Treinta

4.6K 272 35
                                    

Cuarta semana.

Parado frente al estadio abandonado, pero no estaba solo, Miko y Jimin estaban amarrados dentro de mi auto y mi querida castaña tan terca como siempre estaba a mi lado terminando de prepararse para lo próximo.

— ¿Crees que podemos confiar en él?— ji-a inquirió mientras escondía su daga preferida dentro de su bota de cuero derecha.— es mejor esperar a yoongi.

— si esperamos a yoongi, él hará todo a su modo, y eso implica arrestarnos de manera rápida para luego tratar de deshacerse de su hermanastro... arruinará todo.— expliqué dándole una vista al lugar deteriorado.— hay que seguir lo acordado, cariño.

— Matemos a Min, recuperemos a nuestra familia y fuguémonos.— repitió todo con seguridad, sabiendo perfectamente cada instrucción que ambos habíamos acordado días antes.

Me sentía nervioso al saber que tendría que asesinar, si o sí, a quien se interpusiera en nuestro camino.

Me acerqué a yang de manera rápida y deposité un pequeño beso sobre sus labios para luego brindar una pequeña caricia en su vientre aún plano.

— saquemos a esos hijos de perra y acabemos con esto.— murmuré preocupado y a la vez asustado por la situación riesgosa que pasaba yang respecto al embarazo.

Yang tomó mi rostro entre sus manos y me regaló una sonrisa reconfortante.— todo saldrá bien.. Te amo.

— te amo, cariño.













Ambos cuerpos cayeron de rodillas, frente a Min Seong-jin, quien al ver su estado se limitó a sonreír.

— Después de todo, si le guardan rencor... Interesante. Agradezco que se hayan adelantado con el trabajo.— llevó su mano al bolsillo trasero del pantalón sacando una pistola.

Rápidamente, jalé a yang, colocándola detrás de mí como protección. Tratando de evitar que le sucediera lo peor.

— Hicimos lo que pediste — hablé de manera gélida, viendo atentamente cada movimiento que daba.— quiero a mi madre y mi cuñado aquí, Seong-jin.

— Sé que hicieron lo que pedí... — asintió para luego proceder a quitarle el seguro a la pistola.— pero esperemos un poco, aún no llegan mis invitados de honor.

— no estoy para juegos estúpidos, Min.— advertí escuchando perfectamente la respiración pesada de yang.

Estaba enojada, pero se limitaba a decir alguna palabra, por qué podría empeorarse todo.

Caso 97.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora