Dieciséis.

7.9K 477 45
                                    

Su respiración estaba calmada, sus labios ligeramente entreabiertos, todo ella se encontraba relajada, durmiendo plácidamente después del agotador viaje a, busan.

Minho dormía en la habitación del costado, le había costado aceptar qué se quedaría unas semanas con mi madre, pero al verla cambió de opinión y cómodamente se instaló en mi habitación antigua.

Todo estaba bien a pesar de estar haciendo todo mal.

No podía quitar la mirada de su hermoso ser, durmiendo se veía aún más inocente y tranquila. Aún desconfiaba un poco, pero estaba seguro qué ella no llegaría a lastimarme o asesinarme. Había hablado tan solo unos minutos atrás con Jimin y yoongi para qué me ayudarán con las pistas que implican a yang cómo la asesina de Seúl.

Escuché un pequeño quejido y sonreí al verla estirar sus brazos buscando algo.. O más bien alguien.

Sus manos al chocar con mi abdomen tuvieron una reacción agradable. Se acercó más a mí, sus manos se enrollaron en mi cintura y una de sus piernas rodeo las mías, su mejilla derecha se aplastó contra mi pecho desnudo.

La amó.. Demasiado.

— kookie..— murmuró adormilada y mi corazón comenzó a alterarse nuevamente.

— ¿Sucede algo.. Cariño?— cuestioné y aun sin poder verla juro que estaba sonriendo por el mote.

— no te vayas de mi lado.. Nunca.— susurró mientras me abrazaba fuertemente, enrolle mis brazos en su fina cintura y mi mentón descanso en su cabeza.

— no me iré, descansa.— susurré y ella no dijo nada más, su respiración volvió a ser lenta y calmada.

Abrigue nuestros cuerpos con el gran edredón y pronto apegue su anatomía aún más cerca, la había extrañado mucho.

††††††††††

El reloj de la cocina marcaban las tres de la madrugada y yo no podía conciliar el sueño, mi mirada estaba puesta en la taza con leche y las galletas de chocolate.

Suspiré.

— ¿sucede algo? — preguntó mi madre tomándome por sorpresa su presencia.

— no puedo dormir... Es todo.— no le contaría nada a mi madre, confiaba en ella, pero la conocía.. Sabía cómo actuaría si se enteraba sobre ji-a.

— es normal.— blanqueó los ojos con diversión.— la costumbre a desvelarte se está haciendo presente.

— quizás…

— ¿A dónde irán de vacaciones..?— mi madre preguntó y yo negué con una pequeña sonrisa. ¿Qué haría sin ella?.

— Jeju.— respondí sin dudarlo.—solo estaremos un par de semanas y volveremos.

— disfruten las semanas que quieran... — sonrió dulcemente.— yo estoy encantada de cuidar al pequeño minho, solo no me hagan abuela.— jugó un poco y solté una risita.

— creo que ya debes ser abuela.— contesté para luego tomar un sorbo de leche y comerme las galletas.

— pienso lo mismo.— asintió con seguridad y ya reí.— fuera de bromas, ji-a es una buena mujer, aunque siento que ha sufrido en su pasado, es muy amorosa y te mira de una manera que ni la víbora de seulgi lo hizo alguna vez…— sonrió con inocencia entonces entrecerré los ojos mirándola con desconfianza, ella jamás fue tan buena con mis parejas antiguas.— tendrían unos lindos niños aunque, escúchame bien.— amenazó y sonreí sabiendo muy bien lo que me diría.— debes darme por lo menos una nietecita, una pequeñita...

— claro, mamá, yo tengo gran poder para decidir el sexo de mis futuros hijos.— rodé los ojos y ella soltó una risa.

— no los tienes, pero tienes el poder para hacerme una nieta.. Si no es a la primera, sigue intentando.— mis mejillas no tardaron en sonrojarse por el tema.

— lo haré ahora dejemos de hablar sobre eso, aún no quiero hijos…— mentí.

— tu mismo te engañas.. Pero bueno, iré a descansar, no quiero tener ojeras.— acarició su rostro y yo trataba de no reír.— soy muy joven para tener ojeras.

— entonces yo aún soy un niño.— jugué y pronto recibí un golpecito en el brazo haciéndome estallar en carcajadas.

— no me vaciles.— amenazó con seriedad.

— bien, bien. No te enojes madre o te saldrán más arrugas.— y justo cuándo se iba a quejar me levanté a abrazarla y besé su frente.— te quiero, mucho.

— también lo hago aunque te haya intentado abortar.— fingió tristeza y yo solo negué indignado.

— mamá!.— pronto su risa se escuchó por la cocina.

†††††††††

Repartía pequeños besos en sus mejillas y labios cariñosamente y la escuchaba soltar pequeños quejidos al arruinarle sus horas de dormir.

— ¿Qué hora es?.— preguntó mientras entreabría sus ojitos.

Me mataría… Y literalmente.

— las tres...— dudoso respondí y ella me lanzó una mirada fulminante.

— te amo… mucho, pero ahora mismo te quiero asesinar.

— me perdí en "te amo."— le respondí cariñosamente, parecía un gato esperando a que me prestará atención.

— kook, es hora de dormir.— murmuró y cerró sus ojos al comenzar besos con doble intención, su cuello me hacía un llamado para ser marcado y joder… ¿Quién soy yo para negarme?.

Levantó un poco la cabeza dándome acceso a esa zona y satisfecho comencé a torturar la zona mientras escuchaba sus pequeños gemiditos.

— ¿Dormir? Primero quiero llenarte y luego podemos dormir abrazados como a ti te gusta.— susurré y su cuerpo sufrió un pequeño escalofrío.

— estamos en casa de tu madre.— me regañó y solté una risita burlona.

— si no hacemos ruido y lo hacemos rápido, nadie se va a enterar.— sus grandes ojos se abrieron dejándome observar esas esferas de un color miel qué tanto me encantaba.

Mis manos levantaron con delicadeza el vestido de seda que usaba para dormir, mis dígitos rozaron sus muslos y ella sonrió de una manera juguetona.

— ¿será rápido? — preguntó dudosa y asentí tirando aquella prenda en cualquier parte de la habitación y mi respiración comenzó a fallar al ver dos hermosos pechos erectos.— la última vez afirmaste lo mismo y terminamos haciéndolo en el ascensor y no fue algo que terminó rápido.

Era verdad... Una vez dije lo mismo y terminé empujándola contra la puerta del ascensor y la hice mía de una manera lenta y placentera... Pero no tenía la culpa de que ji-a sea tan adictiva.

— shhh... déjame hacerte el amor una vez más..— mi voz salió más ronca de lo normal y a ella parecía gustarle.

Tomó mi cuello con su mano derecha y me atrajo a mi droga favorita... Esos labios rosas tan apetecibles.

— soy toda tuya.

— siempre lo fuiste.— afirmé, egocéntrico y junté nuestros labios una vez más.

La amó…
La adoró…
La deseó…
Estoy dispuesto a matar por ella.

Caso 97.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora