Capítulo 8: Creo que no te das cuenta de la gravedad de tus actos.

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Al despertar al día siguiente, lo hiciste con una sonrisa. Aunque el final de la noche tuvo un sabor amargo, lo que pasó antes te había dejado pillada. Pensabas que la vida era maravillosa, y sentías tantas cosas, que te costaba respirar sin acordarte de la noche anterior. El mensaje de "buenos días mi niña, espero que tengas un día maravilloso" que Marilyn te enviaba todos los días ya estaba en tú teléfono, recordándote que no fue un sueño, eso te hacía sonreír involuntariamente.

-Buenos días mi Xaviercín, mua, mua mua.- La voz burlona de Enid al otro lado de la habitación rechinó en tus oídos mientras contestabas a dicho mensaje. Apretaste los labios y miraste furiosa a tu compañera.

-Enid...- Casi era un rugido.

-Lo sé, lo sé, secreto. –Dijo mientras se peinaba.- Aunque deberías ser un poco más discreta, se te nota cuando estás hablando con él.

El nudo en tu estómago volvió a formarse. Si creías que aquella "revelación" iba a evitar las burlas infantiles de tu amiga, lo llevabas claro.

-Ahora mismo que yo sepa estamos las dos solas aquí, ¿no?- Respondiste con tono irónico.

-Touchè.- Contestó la rubia mientras cogía sus cosas.- Venga prepárate, hoy hay tortitas.

Otra mañana tranquila y relajada en la academia. Miradas discretas por los pasillos, mensajes que te recordaban lo especial que fue esa noche... Todo iba bien, hasta que llegó la tarde.

-Mira Riley, la colmena dos está algo agitada.

Eugene disfrutaba de verdad con sus abejas, nunca creíste que alguien pudiera adorar a esos pequeños animalitos como lo hacía el chico.

-Eso parece, todo lo demás está correcto.- Dijiste sonriente. Los dos trabajabais en las colmenas enfundados en vuestro traje de apicultor.

-Lo que me recuerda...- Dijo volviéndose al pequeño cobertizo. –Ven, Riley.

Eugene parecía entusiasmado contigo, te había contado su desdicha y clara falta de compañía, así como su interés por Enid, ya que se ponía rojo cuando ésta te pasaba a buscar. Tú le seguiste, pero te chocaste con él de frente, llevaba dos tarros de miel en las manos.

-Weems utiliza la miel que recogemos en el comedor, pero me ha dicho que podemos quedarnos con un bote cada uno.- Dijo mientras te ofrecía un frasco que reconociste enseguida. Tú lo recogiste y lo miraste con ilusión, era el primero que hiciste.

-Vaya, es genial.- Dijiste sonriente.

-Ya te digo, puedes quedártelo tú o regalárselo a alguien, ya sabes a un amigo, a tu novio... ¿A quién no le gusta la miel?

Reíste ante sus palabras, pero pronto supiste a quién se lo regalarías, aunque intentaste disimular.

-Yo no tengo novio, Eugene.- Afirmaste divertida.

-Bueno pues a tu novia.

Te sobresaltaste un poco antes esas palabras. Era algo natural que Eugene pensara en esa posibilidad, y no le diste ninguna importancia, pero sí te sonrojaste un poco. También una pequeña duda asaltó tu cabeza. Pensaste en Marilyn y tú y te diste cuenta que nunca os habíais definido como pareja, novias amantes o similar. Decidiste mirando al tarro que eso habría que hablarlo, lo que te generaba cierto miedo. Disipaste tus pensamientos y volviste a la conversación.

-Quiero decir que no tengo pareja.

-Oh, vaya eso sí que es raro, es decir eres una tía fantástica, me extraña que no tengas pareja.- Dijo con una sinceridad abrumadora, si tú supieras mi querido Eugene.

Amor, Marginados, flores y monstruos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora