Ocho.

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Me senté en la cama restregando mis ojos, la confusión llegó a mí cuándo busqué con la mirada a yang y no estaba.

— joder.— me quejé al escuchar mi celular sonar.

Quién mierda me jodía a estas horas.

El celular dejó de sonar.

Me levanté de la cama tomando mi celular mientras trataba de localizar a yang, su celular estaba junto al mío, confundido, Tomé mi celular sin revisar quién había llamado, salí de mi habitación semidesnudo encontrando todo ordenado y limpio.

Un sonido en la cocina me hizo caminar hasta el lugar y cuando llegue una sonrisa apareció en mi rostro. Yang estaba preparando el desayuno, vestida con mi camiseta y peinada con su típico moño desordenado.

Se veía perfecta…

Me acerqué silenciosamente hasta ella y pasé mis brazos alrededor de su cintura mientras recargaba mi mentón en su hombro derecho, riendo al ver cómo dio un pequeño saltito del susto.

— buenos días…— saludé plantando un pequeño beso en su mejilla.— ¿Qué haces cariño? — pregunté curioso al verla tan concentrada.

— buenos días kookie..— sonrió dulcemente.— estoy haciendo unos panqueques.— respondió y me quedé embobado viendo cómo se concentraba en qué los panqueques le salieran perfectos.

El puto sonido de mi celular interrumpió mi agradable vista. Dirigí mi mirada a la pantalla.

“Jung seulgi”

Si nombre aparecía en la pantalla logrando qué mi buen humor se vaya a la mierda. Rechacé la llamada, pero solo fue una confirmación para ella de que ya estaba despierto.

Otra llamada…
Rechacé.

Otra llamada…
Rechacé.

— te van a explotar el teléfono.— ji-a volvió a hablar aún de espalda, concentrada en el desayuno.— deberías contestar.

— no es importante.— le resté importancia, pero volvió a sonar logrando qué me quejará y que ji-a riera.— vuelvo en un instante, cariño.— suspiré vencido de rechazar sus llamadas.

— está bien.. Apresúrate, el desayuno está casi listo.— volteó a verme divertida y me acerqué plantando un pequeño besito en sus labios.— y vístete, no quiero que te enfermes.— me regañó.

— cómo ordené la Reina.— dije divertido y salí con prisa de la cocina, estaba a punto de perder la paciencia.— ¿Qué jodidas mierdas quieres conmigo?.— hablé al contestar la llamada.

— buenos días mi vida..— gruñí de mal humor cuándo la escuché llamarme por aquel apodó.

— no tienen nada de buenos si estás jodiéndome.— contesté secamente y ella soltó una risita burlona.

— mi amor, ¿dónde has estado? Llegué a tu departamento y no estabas.— siguió hablando, ignorando mis palabras anteriores.— mi suegrita no me quiere decir dónde estás.

— seulgi, te lo voy a repetir por una última vez.— seulgi no se cansaría de estar atrás de mí, todo por mis cuentas bancarias.— tú no formas parte de mi vida, ya no somos nada! Déjame en paz, date por vencida mujer.

— soy tu m-

— kookie, ya está, el desayuno, se enfriará.— las palabras de seulgi quedaron a medias cuándo ji-a habló.

— voy en un instante, cariño.— respondí sonriente al saber que seulgi lo había escuchado todo.

— ¿Quién es esa?.— preguntó con rapidez y yo solté una risa sin gracia.

mi mujer, ahora deja de joder.— terminé de decir aquello y corté la llamada con una gran sonrisa.

Ingresé a mi habitación tomando una camiseta holgada y un pantalón suelto colocándome con rapidez.

— jeon!.— la escuché gritar y caminé al comedor donde estaba sentada, la mesa estaba puesta con unos panqueques que se veían apetitosos y un jugo de naranja.

— aquí estoy cariño.— me acerqué hasta ella, besé su frente y me senté a su lado.

Se veía tan tierna de esta manera.

— ¿Quién llamaba?.— preguntó curiosa y yo negué bebiendo algo del jugo.

— nadie importante, cariño.— respondí y ella hizo un pequeño puchero.

— es la otra..— contestó y yo reí.

— no hay otra.— respondí y ella comenzó a comer tranquilamente.

“Solo te quiero a ti.”

— eso esperó.— comentó y yo me comencé a comer esos panqueques apetitosos mientras la observaba, yang parecía irreal, era tan hermosa y tan mía.

Solo mía.

Nuevamente, un sonido interrumpió, el cómodo silencio, pero estaba Vez…

No fue el mío.

— te llaman.— afirmé y ella me miró directamente a los ojos.

— vuelvo en un momento kookie.— me regaló una pequeña sonrisa y se levantó directo a mi habitación.

Seguí comiendo mientras miraba a la nada, en unas horas debía volver a mi oficina y yang seguramente se divertiría por ser fin de semana, precisamente sábado.

— ¿Qué Minho, qué?.— la escuché gritar, me levanté apresuradamente y caminé hasta mi habitación, pero me detuve al verla salir colocándose apresuradamente su jeans mientras presionaba su teléfono con su hombro contra su oído.— llegaré rápido.— fue lo último que dijo y tomó su teléfono dejándolo con cuidado en el piso terminando de colocarse su jeans.

— ¿Qué sucede, yang?.— pronuncié confundido por su actitud tan repentina.

— mi hermano...— comentó asustada.— está en el hospital, debo ir.

Verla tan asustada por su hermano, me afectó.

— te llevaré, tranquila, cariño.— traté de calmarla, ella terminó de vestirse y se acercó a mí abrazándome.

— gracias, gracias.— susurró y besé su coronilla.

— no hay nada que agradecer, estoy para ti.— aseguré y ella se colocó de puntillas besando mis labios brevemente.— espérame en el estacionamiento, buscaré las llaves.— caminé apresuradamente a mi habitación mientras yang salía del departamento.

Ingresé a mi habitación y caminé hasta mi mesita de noche, tomando mi billetera, llaves del departamento y las llaves del auto. Al tener todo, salí rumbo al estacionamiento.

Al llegar vi a yang, quién mordía con nerviosismo su labio inferior, sus gestos mostraban miedo, preocupación y nerviosismo.

Quité el seguro del auto y le abrí la puerta del asiento copiloto y cuándo estuvo dentro le abroche el cinturón de seguridad. Cerré la puerta y caminé hasta, el asiento de conductor e ingresé poniendo en marcha mi auto.

— todo estará bien..— susurré al verla tan asustada.

— él es lo único que tengo.. Minho es muy importante para mí.— comentó y paré cuándo el semáforo se colocó en luz roja.

Aproveché para voltear a mirarla.

— está bien cariño, entiendo tu preocupación, pero tranquila, prometo que todo estará bien.— respondí y ella me dedicó una débil sonrisa, el semáforo se colocó en verde y continúe.

Ver a ji-a tan asustada y preocupada me disgustaba, ella era tan frágil... Algo coqueta y descarada pero con un corazón frágil.

Caso 97.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora