Éxodo de Storybrooke

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I

Emma y Regina bajaron del taxi cuando llegaron a su destino. Sacaron del maletero del vehículo dos maletas de equipaje y dieron las gracias al conductor. Se encaminaron al interior del aeropuerto y, una vez dentro, Emma sujetó la mano de Regina con fuerza.

"¿Cómo estás?" preguntó la rubia.

"De momento bien" suspiró con fuerza Regina, visiblemente nerviosa. El aeropuerto estaba lleno de personas corriendo arriba y abajo, los murmullos y conversaciones ajenas eclipsaban cualquier otro sonido y los pitidos de la máquina del control de metales y la voz electrónica que indicaba en voz alta dónde se encontraba cada puerta de embarque estaban arremetiendo contra los oídos de la reina. Mucho ruido, mucho movimiento y poco aire. "Hay mucha gente, ¿no?"

"Ya, los aeropuertos siempre están petados" respondió Emma coloquialmente. "Vamos a pasar por el control, ¿vale? ¿sabes lo que hay que hacer?"

"¿Quitarse los zapatos?" preguntó con una sutil risa, no estaba convencida de su respuesta.

"Los zapatos, el abrigo y el cinturón" aclaró la sheriff. "Y en una bandeja aparte deberás dejar todo lo que pueda contener metal" Emma la miró de arriba a abajo y, al percatarse de que Regina no había prescindido de sus pendientes ni para ir al aeropuerto, añadió. "Joyas incluidas"

"¿Esto también?" cuestionó Regina sacando de su cuello una cadena que tenía por gema una anilla dorada de una silla de montar caballos.

"Eso también" afirmó Emma, encaminándose hacia la zona en la que se situaba el control de seguridad con Regina. "¿Siempre lo llevas puesto?" preguntó la Salvadora, mientras se quitaba su abrigo y todo aquello que podía contener metal. Sabía que aquel anillo que Regina llevaba alrededor de su cuello y que tanto reparo le daba quitarse era de Daniel. Era su alianza de matrimonio.

"No siempre" respondió la alcaldesa. "Antes lo llevaba más, pero intento quitármelo cuando estoy contigo"

"No hace falta, ¿lo sabes, no?"

Emma cruzó el control y la máquina no pitó. Esperó a que su chica la imitara y, cuando ambas estuvieron al mismo lado, recogieron sus pertenencias del escáner.

"Lo sé, pero me gusta hacerlo" Regina continuó con la conversación. "No quiero que sientas que... no sé... que sigo pensando en él de esa manera"

"Sé que no" ambas mujeres se encaminaron con sus maletas hacia una sala de espera en la que había muchas sillas, la mitad de ellas vacías. "Soy consciente de que Daniel siempre será una persona importante en tu vida y no pretendo quitarte eso. No me molesta en absoluto que lleves su anillo para recordarle, de hecho me parece muy bonito que le honres de esa manera"

"Bueno, no es la única manera en la que le rendí homenaje" confesó Regina. "El nombre completo de Henry es Henry Daniel Mills" explicó.

"No había caído, me parece muy bonito, la verdad"

Ambas sonrieron y tomaron asiento en una fila de sillas vacías. La sala estaba bastante silenciosa, a diferencia del resto del aeropuerto, parece ser que hacia Ámsterdam no iba demasiada gente. Había una mujer sentada a pocas filas de ellas. Era castaña, bastante alta y vestía ropa cómoda, unos leggins y una camiseta de manga corta. Leía un libro con detenimiento y escuchaba música a través de sus auriculares. No mucho más lejos de ella había una familia. Dos hombres cogidos de la mano y una niña pequeña, tendría aproximadamente 6 años y corría arriba y abajo, jugueteando con una pelota mientras sus padres la miraban enternecidos. En la última fila, un hombre trajeado con un maletín y un vaso de café entre las manos, tecleaba como loco en su ordenador portátil. El ambiente era tan normal, tan cotidiano, que tanto a Emma como a Regina se les hizo extraño estar allí. Estaban acostumbradas a las locuras de Storybrooke y, por curioso que suene, se sentían fuera de lugar.

9 meses por delante [SwanQueen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora