Todo parece desordenarse.
Owen hace esa promesa y, luego, se aleja. Me da una pequeña muestra de lo que espera esta noche y me la arrebata cuando se aleja al otro extremo del sofá. Lo miro con toda la confusión que puedo acumular en mi expresión, agitada por su beso.
—Tienes que pensar en una palabra para detenerme si esto se pasa de la raya —pide. Lo dice mientras se pone de pie. Miro brevemente alrededor, pero nadie parece notarnos. Estamos en una burbuja en donde solo somos él y yo.
Trago saliva. Cuando estaba con Jerome, solía usar la palabra <rojo>, pero no parece acorde a lo que representa este hombre. Owen parece prometer dolor, emociones demasiado fuertes y profundas como para que un simple rojo lo detenga. No, con Owen se necesita algo mucho más fuerte... y lo único que aplacaría algo tan fuerte sería...
—Morfina.
Mi palabra lo hace arquear las cejas.
—¿Por qué?
—Decisión personal, no creí que fueran a gustarte las explicaciones —le sonrío. Él no lo hace, pero su expresión se relaja, como si recordara de repente que había sido él mismo el que dijo eso. Varias veces.
—Como quieras —duda un poco, pero extiende la mano. Lo miro con confusión—. Vamos, Zaira. No puede pasar nada en los sofás.
—¿Por qué?
—Porque no está permitido.
Me pongo de pie y acepto su mano. Es más alto y tengo que ponerme en puntas de pie para igualar mi mirada a la suya.
—Ya no estás en el ejército, puedes romper las reglas.
—No en Seks —me sujeta del brazo con delicadeza y termina por dejar su mano en mi espalda, del mismo modo que Bruno sujetaba a Alexis en la barra.
Owen me guía hacia una zona más alejada, donde hay menos personas. Es una de las salas que recorrimos cuando firmé mi membresía, aunque ahora luce mucho más viva.
El guardián del lugar no parece dispuesto a seguir con tonterías y se concentra. Me acerca a una suerte de tabla de madera que está a un metro de una de las paredes y que cuenta con restricciones en cada esquina.
Se pone tras de mí y mi respiración se corta. Cuando lo hicimos, no nos tomamos el tiempo de hacerlo con lentitud y esta calma me abruma. Me rodea con uno de sus brazos y mi espalda queda contra su pecho. Respiro profundamente mientras su mano cubre mi abdomen y su boca roza la piel de mi cuello. Cierro brevemente los ojos, con la mente en blanco. Los pensamientos coherentes me abandonan mientras dejo que la sensación del momento me llene.
—No te esperaba hoy aquí —murmura.
—Te lo hubiera avisado si no te negaras a darme tu número de teléfono —señalo.
Suelta un sonido bajo y me acerca incluso más a él.
—Quizás cambie eso cuando termine la noche.
—Tal vez ya no lo quiero.
No cae ante mi intento de provocación. Simplemente me suelta y me da la vuelta, por lo que quedamos de frente. Sus pupilas están dilatadas y me tomo el atrevimiento de llevar mis manos a su cuerpo. Los músculos de su abdomen están tensos y toma una respiración profunda que me hace dudar.
No hay un protocolo. Demonios, ni siquiera hay una relación y apenas hemos hablado de los límites y lo que esperamos. Debería detener esto y tomarlo con más calma, pero parece una tontería cuando ya hemos tenido sexo.
—¿Qué tanto te gusta la exposición, Zaira? —me pregunta.
—¿De qué estamos hablando? —pregunto, distraída por la manera en la que sus manos buscan los lazos que sujetan el top en su lugar.
ESTÁS LEYENDO
Morfina | SEKS #6
ChickLitSERIE SEKS, LIBRO #6 Zaira trabaja en un hospital. Owen en un club fetichista. Sus vidas no deberían cruzarse, pero cuando la enfermera comienza a tomar clases de defensa que Owen imparte, sus destinos se entrelazan y la tensión entre ellos hace im...