfonía. Mis padres siempre habían intentado por todos los medios que el dinero nunca fuera una preocupación para mí. Y por mucho tiempo estuve ajena a la realidad. Pero las cosas cambiaban, y a pesar de mi inmadurez, era consciente de que mis padres no podrían hacer lo mismo toda la vida. Yo también tendría que despedirme de unas cuantas cosas. 

—Tengo que irme —concluí con un suspiro—. Las maletas no se hacen solas.

Sabía que si me quedaba más tiempo allí, sería más difícil marcharme.

Me miró con una expresión derrotada.

—¿Y qué vamos a hacer con el curso entonces?

—Ya te lo dije, Javier, ve tú. No dejes de ir por mí —Decirlo por teléfono no era lo mismo que hacerlo de frente. Todo resultaba más doloroso.

Por primera vez, podía vislumbrar el agua en esos dos pozos oscuros que eran sus ojos.

—Pero no va a ser igual, Clau. La idea era vivirlo juntos.

Me quedé callada, sin saber qué decirle.
Él tomó la palabra otra vez.

—¿Y si... vas al campamento ese, pero solo por un mes... y yo te recojo allí antes de agosto, y nos vamos para España?

Bajé la cabeza. Era una posibilidad. Pero no me hacía ninguna ilusión dejar el campamento a medias.

Él resopló y esbozó una sonrisa ácida.

—Olvídalo, ya me sé tu respuesta aunque no la digas.

Guardé silencio. Su cambio repentino de expresión me descolocó.

—¿Sabes qué pienso, Claudia? Que no te interesa para nada mantener lo que tenemos.

—¿Qué? No digas eso, por favor.

—Si me quisieras, te afectaría un poco más que estuviésemos separados.

—¡Claro que me afecta, Javier! Pero eso no significa que renuncie a mis... sueños. —Esa última palabra la pronuncié muy bajo, previendo su reacción.

—¡¿Tus sueños?! ¡¿Tu sueño es ir a ese campamento de "fandoms"?! —dijo con un ligero desdén—. ¡¿Tú te das cuenta de lo ridículo que suena eso?! Vas a renunciar a ir a España, a superarte, a pasar tiempo conmigo... por ir a ese campamento de niños. ¡No me jodas, Claudia! Esa tontería te hacía ver tierna cuando estabas en la Universidad, pero ahora...

—¡Javier, ya para! —Elevé un poco el tono de voz. Si lo dejaba seguir, diría cosas que me harían más daño—. Voy a ir a ese campamento, te guste o no.

Me miró como si estuviese viendo un fantasma. Se levantó del banco, deshaciéndose del resto de las semillas, respiró exageradamente hondo y su voz sonó más grave cuando habló:

—Haz lo que quieras, Claudia. Mira, yo creo que lo mejor es que nos demos un tiempo, ¿está bien?

—¿Un tiempo? —Tragué en seco y experimenté esa extraña sensación de incredulidad que llega cuando escuchas algo que no querías—. ¿Pero te refieres a... al tiempo en que yo voy a estar en el campamento, o a separar...?

—No, me refiero a darnos un espacio. Para que te aclares tus ideas. Y yo voy a hacer lo mismo por mi lado.

Dejé caer los hombros en señal de derrota.

—Pero es que no entiendo qué significa...

—No hay nada que entender. Ve a ese campamento, pásala bien y cuando ya aterrices de una vez en la realidad pues... a lo mejor yo sigo aquí.

  No daba crédito a lo que escuchaba. En serio Javier me estaba planteando darnos un tiempo. Aún no estaba muy segura de qué significaba eso, pero sí sabía que era la perfecta antesala para una ruptura definitiva. Me mordí el labio para no quebrarme. No quería que me viera así. Quería irme de ahí cuanto antes.

—Adiós, Javier.

—Oye, espera...

No aguardé su réplica y me di media vuelta para escapar de su mirada. Mi huida alborotó a las palomas que salieron volando hacia el cielo, y yo corrí por todo el parque, procurando no mirar atrás.

                              ⌛📆

"Voy a seguir mi propio camino ninja"

La frase era del anime Naruto. Ahora lo sabía. Escucharla otra vez hizo que se estrujara algo dentro de mí.

Había hablado con mi madre estas dos noches, pero no tuve el valor para llamarlo a él. ¿Qué estaría haciendo en este instante? Quizás haciendo preparativos para marcharse a España. Sabía que si lograba asegurar un puesto de trabajo en ese país, pasaría mucho tiempo antes de que nos volviéramos a ver.

Mentiría si dijera que no lo echaba de menos.

¿Fangirl? Siempre (#PGP2024)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora