𝒞𝒶𝓅í𝓉𝓊𝓁ℴ 𝒹𝒾ℯ𝒸𝒾𝓃𝓊ℯ𝓋ℯ

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Una gota de sudor corría por su frente hasta llegar a su cuello, no hacía calor, no había hecho deporte, no estaba cansada, pero ella sabía perfectamente lo que le sucedía, y es que la preocupación por la ausencia de Bonnibel era grande, sí, le preocupaba la psicópata. ¿Se habría perdido? ¿Alguien se habría aprovechado de su inocencia? Recordó su dulce mirada en el cumpleaños de su padre, aquellos ojos brillosos clamando por algo más allá de lo que podía comprender, si aquello se borraba, si eso se perdía por la culpa de un infeliz, ella no se lo perdonaría. Se dio vuelta en la cama otra vez, pero al no conseguir que Morfeo la hiciera dormir, se levantó, fue al armario a buscar algunas prendas para vestirse de nuevo y tomó su teléfono para llamarla. ¡¿Por qué no la había llamado o le había mandado un mensaje de texto?! Eran más de las doce de la noche y Bonnibel no daba signos de estar viva. El tono sonó una vez, una segunda, una tercera y cuando iba por la quinta, alguien contestó.
~Marceline: ¿Dónde demonios estás Bonnibel? –Gruñó, odiaba ser la niñera de los demás, pero lo que más le molestaba, era sentirse así con ella- Si dices que vas a avisarme a qué hora saldrás, debes cumplir con ello.
~Bonnibel: ¿No saluda primero señorita Abadeer? –El tono bobalicón de su voz, evidenciaba que había bebido, el ruido de fondo era alto y suficiente para decirle que estaba en un bar- Pensé que uss... usted me llamaría. ¡Suelte! No me toque. –Gruñó, Marceline se sintió mareada con ello, pero la rabia era más fuerte.
~Marceline: Dime dónde estás Bonnibel, iré a buscarte.
~Bonnibel: No lo sé, no entiendo que... ¿Qué es esto? Señor mire, ¿dónde estoy? –Le preguntó al barman, quién estaba acostumbrado a ver a las personas borrachas todo el tiempo.
~Marceline: ¡¿Dónde estás?! –Golpeó la pared enfadada, no sabía si quería encontrarla luego para salvarla de todos los hombres que la estarían asechando, o si quería matarla con sus propias manos por exponerse de esa manera, cualquiera de las dos estaba bien para ella.
~Bonnibel: Big Jeez, dice. ¡Oiga no, no quiero! –Le gritó a alguien, pero la llamada se había cortado. No tardó más de un segundo en tomar las llaves de su vehículo y correr hacia la puerta del departamento. Le dolía el pecho por los latidos de su corazón, que cada vez iban más acelerados. Algo podía sucederle y alguien podía dañarla. Big Jeez era un bar de mala reputación en las calles más vulgares de Los Ángeles, moría por saber cómo logró llegar allí cuando un auto desde el departamento se tardaba al menos veinte minutos con el tráfico.
Arrancó tan bruscamente, que las ruedas dejaron una marcaba en el asfalto, pobres de las personas que se cruzaran en su camino, pobres de los semáforos que no se tomaría el tiempo de esperar, porque tardaría más si se comportaba como buena ciudadana. "Oiga no, no quiero", recordar esas palabras de una evidente Bonnibel Cavendish borracha, le hacía temblar. ¿Qué le habrían hecho? A pesar de todo, llevaba lentes y una capucha, no quería que la reconocieran por estar en un lugar sospechoso, no quería que la involucraran con drogas o esas cosas que mancharían una ascendente carrera en el modelaje y prontamente actuación. Aunque si las cosas se ponían difíciles todo cambiaría. Después de diez minutos, tras saltarse semáforos en rojo y apretar el acelerador hasta el fondo, llegó al bar. Ella no reparó en detalles, pero en realidad afuera había al menos diesiocho motos estacionadas una al lado de otra. En el lugar se podían apreciar todo tipo de estilos, como una mujer con la mitad de su cabeza rapada y el cabello morado y largo al otro lado, también un hombre lleno de piercings en su boca y orejas. De todos los bares de la ciudad, ¿por qué eligió precisamente ese?
~Marceline: Bonnibel, ¿donde estás? –En este bar no cobraban por entrar y tampoco tenían guardia de seguridad, aquí te defendías con tus propios puños- Mierda -Podía ser fácil encontrarla, porque de seguro era la única vestida de manera "normal", sin embargo, estaba tan lleno, que no sabía por dónde partir. Fue hasta la barra, donde el barman preparaba varios vasos con un líquido azul fosforescente- ¡Disculpe que lo interrumpa! ¡Pero estoy buscando a una chica de pelo oscuro rosada ondulado, mide como 1.60, tiene un acento extraño y vestía normal! –Tenía que gritar para hacerse escuchar, la música estaba tan alta que el suelo y todas las paredes temblaban.
~XX: ¿No es esa que está allá? –Indicó un rincón del bar, entre todas las personas que bailaban, podía verse a un hombre contra la pared acariciando a alguien que no quería ser tocado.
~Marceline: Joder –Jadeó, no supo si fue fuerza divina o algo mágico, pero llegó allí sin darse cuenta. Los nervios, la rabia, todo junto mezclado, la hizo dar zancadas y apartar a todo ser de su camino- ¡Suéltala hijo de puta! –Su puñetazo llegó tan fuerte y seco en la mandíbula de ese hombre, que estaba segura de que le había causado un severo daño.
Marceline no lo pensó, simplemente actuó por instinto cuando sostuvo el cuerpo de Bonnibel contra el suyo y entre sus brazos, con el fin de que sintiera que no estaba sola y que sería protegida con dientes y puños si era necesario.
Cavendish sentía náuseas, todo le daba vueltas, el dolor de cabeza era inminente. En el fondo sabía que había cometido un error al correr de ese hospital y tomar un taxi que la llevara a una "cantina" para probar alcohol. Había escuchado en el siglo 18, que muchos hombres acudían a esos lugares para socializa, e incluso las personas de clases más bajas lo ocupaban para emborracharse. ¿Qué había pasado por su cabeza para hacer eso? El dolor, sí, el dolor de darse cuenta cual era su propósito para haber viajado al futuro y llegar hasta el siglo 21. Estaba tan borracha que apenas se había opuesto a que el hombre la tocara, después de todo, nada podía ser más asqueroso que el hecho de que su padre la hubiese tocado de igual forma. Sin embargo, ahora estaba contra el cuerpo caliente y perfumado de Marceline Abadeer, sintió ganas de llorar, ella había llegado para salvarla.
~Marceline: Vámonos de acá Bonnibel, nada va a pasarte –Susurro contra su oreja. La rosada pudo oírla a pesar del ruido, el calor de esa boca cubriendo el borde de su oreja y rozando su piel, la hizo temblar. Ella iba a salvarla y de eso no tenía dudas. Sin llamar la atención salieron por un costado, todos estaban tan drogados y ebrios, que no se percataron de que un hombre había quedado tirado en el suelo quejándose por su mandíbula, ni tampoco notaron que la mujer más deseada, estaba salvando a una mujer inglesa.

ℬℯ𝓉𝓌ℯℯ𝓃 𝓁ℴ𝓋ℯ 𝒶𝓃𝒹 𝓉𝒾𝓂ℯ [𝒜𝒹𝒶𝓅𝓉𝒶𝒸𝒾ℴ𝓃 ℬ𝓊𝒷𝒷𝓁𝒾𝓃ℯ♡]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora