—¡No hay cobertura! —se quejó ante el grupo la muchacha de los rasgos asiáticos—. ¡Tampoco tengo Internet! ¿Cómo voy a sobrevivir así?
Todos comprobaron sus teléfonos.
"¡Es verdad, no hay! ¿Y ahora qué? "
"¿Será igual en todo el campamento?"
"Deberíamos preguntar en la recepción"
—¡Nora! —Me giré hacia mi amiga tratando de no entrar en pánico—. ¿Cómo se supone que voy a llamar a mi madre?
—No la llames y punto.
—¡Nora! —comenzaba a perder la calma.
—¡Está bien! ¡Relájate, por dios! —dijo poniendo sus manos en alto en un gesto de apaciguamiento—. Ven. Vamos a preguntar en la recepción.
La señora de las gafas de media luna que nos atendió dijo, para mi horror, que nos olvidáramos de los móviles, porque salvo que los usáramos para jugar al Candy Crush, eran inútiles en un lugar sin antenas a kilómetros a la redonda.
La única manera de comunicarse con el exterior era con un extraño y prehistórico artilugio cuyo único espécimen se encontraba en la propia recepción. No me hubiera extrañado que una telefonista de la serie "Las chicas del cable" hubiese atendido la llamada.
Al fin logré contactar con mis padres. A mi madre le aterrorizaba la idea de no poder llamarme a cada hora del día, pero la tranquilicé diciéndole que le daría señales de vida todas las noches. Ella no estaba convencida e insistió en que todavía estaba a tiempo de volver.
—Tranquila, mamá —dije a través del aparato—. Voy a estar bien. Nora está conmigo.
Prácticamente la dejé con la palabra en la boca porque las personas en la fila para el "teléfono" comenzaban a impacientarse.
—¿Hablaste con ella? —preguntó Nora cuando salí.
—Sí, y está histérica.
—Como siempre que la separan de su "bebé" —comentó con tono infantil estirándome los mofletes.
—Ya basta, Nora —La aparté.
Era gracias a mi amiga que había conseguido llegar hasta aquí. Ella había ido a mi casa dos días antes y entre los tres –mi papá también– habíamos puesto nuestras mejores caras de corderito para intentar ablandar el corazón de mi madre, que hasta el último minuto no daba señales de ceder. Finalmente aceptó con la condición de que Nora no se apartara ni un solo momento de mí; a lo que mi amiga respondió con un enérgico "Señora, sí señora".
—¿Y tú? —pregunté—. ¿No vas a llamar a tu tía?
Nora no vivía con su madre porque, según ella, no tenía sentido compartir piso con alguien que nunca estaba ahí. Su padre las había abandonado cuando ella era apenas un bebé y su madre había dividido su tiempo entre trabajo y salidas con amigas. Nora había decidido mudarse para casa de su tía, con quien tenía una buena relación.
ESTÁS LEYENDO
¿Fangirl? Siempre (#PGP2024)
Roman pour Adolescents💜¿Hay una edad límite para ser fangirl? 🚫"Ya estás muy mayorcita para esas cosas", "Pon los pies en la tierra", "Baja de la nube", "El fanatismo no te va a llevar a ninguna parte" son las frases que estoy acostumbrada a escuchar, y puede que me l...