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Owen

No debí decírselo. Me arrepiento de haberle contado a Zaira sobre mi pasado adicto desde el momento en el que dejo su edificio para ir a mi casa. Aunque sé que ella no diría nada, la idea de que algo de todo esto se filtre a Demian o algún miembro del club me hace pensar porqué demonios se lo dije.

No debería haber hecho una tontería tan grande.

Cuando estoy en casa, me ocupo de Glock rápidamente. Dejo su comida, cambio el agua de los bebederos y acondiciono todo como para que pase la noche sola.

Demonios, tampoco debí hablarle sobre mi intento de suicidio.

Me doy una ducha rápida y cambio mi ropa por algo para el club. También arrojo otra muda a un bolso que cuelgo en mi espalda cuando salgo de la casa, pensando en tomar la moto, pero elijo la camioneta.

Será más sencillo el regreso.

No tardo en estar de nuevo en la casa de Zaira. Le avisé a mi jefe que iría a Seks a pesar de que sea mi noche libre y respondió con un simple pulgar arriba. Está mucho más relajado con el club ahora que su atención está mayormente centrada en su esposa embarazada. ¿Cuándo es que va a nacer?

Zaira tiene una falda corta, con una capa de encaje por encima y un top negro. Parece una diosa de la noche y mi mirada la recorre. Sé que dije que había dejado las adicciones atrás, pero ella se está volviendo algo muy difícil de resistir, cada vez más y más.

—¿Así voy bien? —me pregunta.

—Si —mi respuesta corta y sencilla la hace sonreír.

—No te vas a morir por decirme que luzco bien, Owen —pasa por mi lado y golpea mi hombro antes de salir. La sigo hacia el ascensor y respiro profundamente, inhalando el aroma de su perfume.

—Luces muy bien —la halago—, me hace pensar si llevarte allí es una buena idea.

—¿Por qué?

—Porque los hombres de mi generación somos una mierda posesiva, Zaira —la acorralo dentro de la caja de metal y ladeo el rostro—, y sé que todos allí van a mirar lo que es mío.

—No soy tuya —responde en voz baja.

—¿Eso crees? —con burla, arrastro mi mano por su costado, hasta llegar al tajo que deja la capa de encaje. Me mira sin decir nada, mientras pongo mi mano entre sus piernas. Sus bragas ya están húmedas aunque ni siquiera la he tocado y me burlo, arrastrando la tela a un lado para tocar su coño—. Tu cuerpo parece decir lo contrario, luciérnaga — froto su clítoris con mi pulgar, hasta que la puerta se abre en la planta baja. No hay nadie, pero se acomoda la ropa rápidamente y se apresura a salir del edificio.

La sigo, tratando de no reír.

—Eres un bastardo.

—Zaira, hoy no vas a tener la suerte de liberarte de mí —le digo cuando subimos a mi camioneta—. Estaré poniendo tu culo en un banco y te azotaré si vuelves a hablarme de ese modo, ¿está claro?

—Sigues siendo un bastardo.

Bien, se lo está buscando.

Acelero hasta que llegamos a Seks. El club no estaba muy lejos de su casa, de todos modos y solo nos lleva unos cuantos minutos. Cuando me estaciono, Zaira me mira.

—¿Demian sabe que estás aquí?

—Sí —me bajo, ella también y caminamos hacia la entrada.

Héctor está allí, haciendo el trabajo que usualmente haría y nota primero a Zai.

Morfina | SEKS #6Donde viven las historias. Descúbrelo ahora