Capítulo 3: No sé por qué ponen estos sitios tan altos

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Un deseado silencio se apoderó de la estancia y te levantaste dirigiéndote a tu escritorio. Cogiste un vaso que había junto a la rosa y delicadamente regaste aquella flor tan especial para ti. Te quedaste mirando la rosa como en hipnosis y tu cabeza empezó a llenarse de pensamientos recordando los acontecimientos de ese día, clase de botánica, el codazo de Bianca que permanecía latente en tus costillas, y, por supuesto, el viaje a Jericho con Marilyn. Esa mujer te había pegado fuerte. El día anterior creías que solo te llamó la atención, pero por desgracia para ti, el sentimiento platónico que intentabas que echara raíces en tu cerebro se iba convirtiendo en algo bastante más intenso.

Naturalmente la voz racional de tu cabeza clamaba por el pensamiento frío y el más ajustado a la realidad. "No pretendas sentir algo más por esa mujer" "es tu profesora, te saca más de veinte años" "apenas la conoces, seguramente esté casada, con tres hijos por lo menos." "Sácatela de la cabeza si no quieres volver a cagarla o cargar con un amor no correspondido todo el curso." De alguna forma, los recuerdos en la cafetería eran como un muro que frenaba esas voces de alerta de tu cabeza. La forma en que te mira, cuando te cogió la mano y la acarició suavemente, o cuando te confesó sus propias inseguridades. De alguna manera todas esas fantasías que tuviste con otras mujeres habían acabado como dictaba tu cabeza, pero esta vez las sensaciones iban algo más allá, creyendo que, al menos no eras invisible para ella. En tu debate interno sobre si dejar que los sentimientos afloren de manera fluida o contenerlos y enterrarlos para siempre, estuviste al menos una hora. Al final decidiste hacer tus tareas pero no sabías ni por dónde empezar.

En medio de tu desesperación, unos golpes suaves resonaron en la habitación. Levantaste la mirada y otra vez estabas son los nervios de punta "¿será ella?" la intriga se apoderó de ti y no quisiste demorar la revelación.

-Adelante.- Dijiste en un tono aparentemente tranquilo.

La decepción recorrió tu espina dorsal cuando la directora Weems entró por la puerta. No pudiste evitar demostrar esa desilusión con una mirada hacia el suelo.

-Buenas tardes Srta. Hayes.- Dijo con esa falsa sonrisa de comercial.

-Buenas tardes directora Weems.- Dijiste con desgana.

-¿Qué tal ha ido el primer día? He oído que sufriste un percance durante tu clase de esgrima.-

-Bueno no ha sido nada.- Contestaste sin darle importancia. –Creo que poco a poco me voy integrando.-

Larissa puso una mirada de satisfacción y juntó las manos.

-Me alegra oír eso, ¿no era tan malo como creías, verdad?-

-No.- Te dolió admitirlo.

-Hay otra cosa de la que me gustaría hablarte.-

Tras esa frase tu interior se removió un poco. Tal vez Marilyn le contó lo de vuestra pequeña excursión y venía a reprenderte por ello. El miedo se apoderó de ti, y tu pierna volvió a temblar debajo del escritorio.

-Dígame señora.-

La directora sacó un folleto del bolsillo y lo puso delante de ti.

-Actividades extra escolares.- Tú suspiraste aliviada. – Siempre recomiendo a los alumnos asistir a alguna de ellas, deberías hacer lo mismo.- Con incómoda curiosidad miró por encima de tu hombro.

- Lo haré, señora, gracias.- Fingiste no sentir ese extraño alivio al no mencionar aquel desayuno.

-Mm, constelaciones, recuerdo cómo me fascinaban las clases de astronomía.- Dijo rememorando viejos tiempos.

Amor, Marginados, flores y monstruos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora