Capítulo 1: Simplemente no me gustan los cambios

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-Vamos hija, cambia la cara, aquí estarás mejor.

Miraste a tu madre poniendo los ojos en blanco. ¿Mejor? Probablemente tenga razón, siempre la tiene, pero, aun así no puedes evitar sentirte frustrada. ¿Una nueva escuela, una escuela "especial"?  No, definitivamente la palabra "mejor" no estaba en tu vocabulario en ese momento. Te faltaba un año para terminar la escuela secundaria y como siempre, todo se fastidia antes del final. Brittany Swan, una arpía que desgraciadamente compartía clase contigo, pensó que era una buena idea evitar que pudieras sentarte a comer en tu rincón aislado de siempre, forrándolo de papeles que claramente te señalaban como algún tipo de especie al borde de la extinción. Siempre te tuvieron como un bicho raro, aunque tu ignorancia siempre salía victoriosa. Hasta ese día.

El agobio de las constantes tareas y exámenes indiscriminados hizo que algo en tu cabeza hiciera "click" y lanzaras a Brittany por los aires, estampándole contra la pared. En realidad no fue tan grave, dos costillas rotas y una pequeña conmoción, pero el impacto de ver a una chica lanzando a alguien por los aires pareció ser suficiente razón para que el director decidiera que una chica como tú no siguiera en ese instituto. La noticia no pareció tener demasiada importancia para tu madre, quien únicamente suspiró murmurando algo como "sabía que esto acabaría pasando". Naturalmente conocías esa capacidad tuya de mover cosas con la mente, tu madre también la poseía, pero siempre eras capaz de no usarla contra aquellos que según tú lo merecían.

Al día siguiente hacías las maletas para ir a lo que tú veías como un internado psiquiátrico para dementes, o algo así, y, definitivamente, que se llamara "Academia Nunca Más" no ayudaba en absoluto. "Nunca más volverás a ver la luz" era lo que sonaba en tu cabeza.

El viaje en coche fue largo y silencioso, aunque tu madre esbozaba una ligera sonrisa según os acercabais a vuestro destino, e interrumpía dicha calma sólo para intentar convencerte de que lo hacía por tu bien.

- ¿Sabes? Estoy segura de que aquí harás buenos amigos, e incluso puede que conozcas a alguien especial.

Tras la última frase vino el típico codazo de madre que quiere ser "guay". La actitud de vendedor desesperado que exhalaban sus palabras era tan incómoda que querías tirarte de aquel taxi en marcha. Decidiste no contestar a ninguno de sus intentos frustrados de pintar las cosas de color de rosa. No es que tuvieras amigos en tu antiguo instituto, ni mucho menos, pero ya te habías adaptado a ese modo de vida, no necesitabas pasar por ser "la nueva" en otro lugar.

Cuando las verjas de aquel lugar aparecieron frente a ti, diste un suspiro de absoluta derrota, se acabó. Las portezuelas se abrieron con un siniestro rechinar, mostrando lo que sería tu hogar el próximo año. El coche se detuvo en la misma puerta y tu madre te miró, indicando que había llegado la hora. Lentamente y en silencio bajaste del coche y recogiste tu equipaje, manteniendo tu mirada derrotista en el suelo.

- Bienvenida a Nunca Más, tú debes de ser Riley.

Una mujer extremadamente alta y con la misma expresión de vendedora a tiempo parcial que tu madre, te extendió la mano sin dejar de sonreír. Dudaste, pero le devolviste el saludo, pronunciando así tus primeras palabras desde que te levantaste esa mañana.

-Sí, soy yo.- Dijiste en un tono ronco, pero no pretendiendo ser descortés.

- Ada, dichosos los ojos, me preguntaba cuando vendrías por aquí.- La mujer se dirigió a tu madre con un efusivo apretón de manos.

- Riley, te presento a Larissa Weems, directora de Nunca Más.

Oh genial, has estado a punto de ignorar a la directora.

Amor, Marginados, flores y monstruos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora