Cuando sentiste que tenías algo de conciencia, intentaste abrir los ojos. Todo parecía dar vueltas a tu alrededor, estabas mareada, débil. No lograbas abrir los ojos y tampoco fuiste capaz de mover los dedos de la mano. Estabas despierta, pero paralizada, aturdida.
Con un gran esfuerzo, conseguiste abrir un poco uno de tus párpados. Todo estaba borroso, no podías distinguir formas o colores. Tus sentidos empezaron a despertar, sentías frío, como si estuvieras recostada en una piedra. Poco a poco abriste los dos ojos, y tu visión se fue aclarando. Delante de ti, había una figura desenfocada. Distinguiste una cara borrosa al principio, después sus rasgos se fueron definiendo. Tyler, el verdadero Tyler estaba sentado frente a ti, mirándote expectante. Reconociste que era él esta vez gracias a su expresión perturbadora y asquerosamente cálida.
-T....Tyler....- Te costaba horrores hablar. Tenías la boca dormida y pastosa, como si acabaras de salir del dentista. El chico rápidamente se acercó un poco a ti, estudiándote, mientras te agarró suavemente la cara con sus manos, dirigiendo tu cabeza hacia sus ojos.
-Riley, estás despierta. Me alegro mucho de verte.- Era asqueroso, la forma en que te hablaba, como si no fuera una máquina de matar sanguinaria y despiadada a las órdenes de la mujer con la que estuviste bajo las sábanas hacía poco tiempo.
Unos pasos conocidos se acercaron hacia ti, Marilyn, o mejor dicho, Laurel se agachó apartando al joven.
-Oh, mi niña ¿cómo te encuentras?- Su tono no era más normal. La pelirroja se acercó a ti y sacó una linterna pequeña, apuntando a tus ojos, que sintieron algo de dolor ante la luz.- Toma, bebe, es agua.
Ella te enseñó una botella de plástico. Te diste cuenta de que sentías mucha sed. Lograste mover un poco el brazo, y recuperaste algo de sensibilidad en los dedos, pero no lo suficiente como para alcanzar la bebida.
-Deja que te ayude cielo.- Laurel te cogió suavemente la cabeza, destapando la botella y te dio de beber con cuidado. Bebiste casi toda, sentías que habías estado en el desierto durante días. – Pronto te sentirás mejor.- Afirmó, retirando el líquido de ti.
-¿Qu...qué me has hecho? No, no puedo moverme- De tu boca sólo salió un hilo de voz, aunque el agua pareció sentar bien a tu garganta.
-No te preocupes, sólo te he dormido, estarás mejor pronto, mi amor.- Su voz era suave, amorosa, justo como lo era la Marilyn que nunca existió. Eso te enfurecía, te hervía la sangre de rabia, sabiendo que te hacía sentir mejor.
Te encontrabas algo mejor, y miraste a tu alrededor. Un montón de velas iluminaba siniestramente el lugar. No lo habías visto nunca, pero sabías dónde estabas, era la cripta de Crackstone. Por si eso parecía poco, te fijaste en una especie de sarcófago negro en mitad de la habitación. No era lo peor de todo. Alrededor de ese ataúd oscuro había una serie de frascos grandes con un contenido espeluznante. Eran "trozos" de personas. Los habías visto ya, en el sótano de la mansión Gates.
Reconociste una figura oscura que colgaba del techo, Miércoles. No tenía los ojos abiertos y estaba atada con unas fuertes cadenas. Su cara la cruzaba un hilo de sangre que bajaba desde lo alto de su cabeza, probablemente del golpe con la pala de antes.
-Mi... Miércoles.- Dijiste sin fuerzas, alargando el brazo hacia ella lo poco que podías.
-Tyler, vigila a Addams.- Ordenó Laurel. Él obedeció al instante y se movió hacia tu compañera.
-Tú, tú le dijiste a Tyler que me vigilara...- Suspiraste intentando moverte un poco. Ella negó con la cabeza, mientras te acariciaba.
-No, Riley, yo le ordené protegerte. Él daría la vida por ti si fuera necesario.
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Amor, Marginados, flores y monstruos.
MaceraEsta es la historia de Riley Hayes, tu historia. Cuando las circunstacias te llevaron a la Academia Nunca Más, tu vida cambió por completo. Nunca pensaste en llegar a hacer amigos de verdad, a encajar bien en algún sitio. Mucho menos en enamorarte...