Capítulo 39: Último Adiós

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Hugo

No recuerdo mucho de ese día que ocurrió todo. Ni siquiera que me pasó exactamente. Luego de mi última visita al hospital no me encuentro lo suficientemente bien. Solo sé que se a estado repitiendo durante todas estas semanas las mismas situaciones.

no sé qué está pasándome

Me cuesta concentrarme en las cosas que hago, aveces me encuentro en un lugar y olvidó completamente porqué estoy ahí. Estoy durmiendo demasiado, no tengo fuerzas para levantarme de la cama. Estoy comiendo muy poco, por no mencionar que me pasó horas sin probrar bocado. Se que debería hacerlo pero no tengo hambre la mayoría del tiempo. Se me a dificultado tragar mis pastillas diarias y eso a afectado en las quimioterapias. Tengo pequeños moretones oscuros en mis brazos casi azul o moteado, no se exactamente porque aparecen de la nada.

Sin embargo me encuentro molesto conmigo mismo, eh sido una mierda estos días. Mis padres luego de enterarse dejaron todo su trabajo atrás y vinieron directo a la casa. A ellos y a Lucía aveces los trato mal con mis cambios de humor repentino. Además juraría que aveces no recuerdo quienes son y me cuesta entender que hacen conmigo. Hable de esto con mi doctor y dijo que era completamente normal que sucediera pero debía ser consciente de que eso pasaba, sino podría hacerles daño.

—Hugo es hora de tus pastillas—escuche decir a mi madre al fondo.

Lucía salió de compras a la farmacia por más medicamentos que me recetaron. Aveces tengo un fuerte dolor que es el que aumenta mi mal humor y no me deja dormir en las noches. Las pastillas ayudan un poco a disminuir eso, pero no sirven de nada.

—Necesito que te las tomes, por favor—casi me ruega.

Acepto tomarme las pastillas, casi obligándome a mi mismo a hacerlo. Mi cuerpo las rechaza, pero hago el intento de ser mucho más fuerte. Las trago y luego tomo un poco de agua sintiendo como bajan por mi garganta. La mano de mi madre va hasta mi pecho y descansa en ella por unos segundos.

—¿Cómo está tu ritmo cardíaco?

—Lo siento irregular, aún no me a faltado el aire.

—Eso es bueno hijo.

—Madre, crees que me quedé poco tiempo de vida—mi pregunta la aflige.

No responde al escuchar inmediatamente la puerta abrirse. Lucía entra por ella luciendo un vestido de flores azules y sus rizos sueltos tapando sus hombros desnudos. Trae en sus manos una bolsa de nailon, que seguramente tiene las pastillas de la farmacia. Miro detenidamente hasta sus pies y veo que lleva puesto sus converses favoritos. Amo la forma en la que viste, no se parece a ninguna otra chica que haya visto.

—¿Quiso tomar sus pastillas hoy?

—Por suerte sí—responde mi madre con una sonrisa.

—Soy más fuerte que el cáncer pequeña.

Ella se acerca a mí y me da un dulce beso. No dura lo suficiente y se separa de mis labios sentándose a mi lado en el sofá. Mi padre logró con mucho esfuerzo que saliera hoy de mi cama. Es algo que no puede lograr yo mismo, estoy demasiado débil para hacerlo.

—Al fin sales de esa cama, no me molestaba tenerte ahí—juega un poco con sus manos en mi entrepierna.

Cosa que a estado haciendo hace unas semanas atrás, cuando estaba de buen humor. Solo me apetecía coger como si fuera el último de mis días.

—Pero te ibas a volver uno con ella, es bueno que salgas un poco.

Ella se quedó mirándome fijamente por un rato y luego bajo su vista hacía los moretones de mi brazos. Paso sus dedos con cuidado tocando cada uno de ellos con mucha curiosidad. Se movió de su lugar para acostarse en mi regazo y subí mis manos hasta su pelo para acariciarlo. Cada momento que pasó con ella duele, no quiero irme y no decirle todo lo que siento. Quiero estar seguro que cuando no esté ella va a estar bien.

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