Game on

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I

Los días en Storybrooke avanzaban lentos. La rutina había invadido la ciudad y sus habitantes comenzaban a hacer lo mismo todos los días. Regina Mills estaba ya de 16 semanas, su vientre se había hinchado ligeramente y Emma Swan saltaba de alegría cada vez que veía a la morena entrar a una habitación. Estaba convencida de que cada día que pasaba su abdomen estaba un poquito más grande y, aunque Regina no notaba gran diferencia, la rubia parecía advertir cada centímetro de más.

La sheriff estaba más contenta, más alegre, más feliz de lo habitual. Y eso era porque, gracias al consejo del mismísimo Dark One, la relación con sus padres iba viento en popa. Había decidido acercarse a ellos como amiga, no como hija, y estaba comenzando a conocer a aquella nueva pareja. Había aprendido que, en vez de chocolate caliente con canela, a Snow White le gustaba más el té de manzana, irónicamente. Tenía sentido, en realidad. Fue la propia Emma quien introdujo el chocolate caliente con canela al mundo de los Charming, por lo que, si no recordaban conocerla, tampoco podían haber hecho ese descubrimiento. Por otro lado, a su padre le gustaba más pasar tiempo con los enanitos que con Henry. Eso le dolía, no iba a mentir, pero lo entendía. Charming ya no sentía a Henry como su nieto, pero sí a los enanitos como sus mejores y más leales amigos. Emma, por su parte, se había presentado como sheriff de Storybrooke y madre biológica de Henry. Les había hablado de sus aficiones, de sus fortalezas y sus defectos y todos estaban empezando a conocerse más entre ellos.

"Estoy muy feliz" fue la primera frase de Emma Swan tras entrar aquella mañana a la mansión de Regina. Traía consigo un par de cafés y unos bollos para Henry.

"¿A qué viene tanta alegría?" preguntó la reina, que se encontraba quitando el polvo del salón.

"Los Charming han aceptado hacerse las pruebas"

Regina se giró rápidamente hacia Emma, dejando caer el plumero al suelo y con una sonrisa de oreja a oreja.

"Es broma" musitó incrédula.

"Nop" respondió la rubia acercándose a ella alegremente. "Conseguí convencerles. Resulta que es más sencillo persuadirles cuando son tus amigos" Emma recogió el plumero y se lo devolvió a la alcaldesa. "Resulta que solo tenía que pedir bien las cosas, sin volverme loca e intentar hacerles creer que tenían una hija. Al final son gente agradable"

"Vaya, Swan" exclamó Regina. "Parece que los consejos de mi padre han dado sus frutos"

Regina continuó limpiando bajo la atenta mirada de Emma, que no cabía en el cuerpo de alegría. La rubia se sentó en el sofá y, cuando la morena hubo acabado con la tarea, se sentó a su lado.

"¿Dónde está Henry?" preguntó Emma.

"Arriba, preparándose para el colegio"

"¡Henry, baja por favor!" chilló la sheriff desde la planta baja, provocando que Regina llevara sus manos a los oídos. Nada pasó. No se escuchó ni un solo movimiento en la planta de arriba, por lo que, tras una mirada de complicidad entre Emma y Regina, la morena tomó la palabra.

"¡Henry!" gritó, esta vez, la reina. "¡¿Puedes bajar, por favor?!"

Fue cuestión de medio minuto que el chico apareció corriendo. Bajando las escaleras saltándose peldaños y plantándose delante de su madre adoptiva.

"Dime mamá, ¿qué necesitas?" preguntó el niño obedientemente, sin siquiera mirar a la rubia.

"¿Por qué no has bajado cuando te lo ha pedido Emma?"

"No la he oído" mintió encogiéndose de hombros.

El detector de mentiras de Emma Swan se disparó. Sabía que Henry no decía la verdad, sabía que, en realidad, no había bajado ante su petición porque no quería verla ni hablar con ella, la estaba ignorando por completo. Sin embargo, cuando fue Regina quien le llamó, el chico bajó en cuestión de segundos. Una espada atravesó el pecho de Emma ante ese pensamiento, pero aguantó como una campeona las ganas de echarse a llorar sin freno. ¿Eso era lo que Regina había sentido las primeras semanas? ¿Ese odio y desprecio por parte de Henry que le quebraba el alma? Ahora que lo sentía en su propia piel sabía que había tenido que ser muy duro y más siendo Henry la única persona que Regina tenía en su vida. La rubia se enderezó y ofreció a su hijo una bolsa con un par de croissants.

9 meses por delante [SwanQueen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora