𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁ℴ 𝓈ℯ𝓉ℯ𝓃𝓉𝒶𝒾𝒸𝒾𝓃𝒸ℴ

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Con el semblante serio estaba observando tras esa ventana, al avión que la llevaría a donde su intuición se lo pedía, sólo así podría encontrar respuestas y tal vez una solución a su actitud. Miró hacia el costado, no sabía porque estando lejos de Marceline, recurrió a Finn Murtens para que le diera consejos, cuando en realidad tenía cierto miedo a sus ojos y a su persona. ¿Él también era parte de su vida pasada? El turco miraba los boletos de avión que habían comprado, sus cejas duras delataban la naturaleza de sus pensamientos. No parecía una mala persona, pero ¿por qué estaba haciendo esto? ¿Qué sacaba con ayudarla? ¿Sería su bondad real o sólo una máscara que ocultaba otras intenciones? Al parecer se había sentido observado, pues giró la cabeza hacia ella, sorprendiéndola en el acto, cuando no dejaba de mirarlo.
~Finn: Van a llamarnos. ¿Estás segura de que es esto lo que quieres? –Se inclinó hacia adelante con un poco de entusiasmo, pero dolor al mismo tiempo, que ella deseara ir a aquel país sólo podía significar una cosa, la Bonnibel que él había conocido, podía estar volviendo. ¿Qué tan bueno o malo podía ser eso?
~Bonnibel: Sí, estoy segura.
~Finn: La gente va a preguntar por ti, tu familia debe estar vuelta loca y... Marceline –Cerró los ojos, mientras apretaba la mandíbula, su reacción con un toque de celos, no le gustaba para nada a Bonnibel. ¿No se suponía que era su mejor amigo?- Marceline debe estar peor.
~Bonnibel: -Se le llenaron los ojos de lágrimas- En este estado soy un peligro para cualquiera. Te lo pregunto a ti, Finn ¿me vas a acompañar a Inglaterra?

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1 de febrero de 1711, Exeter, Inglaterra.

Las gotas caían poco a poco dentro del recipiente, su propósito no sólo era el frenar las gotas de lluvia que se metían entre las tablas, sino además acumularlas para su consumo. "Una, dos, tres..." llevaba así contándolas desde que se había puesto a llover hace dos días, cada vez que la vaciaban. Su cabeza le dolía tanto como su pecho, pero ahora que había despertado y la poca luz del día se infiltraba chocando con sus ojos, sabía que todo esto iba a tener un fin más pronto de lo que pudiese imaginar.

Sintió pasos a su lado, pero no se inquietaba, el aroma y esa presencia sólo podían ser de la mujer que había amado en esta vida. Bonnibel se sentó a su lado, allí en el suelo sobre el forraje que ya se encontraba húmedo. En otros tiempos el lugar había estado en buenas condiciones, pero ahora sin sus dueños y tras un incendio, apenas se sostenían sus paredes.
Con delicadeza la rosada dejó su mano sobre la frente de la ojiverde, ni siquiera se molestó en decir que estaba con una fiebre alta, pues desde que habían salido de Plymouth que ese estado era normal en ella, con sus altos y bajos.
~Bonnibel: Iré a buscar un poco de madera para hacer fuego, lo único que nos queda son dos pescados que pesqué ayer y algo de pan.
~Marceline: No, no se agote tanto, por favor –Asintiendo, Bonnibel se agachó, depositó un suave beso en sus labios, se abrazó a sí misma para soportar el frío y salió de allí.
Los ojos de Marceline se inundaron con las lágrimas que había estado reteniendo. ¿Cómo una mujer tan bella como Bonnibel, terminó en paupérrimas condiciones? Una mujer digna de beber vino de la mejor cosecha, de comer los más exquisitos manjares que la nobleza pudiera brindarle. ¿Cómo estaba con su ropa y zapatos húmedos, con las ojeras bajo sus ojos y el cabello despeinado? No podía arrepentirse de haberla amado, porque había sido la bendición y la luz en su tormento, sólo que viéndola en ese estado lamentaba ser parte del motivo que la tenía así.
Quería llorar con tantas fuerzas, pero sus pulmones ya casi no cumplían con sus funciones, el nudo en su garganta la estaba ahogando al igual que la pena. Quería pararse, sostener grandes trozos de madera, cortarlas con un hacha y encender el fuego para abrigarlas a ambas, quería sostenerse en ambos pies por sí misma, quería hacerle el amor hasta que ella gritara su nombre, quería tantas cosas que no podía cumplir ahora.
Miró agotada a su alrededor pensando en el motivo por el que había elegido este lugar para pasar sus últimos días de vida, podría haberlo hecho en el lugar que alguna vez le perteneció a su familia, sin embargo, estaban bajo este techo porque recordaba que fue ahí la primera vez que Bonnibel le había brindado un abrazo.
Por su parte, cuando la rosada se encontró afuera, se puso a llorar profundamente contra sus manos, el sonido de la lluvia ocultaba su lamento por la situación que estaba viviendo, no extrañaba la comodidad ni la comida, su angustia iba en otra dirección. Quería salvarla, pero no tenía recursos, quería huir, pero no podía luchar contra el destino que tenían en este siglo. Tenía miedo por supuesto. ¿Qué se sentiría morir? ¿Pasaría mucho tiempo desde que viese todo negro hasta que naciera como Bonnibel Bubblegum? ¿Recordaría a Marceline Abadeer y su versión pasada Lethood? Enjuagó sus lágrimas a pesar de que su cuerpo se negaba a detener el lamento, si iban a morir, lo harían luchando hasta el último segundo. ¿Por qué desperdiciar tiempo aquí afuera si podía abrazarla para compartir el calor?
Bajó por la colina sintiendo el agua y el lodo meterse entre sus zapatos, nunca había llovido tan fuerte como el día de hoy, incluso su mente la llevó a preguntarse si era un mal augurio.
Una voz familiar susurró en su oído: "Te envío la última ayuda que te puedo brindar antes de esperar por ti en la tierra 300 años". Era una mujer con una voz rebosante de paz, como si no le alertara la situación que estaba pasando. Bruscamente se dio vuelta, esa voz la conocía definitivamente, pero no en este siglo, esa persona estaba ahora en el futuro.
"Lady". Antes de poder gritar por ella, notó a lo lejos a un hombrecito de no más de 1 metro y medio de altura que se estaba acercando con algo entre sus manos. La lluvia no parecía importarle pues su cuerpo era cubierto por un abrigo estilo caperuza color blanco, mientras más pasos daba, más sus rasgos se hacían notar. Bonnibel, en medio de la colina y bajo la intensa lluvia, observó extrañada cuando ese anciano le entregó una caldera cubierta con paños en sus mangos. El olor que emanaba era realmente irresistible, al punto que despertaba sus entrañas que ya parecían haberse acostumbrado al hambre.
~Bonnibel: Disculpe, ¿quién es usted?
~XX: Yo soy todo ,pero a la vez soy nada, sólo aliméntese de esta comida y dedíquese a descansar, todo esto más que pronto llegará a su final.
~Bonnibel: -miró el pequeño caldero, pero cuando regresó la vista el hombrecito ya no estaba- ¿Comida?

ℬℯ𝓉𝓌ℯℯ𝓃 𝓁ℴ𝓋ℯ 𝒶𝓃𝒹 𝓉𝒾𝓂ℯ [𝒜𝒹𝒶𝓅𝓉𝒶𝒸𝒾ℴ𝓃 ℬ𝓊𝒷𝒷𝓁𝒾𝓃ℯ♡]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora