Baby shower

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I

"Más a la derecha" indicaba Regina desde el salón, señalando con su dedo índice dónde quería exactamente que Emma, subida a una escalera, colocara unas guirnaldas. "La otra derecha" se quejó cuando la rubia se colocó hacia el lado incorrecto. "Más separado" ordenó la alcaldesa, mientras la Salvadora resoplaba entre agotada y molesta.

"Regina, así ya está bien" se quejó.

"No, no está ni cerca de estar bien" replicó. "No puedes poner tres guirnaldas amarillas juntas, pon la verde y luego la roja"

"No llego"

"Pues te estiras"

Emma Swan resopló sonoramente y subió un peldaño más de aquella inestable escalera blanca llena de pintura seca. Colocó la dichosa decoración tal y como su chica quería y, más rápido que el viento, se bajó. Alisó sus pantalones con las palmas de sus manos y, al mirar al frente, sopló para recolocar un rebelde mechón de cabello dorado que caía por su frente.

"¿Contenta?"

"Mucho" sonrió la reina, quien se había salido con la suya como siempre hacía.

Empezaba a pensar que Emma era físicamente incapaz de decirle que no a algo. Desde que su barriga había comenzado a crecer y, por lo tanto, a pesar, la rubia se había obsesionado con hacer todo por ella. Cocinaba, limpiaba, se encargaba de Henry, hacía la compra, la llevaba a las consultas y le hacía todos y cada uno de los masajes de espalda, tobillos y pies que la reina le pedía. Ahora, sin embargo, colgando infinitas cintas de color en el techo de la mansión, se arrepentía de querer tanto a esa mujer.

"Te recuerdo que he aceptado esta ridícula fiesta por ti" dijo Regina acercándose a Emma, depositando un dulce beso sobre sus labios.

"Lo sé" sonrió la sheriff. "Y ambos te lo agradecemos" musitó arrodillándose delante de la crecida barriga de Regina y hablando con voz de bebé. "¿Verdad que sí cosita mía?" preguntó a la pequeña criatura que ahí residía, haciendo reír a la alcaldesa. "¿Seguro que te parece bien?" se aseguró Emma, esta vez en tono normal.

"Sí, te recuerdo que soy una persona sociable"

"Pero también eres tímida, que no es lo mismo" la picó. "Si en algún momento te agobia ser el centro de atención solo tienes que decírmelo, nos apartaremos un rato"

Regina fue a contestar, pero el timbre de la mansión sonó y Henry bajó corriendo las escaleras para abrir a los primeros invitados. Snow, David, Belle, Rumplestiltskin y los enanitos fueron los primeros en llegar. La gente se distribuyó por el salón y el comedor de la casa de los Swan Mills y, pronto, el resto de personas fue llegando. Comieron, hablaron y rieron, hasta que la última persona invitada a aquella alegre fiesta, la persona a la que Emma Swan tanto había insistido en traer, mientras que Regina estaba bastante indecisa al respecto, se presentó en el porche del 108 de Mifflin Street.

Regina sabía que debía ir ella. Que Emma no iba a abrir la puerta porque era ella la que debía enfrentarse a aquella persona y a lo que le había hecho. Así que, sin más dilación, abrió la puerta principal y quedó frente a frente con el hombre al que hacía tanto tiempo que no miraba a los ojos.

"Dr. Hopper..." murmuró la reina bastante nerviosa. "No pensé que fuera a venir"

"Por supuesto que he venido" dijo en tono serio, sin su clásica sonrisa entre los labios. Luego, cuando la morena abrió la boca para disculparse al respecto de lo sucedido la última vez que se vieron, el hombre dio un paso hacia adelante, entrando al interior de la mansión, y rodeó a Regina con los brazos, sumergiéndola en un acogedor abrazo. "No hace falta que diga nada, Regina"

9 meses por delante [SwanQueen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora