I
Habían pasado tres semanas desde que Emma Swan había abandonado la mansión Mills y, para sorpresa de nadie, no había vuelto. La decepción que sintió en el momento de averiguar que Regina, no solo había asesinado a Ruby a sangre fría, sino que encima le había mentido al respecto reiteradas veces fue demasiado para ella. Justo cuando creía que había construido algo sólido con Regina, una relación basada en la confianza mutua, descubría que día tras día la alcaldesa se acostaba a su lado y a la mañana siguiente la miraba a los ojos y le seguía mintiendo. Era demasiado. Era demasiado incluso para ella.
No sabía qué hacer ni a dónde ir. No quería coger una habitación en el Granny's Bed & Breakfast porque, por muy enfadada que estuviera con la reina, no se veía preparada para delatarla y confesar a todo el pueblo sus sospechas. A pesar de todo, no quería hacerle daño y se odiaba por eso. Precisamente por esa razón, el hostal de la abuelita no era una opción. No podía verle la cara a esa destrozada mujer que había perdido a su única familia y ocultarle lo que sabía sobre la muerte de Ruby. Era demasiado doloroso. Es por eso que, muy a su pesar, pidió ayuda a los Charming.
Sorprendentemente, la pareja la acogió amablemente en su apartamento. Le cedieron la habitación de invitados y no hicieron preguntas al respecto de su huida exprés del 108 de Mifflin Street. Emma se había limitado a contarles que había tenido una discusión muy fuerte con Regina y que no le apetecía verla. Los príncipes, que habían establecido una relación de amistad con la rubia, decidieron darle un techo sobre el que dormir sin juzgarla ni abrumarla. Todo lo contrario a lo que sus padres reales hubieran hecho.
En cuanto a Henry, él fue el primero en percibir la tensión en el ambiente. Regina tampoco había explicado a su hijo los motivos por los que Emma había abandonado la casa sin despedirse. Ni siquiera recogió sus cosas de la habitación. Su ropa seguía en los armarios, su cepillo de dientes en el baño y su cazadora roja en el perchero. La alcaldesa no se atrevía a tocar ninguno de aquellos objetos, puesto que tenía la sensación de que, si lo dejaba todo tal cual estaba, tal vez Emma regresara o quizás solo quería mantener viva su esencia. A los pocos días de la marcha de la sheriff, Regina llamó por teléfono a Neal y le pidió que se quedara unos días con Henry, afirmando necesitar un tiempo para estar sola y procesar lo que probablemente era una ruptura. El hombre aceptó encantado, pero, con el tiempo, esos días se convirtieron en semanas y Regina Mills no volvió a reclamar a su hijo. Es más, no volvió a preguntar por nadie en absoluto.
Su padre era quien estaba más preocupado. Regina no salía de casa, no hablaba con nadie, no ejercía de alcaldesa y ni mucho menos acudía a las sesiones con Archie. La morena se había convertido prácticamente en una sombra. Sus trastornos habían ido en aumento, habían tomado posesión de su cuerpo y ahora ya ni comía ni dormía. Se pasa los días vagando por su mansión, obsesionándose con la limpieza, llorando por los rincones y tratando de dormir la mayoría de horas del día. Las cortinas de su casa estaban cerradas, le molestaba la luz y, sobre todo, el ruido. Había intentado mantenerse ocupada, leyendo libro tras libro, cocinando recetas que no iba a comerse, pero nada funcionaba. Si no se tumbaba en el sofá, se tumbaba en la cama, pero estuviera donde estuviera no lograba conciliar el sueño. Sus ojeras eran evidentes, su pálido y cansado rostro palpable y cada vez le fallaban más las fuerzas. Ya casi ni lloraba. No le quedaban lágrimas. Estaba seca. Pero su corazón seguía doliendo. Y le dolía tanto que, ese mismo día, tuvo una gran idea.
La reina se levantó de la cama a las 14:00pm de la tarde. Se había pasado toda la mañana durmiendo a trompicones y, cuando su estómago le reclamó algo de comida, reunió las pocas fuerzas que le quedaban para ponerse en pie. Caminó a paso lento y arrastrando los pies hasta la cocina y le dio dos tristes bocados a una manzana. La dejó nuevamente en su sitio y se tumbó en el sofá. Más lágrimas silenciosas descendieron por su rostro al venirle el olor a canela de la rubia en ese sillón. Habían pasado tanto tiempo allí tumbadas, riendo, picándose, dándose caricias, que su aroma había impregnado el mueble y ahora ya no se disipaba. En esos momentos, Regina Mills hubiera deseado haberle pedido a Rumplestiltskin que le quitara el brazalete anti magia. Hubiera usado sus poderes para crear una poción de memoria y, al igual que los príncipes, olvidar la existencia de la rubia o, a lo mejor, hubiera reunido los ingredientes suficientes como para crear una poción del sueño y dormir por fin, apaciblemente hasta el fin de los tiempos.
ESTÁS LEYENDO
9 meses por delante [SwanQueen]
FanfictionPoco después de que se rompa la temible maldición de la Reina Malvada, una inusual situación obligará a Emma Swan y Regina Mills a acercarse. Una alcaldesa. Una sheriff. Un embarazo. Y 9 meses por delante. Aquí puede pasar de todo. PD: Ninguno de lo...