𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁ℴ 𝒸𝒾𝓃𝒸𝓊ℯ𝓃𝓉𝒶𝒾𝓃𝓊ℯ𝓋ℯ

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Como una persona que ha cometido un delito grave y entra a un juzgado bajo los murmullos de los asistentes y periodistas, de la misma forma se sintió ella cuando entró al estudio de grabación y personalidades del gobierno y ejecutivos de televisión se voltearon a mirarla. No entró con valentía y tampoco lo iba a hacer ahora, las piernas le temblaban y las rodillas le chocaban una contra la otra, fue tanto el pavor que recorría su sangre, que Bonnibel de forma instintiva le sostuvo la mano y Marceline, claro, entrelazó los dedos con ella. "Todo estará bien" le susurró al oído provocando que el calor la bañara por completo, si sus almas no estaban conectadas, nada de esto sería real. Juntas, tal cual como si fueran una pareja, ingresaron aún bajo todas esas miradas, el ministro de transporte y salud estaba conversando con unos hombres, hasta darse vuelta y sorprenderse de ver allí a Marceline Abadeer.
~XX: -una secretaría de pelo canoso se le acercó con mirada seria- ¿Qué hace usted aquí?
~Bonnibel: Ella vino porque aquí se está buscando a la figura que represente la campaña del gobierno sobre conducir seguro y sin estado de ebriedad.
~XX: -todos se rieron, incluso la mujer baja de aspecto difícil- ¿Cómo puede hacerlo ella cuando representa todo lo contrario? De todas formas. ¿Quién eres tú para decirnos eso?
~Bonnibel: -Se volteó a ver a Marceline, tenía tanto miedo como un cordero cuando se va a sacrificar para una cena, bueno, tenía que hacer algo por ella- Soy su nueva mánager y confío en ella. A decir verdad, ¿no sería mejor el testimonio de una persona que cometió un delito como el que quieren evitar? ¿No sería mejor que ella misma sea quién enfrente al mundo reconociendo su error de forma sincera y que sea ejemplo para otros?
~XX: Elegiremos a un hombre, no podemos permitir que...
~Marceline: Soy capaz de hacerlo yo –Apretó los puños, el valor que Bonnibel Bubblegum había puesto en ella le emocionó a tal punto de querer enfrentarse y creer más en sus propios valores- Soy más que buena para esto, todas las malditas veces que fui en busca de un trabajo se me dio la misma respuesta. "Tú no sirves" "Tú imagen está sucia" "Te llamaremos dentro de unos días" "Necesitamos a un hombre" "Lo veremos con más tiempo, por ahora no hay vacantes" -Le temblaba la barbilla producto de la rabia- ¿Qué es esto? ¿Acaso no soy lo suficientemente buena como para demostrarle al mundo que me he equivocado, pero que estoy cambiando? ¿Por qué el afán de la sociedad con ensañarse de mi error y hundirme hasta el fondo? Estoy cumpliendo las condenas con gusto, estoy cambiando, no asesiné a nadie, pero sé cuán descuidada fui. ¡Ya basta de creer que no soy buena para estas cosas!.

Bonnibel se paseaba de un lado a otro en ese salón, poco le sirvió fingir que era la mánager de Marceline Abadeer, pues por el hecho de ser nueva, los ejecutivos no le tenían confianza y la terminaron por apartar de la reunión que sostenían con ella. En ese momento de inquietud, observó su mano izquierda con la cual había sostenido la de Marceline, no podía ser real que con tan simple gesto pudiese sentir tanta complicidad, como si sus almas estuviesen conectadas. ¿Cuánto tiempo tenía que se conocían? Un poco más de un mes, pero se habían vuelto más unidas, conversaban bastante entre ambas y ahora esto, ella la motivaba para que tuviese un trabajo que pudiese obtener sin ser juzgada.
~Bonnibel: Sí fue juzgada, –susurró angustiada- pero al menos está adentro conversando con ellos.
¿Cómo podían querer usar a algún actor y no a ella? De todas formas, Abadeer era modelo y recientemente se había vuelto actriz, nada mejor que su propio testimonio, que alguien que realmente haya vivido en esa situación, le contara al mundo las cosas. Miró hacia los lados, de pronto recordó la mirada del amigo de Marceline y el terror que le producía. ¿Se habrían visto antes? Tenía la sospecha de que lo iba a volver a ver más pronto que tarde.

Cuando sus párpados caían producto del cansancio, sintió la puerta de aquella oficina abrirse. Habían estado en reunión un poco más de una hora y el sueño por supuesto en ella ya se había hecho presente. Lo primero que atinó a hacer fue ponerse en pie y arreglarse el cabello, luego observó el rostro de Marceline y su mirada triste lo decía todo, miró hacia la puerta con molestia y después de tomarle la mano salió con ella rápidamente al estacionamiento.
~Bonnibel: ¿Me puedes decir que te dijeron adentro? ¡Habla ya! Te juro que iré a...
~Marceline: -se dio vuelta antes de abrir el auto, transformando toda esa máscara de tristeza en una sonrisa tan grande que podía iluminar una ciudad completa- Seré la figura. Bonnibel, seré la figura de la campaña.
~Bonnibel: Esos hijos de pu... –frunció el ceño- Espera. ¿Serás la figura de la campaña? –Como una niña inocente ella asentía- ¿Trabajarás para el gobierno con esa campaña? –Volvió a asentir con una sonrisita en sus labios- ¡Marceline! –Gritó emocionada y sin importarle si tenía derecho de hacerlo o no, la abrazó por el cuello con tanta emoción que Marceline no tuvo otra opción de abrazarla también- Dios. ¡Qué emoción! ¡Sabía que podías!
~Marceline: Fuiste la única fuera de mi familia que creyó en mí –Susurró emocionada, contra su dulce cuello- Si no fuera por ti, si no... -era increíble lo bien que ambas se sentían en los brazos de la otra, en sus vidas pasadas sucedió lo mismo, el presente revelaba que siempre debieron estar juntas, nada había cambiado, eran las mismas sin recordar lo que había pasado 300 años atrás- Muchas gracias, Bonnibel.
~Bonnibel: -se separó sólo unos centímetros para mirarla a la cara- Volverás a ser exitosa como antes, pero eso tomará tiempo, sólo queda dar lo mejor de ti y no rendirse. ¿Entendiste? –Ella asintió en silencio, la seguía sosteniendo entre sus brazos con tanta complicidad que cualquiera que las viera pensaría que eran una pareja- ¿Qué pasa?
~Marceline: -"¿Acaso no puedes recordarme, mi inglesa favorita?" pensó sin quitarle la vista, sólo acarició su mejilla un poco con el pulgar derecho hasta sentirla temblar- Nada... nada. ¿Vamos? Quiero ir a celebrar.
~Bonnibel: -tragó saliva- ¿Crees que no pensé en eso antes de venir a este lugar? -Después de dar unas cuantas vueltas con el vehículo por la ciudad, llegaron a una de las discotecas más famosas de Los Ángeles. Marceline frunció el ceño y la miró sin entender, pero al verla tan tranquila supo que todo estaría bien, ella no permitiría que nada extraño sucediera o que nada se saliera de sus límites. Después de estacionar cerca, caminaron hacia la entrada donde un guardia vio que Bonnibel le mostraba una tarjeta de presentación, el hombre de 1.90 la observó con cuidado y asintió dejándolas pasar frente a la mirada atónita de todos los que hacían fila para entrar. Marceline también estaba sorprendida y la sola idea de que Bonnibel frecuentara lugares así, que contorneara su cuerpo y que todos la observaran con deseo, la ponía celosa. Por supuesto, desde el siglo 18 que se pertenecían la una a la otra.
~Bonnibel: No pongas esa cara, puedo leer la mente –Le tocó las cejas con diversión- Deje de fruncirlas, señorita malhumorada –Señaló la tarjeta- Jake, mi amigo, conoce al dueño de este lugar, yo también lo he visto en un par de ocasiones, así que dijo que cualquier cosa que yo necesitase o si quería traer a mis amistades aquí gratis, presentara esta tarjeta.
~Marceline: -la sujetó por la cintura y la aferró a su cuerpo- No pienses mal, pero ahora mismo todos los hombres parecen lobos mirándonos de pies a cabeza, y sólo quiero protegerte –Bonnibel abrió sus ojos sorprendida. ¿Desde cuándo se había ganado una defensora? Sus mejillas las sintió arder, por cosa de milagro no iluminaba todo de color rojo.
~Bonnibel: Nos han reservado uno de los salones VIP para celebrar, quiero hacer un brindis contigo.
~Marceline: -su rostro se transformó a algo con preocupación- Bonnibel, no será contraproducente si...
~Bonnibel: No es alcohol, tranquila.
Bajo el "boom boom" de la música y las luces de neón, fueron conducidas por uno de los guardias hacia los salones VIP que sólo eran para máximo seis personas y que estaban cerrados por cortinas blancas que le daban un aspecto de ensueño con las luces de neón que se proyectaban desde el suelo. Cuando entraron les preguntaron qué deseaban para beber, Marceline pidió un mojito sin alcohol y Bonnibel jugo de frambuesa con pequeñas gotitas de vodka. En el salón había dos sillones blancos curvados, una mesa baja, pero grande, de vidrio con velas pequeñas y redondas color rojo, muy parecidas a la alfombra de terciopelo rojo. De las paredes colgaban pequeñas luces blancas simulando las estrellas, todo era tan acogedor que casi el ruido de la música no se escuchaba con la distracción del lugar.
~Marceline: Qué bonito es todo –La rosada se había sentado un poco tímida en el sofá de al frente- Bonnibel, ¿por qué tan alejada?
~Bonnibel: Para entablar una conversación contigo es mejor mirar el rostro –Marceline palmeó el sillón donde estaba sentada- ¿Qué?
~Marceline: Vamos, estás como a un poco más de un metro de distancia y con el ruido de afuera apenas puedo oírte, ven a sentarte aquí –Tímida se paró y caminó hacia Marceline, ella la observó de pies a cabeza. ¿En qué momento se cambió de ropa? Así lucía menos inocente. El mozo les trajo su pedido y una tabla con carnes frías para comer- Gracias. Bonnibel, de verdad no tienes idea de lo que hay dentro de mi pecho, no puedo dimensionar aun que voy a trabajar, que podré ser de ayuda para los demás.
~Bonnibel: Si nadie ponía fe en ti, ¿quién más? Además, estoy orgullosa porque lograste sacar tu fuerza y no dejarte vencer –Alzó el vaso para unirlo con el de abajo sin chocarlos, se miraban con tanta complicidad y casi sin pestañear que hervía la sangre de ambas- Quiero brindar por eso, por supuesto y por... –Sólo le miró el rostro fijamente, no era real tanto deseo que sentía hacia ella, algo sucedía.
~Marceline: Bonnibel –Tragó saliva- ¿Crees que las personas se conocen desde antes de nacer? ¿Cómo si fuera en una vida pasada o algo así?
~Bonnibel: Soy cristiana, no creo en la reencarnación.
~Marceline: -Le dolió el pecho- Y si... ¿Y si Dios le diera ese preciado regalo sólo a quienes lo necesitan? Llámame loca, pero yo sí creo en eso o en el hecho de que no es normal tanta complicidad que hemos logrado en tan poco tiempo -Bonnibel bajó la cabeza porque Abadeer había dicho palabras que ella sentía, "Vaya, entonces no soy sólo yo la que lo piensa". Alzó el rostro y con una sonrisa chocó su vaso con el de Marceline para brindar y dar un largo trago, nunca bebía alcohol, bueno, no desde la adolescencia, pero unas poquitas gotas de vodka le darían la personalidad que creía no tener.
Comenzaron a hablar de muchas cosas, dentro de ellas, anécdotas de cuando eran niñas, Marceline le contaba cosas que compartió con sus padres y le dio tantos detalles que la rosada deseó conocerlos. Cuando lo dijo en voz alta, Abadeer sonrió con tristeza, pues en el fondo ya los conocía y era amada por ellos. ¿Cómo acercarla sin que se asustaran? ¿Tendría que mentirles? Sólo su madre sabía la verdad de la reencarnación, así que de ella podía confiarse.
~Marceline: ¿Hay algo que te gustaría contar de tu vida?
~Bonnibel: Hay cosas de mi vida que quiero olvidar Marceline, cosas que hice y fueron muy malas, como las drogas y... otras cosas –Marceline apretó su mano con cuidado, temblaba entera- ¿Podrías preguntarme después de eso? Hoy quiero celebrar contigo, no hablar de mí.
~Marceline: Discúlpame –Murmuró cerca de su oído y miró sus labios- ¿Vamos a bailar? –Le tendió la mano y con estilo la muchacha dejó el vaso en la mesa, iba a caminar hacia la pista, pero Marceline la detuvo antes de que saliera de aquel salón VIP- Vamos a bailar aquí, nadie nos ve, nadie puede molestarnos por estar aquí.
~Bonnibel: Es una canción lenta -Murmuró. ¿Por qué de pronto las cosas se ponían de acuerdo para hacer este momento tan íntimo?- "Close your eyes" de Michael Bublé, Dios. Bajó la vista cuando Marceline le puso las manos en la cintura y la acercó a ella en un movimiento tan suave que no pudo evitar suspirar, ambas se miraron a los ojos con detenimiento, con pasión, las luces de las velas, las luces de afuera blancas y azules, ambas eran sólo una. Abadeer sintió deseos de llorar porque sabía que tenía frente a ella a Bonnibel Cavendish. ¿Cómo pedirle que supiera quién era ella? La amaba como inglesa, la amaba siendo Bubblegum, estaba volviéndose loca.
~Marceline: Mi alma es tuya para que la protejas, sé que es verdad. Cuando mi mundo estaba oscuro y azul. Sé que la única que me rescató fuiste tú –Cantó la letra sin quitarle la mirada, subiendo lentamente la mano por su espalda. Pequeños destellos de ella vestida del siglo 18 venían a su cabeza, imágenes de cómo le quitaba un paño, mientras le temblaban los dedos. Cerró los ojos para atesorar esos recuerdos, recuerdos de su vida pasada. Sabía por supuesto que ella en el pasado la había salvado de la oscuridad y que en el siglo 21 también lo estaba haciendo- Bonnibel –La muchacha no respondió, cuando la ojiverde abrió los ojos, la vio con los ojos cerrados, mientras apretaba los labios. No tenía idea de que había tenido la misma visión que ella, sólo que veía un rostro parecido al de Marceline, ojos verdes y un paño de género que cubría su rostro, sus dedos bajándolo con el deseo más puro de amor- Bonnibel.
~Bonnibel: -Abrió los ojos, ambas con tanta pureza se observaron, mientras sus cuerpos se movían lentamente- Marceline Abadeer. Yo...
~Marceline: -Besó su comisura labial sin poderlo evitar- Y lo repetiré, mi alma es tuya para que la protejas porque sé que siempre ha sido así, siempre -Con los ojos llenos de lágrimas la rosada alzó la vista, antes de cerrar los ojos cuando sintió los labios de Marceline sobre los suyos. Describir en simples palabras lo que estaba sintiendo era imposible, porque el beso y el calor que ella le brindaba, era complejo en cuanto a sentimientos, en cuanto a todo. No se apartó, al contrario, la sostuvo más fuerte de la nuca para profundizar el contacto de sus labios, para sentirla tan cerca, para saciar el deseo que tenía, pero por más que lo intentaba era imposible, quería mucho más que "más".

Marceline mordió su labio inferior y lo estiró hasta que la escuchó gemir, sentía todo su cuerpo caliente, pero la música de fondo, los recuerdos tal vez de la vida pasada de ambas, las ganas de llorar, todo se mezcló para dar paso a un beso desesperado. "Te extrañé tanto, Bonnibel" pensó y sabía que ella sentía lo mismo, sólo que no se daba cuenta.
~Marceline: -besó sus labios suavemente antes de juntar su frente con la de ella- No se si ahora mismo me mandarás a la mierda, pero la verdad es que me encantas. Me encantas como no tienes idea Bonnibel.
~Bonnibel: -Caían lágrimas por su rostro- A mí también Marceline, Dios, a mí también me fascinas, me gustas tanto –Marceline le secó las lágrimas con sus labios- Pero no conoces todo de mí y me duele sacar el pasado.
~Marceline: Tendré paciencia Bonnibel, tendré paciencia todo lo que quieras –Le dio un pequeño beso- Pero por favor no te apartes de mí, créeme que las consecuencias serían terribles –La menor entrecerró los ojos sin entenderla- Si piensas que estoy loca, puede serlo, pero por favor, te pido que no te apartes de mí, nos estamos conociendo tan bien que no puedo dejar de sentirme de esta manera.
~Bonnibel: Esto sonará cliché, pero... -volvió a besarla, mientras sus manos se unían en el rostro de la otra, no pudo evitar sonreír dulcemente- ¿Por qué siento que te he besado antes?
~Marceline: Porque tal vez, tal vez... –murmuró contra su oído, era como si la música y todo hubiese desaparecido- Porque tal vez nos conocemos desde antes.

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29 de noviembre de 1710, Exeter, Inglaterra.

Con los dedos temblando, se agachó a recoger aquella medalla de oro. No era ciega, si incluso se la colocaban a cinco metros de distancia iba a reconocerla. Cuando la sostuvo en su mano los ojos se le llenaron de lágrimas porque estaba junto a un resto de ropa con manchas de sangre seca. No tenía que ser genia para saber lo que pasaba, todo era cosa de encajar las piezas y darse cuenta de quién había sido autor de todo esto. Al borde del llanto, pero más cerca de lo que se podía llamar como ira, Lethood sostuvo la medalla de su madre y la apretó contra su pecho. Aaron se había metido con la persona equivocada, pues a quién menos aprecias, a quién subestimas, puede convertirse en tu mayor dolor de cabeza.
~Marceline: Infeliz, infeliz... –apretó su puño- Eres un malnacido infeliz. ¡HIJO DE PUTA!

Quizás, sólo quizás, se iba a desatar la guerra.

ℬℯ𝓉𝓌ℯℯ𝓃 𝓁ℴ𝓋ℯ 𝒶𝓃𝒹 𝓉𝒾𝓂ℯ [𝒜𝒹𝒶𝓅𝓉𝒶𝒸𝒾ℴ𝓃 ℬ𝓊𝒷𝒷𝓁𝒾𝓃ℯ♡]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora