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Zaira

Owen me está llevando al borde de la locura.

Lo veo mientras camina hacia el estéro y se apoya contra la pared, observando cada uno de mis movimientos.

—¿Así que, si te doy algo a cambio, podré poner la música que quiera?

—Por quince minutos.

—Apenas son cuatro o cinco canciones —me quejo.

—Tómalo o déjalo —me da una de sus muecas torcidas, que no llegan a ser sonrisas —. Es mi oferta, mi única oferta.

Aprieto los labios.

—¿Y qué quieres a cambio?

—Eso depende de la charla que deberíamos tener después —responde vagamente —, así que tendrás que entrenar sin música.

—¡Es aburrido! —le chillo.

—Con todo tu griterío, lo dudo —responde. Camina a una de las bancas y se sienta —. Te tocan sentadillas —ordena —, no me hagas perder el tiempo.

—¿Recuerdas cuando dije que eras un buen entrenador?

—Fue hace un par de minutos.

—Lo retiro, jamás te recomendaré.

Se encoge de hombros.

—Qué bueno que no es mi trabajo, entonces.

Lo observo y tomo bocanadas de aire para recuperarme del cansancio.

—¿Por qué aceptaste hacer esto? —le pregunto —. Sé que Lena te lo pidió como un favor.

No me mira por varios segundos, en su lugar, pone su vista en la entrada del gimnasio.

—Como dijiste, era un favor.

—No pareces del tipo que hace favores.

Su mandíbula se tensa.

—Vuelve al ejercicio, Zaira —me espeta.

Con un resoplido, me pongo de pie.

—Aburrido. Pondré música —me mira durante todo el camino hasta el equipo de audio, donde conecto mi teléfono. Cuando Osito gominola comienza a sonar, creo que podría matarme —. ¿No te gusta?

—Quita esa mierda. ¡Ahora!

Pausando la música, espero la reprimenda, porque se pone de pie y camina hacia mí con el enfado pintado en sus facciones.

—¿Hay algo que te haga sonreír? —resoplo. Me mira, esperando a que me rinda, pero no firmé esa parte del trato, así que lo presiono más, tentando mi suerte —. Se me ocurren formas más divertidas de hacer cardio.

—No estás haciendo cardio.

—Vaya, eres un asco para las indirectas. ¿Es una cosa de los viejos de tu edad o la tinta de los tatuajes ya llegó a tu cerebro?

—Tú no tienes una noción ni siquiera mínima de lo que es la supervivencia, ¿verdad?

Me río.

Hay algo preocupantemente divertido en buscar pelea con Owen.

—Iré a la cinta.

—Te tocan abdominales.

—¡Odio hacer abdominales! —me quejo.

Hace eso de darme una mueca parecida a una sonrisa.

—Con más razón, vas a hacer abdominales —buscando una colchoneta, la arroja al suelo y la señala —. Abdominal corto, ahora —indica. Se para al final de mis pies, dejando los suyos por fuera de los míos —. ¿Qué estás esperando?

Morfina | SEKS #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora